9 de enero de 2007. Moscone Center, San Francisco. Steve Jobs se sube a un escenario en plena MacWorld, y pronuncia el prólogo de una presentación que marcaría la historia:
Hoy es el día que llevaba esperando dos años y medio.
Durante los treinta meses previos, en Apple se estaba cocinando un teléfono. Su primer teléfono. No fue el primer smartphone, ni el primero en tener una pantalla táctil, pero como suele ocurrir con Apple, sí fue el primero en tenerlo todo de una forma tan cercana y bien acabada que parecía nuevo para el usuario. Su germen, quizás, llegó antes incluso del regreso de Jobs a Apple para su segunda etapa en la empresa. Se lanzó en 1993, y fue la Newton MessagePad, que tiene que ver con aquel primer iPhone todo y nada al mismo tiempo.
El form-factor es compartido: un dispositivo rectangular (la obsesión de Jobs por los rectángulos con esquinas redondeadas llegaría después) donde el frontal “solo” lo ocupa la pantalla. “Solo”, entre comillas, por las limitaciones tecnológicas de cada época. Tampoco era algo realmente novedoso en la industria, y como casi todo lo que sacaba Apple en esa época que estuvo a punto de llevarle a la desaparición, pasó con más pena que gloria por el mercado.
A veces, un producto revolucionario llega y lo cambia todo. Y Apple ha sido… – Bueno, en primer lugar, uno es muy afortunado si llega a trabajar en sólo uno de ellos durante su carrera. Apple ha sido muy afortunada. Ha podido introducir algunos de estos en el mundo. En 1984 presentamos el Macintosh. No sólo cambió a Apple, cambió también a toda la industria informática.
Aunque la cifra inicial era “dos años y medio”, la idea de un teléfono que fuese mucho más allá de lo que iban los teléfonos en esa etapa era bastante más vieja. Concretamente, de abril de 2003. Jobs señaló que pese a que se le estaba pidiendo de forma cada vez más notable volver al mercado de las PDA’s, él no creía que estas fuesen fruto de un segmento atractivo para Apple, como tampoco los tablet-PC’s de aquel entonces. En su lugar, los teléfonos móviles serían muchísimo más interesantes como dispositivos que llevar siempre encima, preparados para ofrecer información al usuario y estar conectados.
También señaló que estos dispositivos deberían tener un excelente software que permitiese su sincronización. Ya comenzaba a fraguarse la idea de un poderoso ecosistema. Así, iTunes fue el icono de una primera etapa para los dispositivos móviles de Apple, su centro neurálgico y lugar de encuentro. Años después, iCloud pasaría a ser su relevo, mucho más transparente y automático para el usuario. Pero en lugar de ir caminando hacia esa idea de teléfono móvil, Jobs se encaminó al iPod, y hacia él fueron los mayores esfuerzos de Apple durante años.
En 2001 presentamos el primer iPod. Y no sólo cambió la forma en que todos escuchamos música, cambió a toda la industria de la música.
Antes del iPhone, la del iPod fue la última revolución. Puso patas arriba a toda una industria musical, cambió la forma de entender el consumo de música, forzó a los creadores e intermediarios a aceptar un modelo de distribución impensable hasta entonces (compra de canciones sueltas en lugar de limitarse a álbumes completos), y normalizó como nadie la escucha de música en cualquier lugar, en un tamaño reducido, y con miles de canciones en el bolsillo.
Hoy estamos introduciendo tres productos revolucionarios de este nivel.
Aquel 9 de enero de 2007, comenzó la mayor revolución de todas las que Apple ha abanderado.
El primero: un iPod con pantalla panorámica y controles táctiles. El segundo: un revolucionario teléfono móvil. Y el tercero: un revolucionario dispositivo para comunicarse por Internet.
Jobs no dejó nada a la ligera para aquella presentación. Sabía que era el momento, sabía que era su momento. Años después pudimos conocer la anécdota del amarillo del logo de Google. También supimos que si todo salió bien aquel día fue en buena medida una cuestión de suerte: durante muchos ensayos, casi nada funcionaba como debía, y antes o después el terminal usado para la presentación se reiniciaba. El día D todo salió bien, pese a que al iPhone le quedaban más de seis meses para llegar al mercado de consumo. Todavía quedaba mucho por pulir.
Tres cosas: un iPod con pantalla panorámica y controles táctiles, un revolucionario teléfono móvil, y un revolucionario dispositivo para comunicarse por Internet. Un iPod, un teléfono, un dispositivo para comunicarse por Internet. ¿Lo entienden? No son tres dispositivos distintos. Es un solo dispositivo.
Las primeras reacciones fueron, en muchos casos, una mezcla de incredulidad (“no es viable tecnológicamente”) y desprecio jocoso, como muestran algunos comentarios del artículo de Engadget. Como dice el propio artículo de BGR, el que se lleva la palma de todos es el que recuerda que “todos estos comentarios son como los que había tras el lanzamiento del primer iPod”. En la industria, la reacción más memorable fue la de Steve Ballmer, entonces CEO de Microsoft, quien fue preguntado por el iPhone:
Diez años después, Microsoft ha pasado por varias etapas en la industria móvil, que han culminado con una silenciosa retirada del mercado de consumo, donde su papel nunca ha llegado a ser relevante, y únicamente entre 2013 y 2014 logró (más por mérito de Nokia antes de ser comprada) posicionarse de forma emergente, tendencia que jamás se consolidó: hoy, el pastel móvil se lo reparten Apple y Google. Nadie más.
El resto es historia. El iPhone, a lo largo de sus diez años de vida, reinventó el teléfono móvil y empujó a toda la industria a una forma casi única de plantear el smartphone. Exactamente la manera en la que Apple lo introdujo en 2007: una carcasa donde todo el frontal lo ocupa una pantalla multitáctil, con la botonera física reducida a su mínima expresión. Mientras tanto, varios históricos se quedaron por el camino, con dos a destacar:
BlackBerry descendió en la misma medida que Apple iba creciendo en el mercado móvil. Un lustro tras el primer iPhone, en 2012, se confirmaron los peores temores. 2013 arrancó con un sistema operativo renovado y la convicción de que haciendo las cosas menos como BlackBerry y más como Apple se podría salir adelante. Cuatro años después, BlackBerry es mucho menos de una sombra de lo que fue y ya nadie le tiene en cuenta a la hora de renovar su terminal. Sin consumo de masas ni mercado corporativo, BlackBerry ha acabado licenciando su marca, abandonando su plataforma, y sin nada que ofrecer al mercado.
Nokia llegó a tener una cuota de mercado superior al 50%, pero ni Symbian ni Windows Mobile ni Windows Phone fueron suficientes. El iPhone primero y Android más tarde le vapulearon hasta dejarle sin oxígeno, hasta tener que ser vendida a Microsoft, quien posteriormente mató su marca y acabó dejando de fabricar Lumias, despidiendo a casi todos los empleados que llegaron con la operación. De la Nokia que quedó sin arrasar por parte de Microsoft llega ahora un nuevo modelo con Android, pero su imagen de marca quedó tan debilitada, y sus potenciales campañas de marketing y relaciones con operadoras tan anuladas, que parece imposible pensar que vuelvan a tener un papel mínimamente relevante.
¿Y saben quién es el principal responsable? Exacto, el que hoy cumple una década. Menos de un semestre antes de este aniversario alcanzó las mil millones de unidades vendidas, justo tras el anuncio de sus resultados trimestrales correspondientes al Q3 de 2016.
En estos diez años hemos visto mejoras incrementales en el rendimiento del iPhone que han roto una y otra vez las previsiones, cambios de diseño sutiles y algunos algo más rompedores, ligeros experimentos sin continuidad, adiciones que acaba adaptando toda la industria como Touch ID, ocasiones en que fue Apple quien tuvo que subirse al carro la última como las pantallas grandes…
Pero ante todo, hemos visto una idea consolidada durante diez años y diez generaciones de teléfonos. Lo esencial, el concepto, no ha cambiado nada. Seguimos con un rectángulo con las esquinas redondeadas, donde todo el frontal es pantalla y apenas hay un botón de inicio, los de volumen y el de bloqueo, con la batería no-extraíble. Nadie en la industria puede sacar pecho de algo así. Y ningún otro fabricante puede decir que con una cuota de mercado global inferior al 20% es capaz de acaparar más del 90% de los beneficios de todo el sector. Hoy hace diez años que Jobs, con su media sonrisa tenue y su socarronería disimulada, comenzó a poner patas arriba una industria que se sigue resintiendo de aquel terremoto una década después.
Y lo llamamos… iPhone. Hoy, hoy Apple va a reinventar el teléfono. Aquí está.