Allá por 1574, en la Salamanca española, luego de salir airoso del proceso por herejía que por cinco años le montara la Santa Inquisición y al retomar su cátedra de Filosofía en la afamada universidad local, una de las más antigua de Europa, Fray Luis de León se dirigió a su alumnado y, abriendo su grueso libro, dijo: “Pues bien, como decíamos ayer…” y siguió con su clase como si no hubiera pasado un lustro.
Notable el temple del letrado varón, pues habérselas con los esbirros de la inquisición y salir casi venturoso del trance, no es bagatela. La acusación formal contra el que luego sería pilar del llamado ‘Siglo de Oro Español’, fue haber traducido directo del hebreo antiguo el famosísimo Cantar de los Cantares de don Salomón, sin tomar en cuenta la traducción del poema hecha en griego, que era la aceptada por la iglesia de ese entonces.
De ribete, el fraile dominico no tuvo la fineza de disimular su desprecio por la versión oficial y de no reírse de sus obvias pifias, como aquella de “tus senos como dos polluelos”, cuando en realidad el original decía ‘gacelas’, la acepción hoy aceptada. Gran diferencia hay entre los cervatillos y las crías de ave, pero para tender un juicio cabal habría sido necesario saber la talla de la Sulamita, lo que resulta punto menos que imposible.
Véase: con independencia de las diferencias físicas que hay entre las diferentes ‘sulamitas’ de diversos museos -unas de buenas carnes, como la de Durero; otras más bien bobas, como la de Dore-, los doctos en el tema, bien a bien ni siquiera se han puesto de acuerdo en la raza de la amada por el famoso rey. Si etíope, pues era negra; si blanca, entonces, cual afirman los israelís, era judía. Total que ni en eso hay consenso.
Vamos, hasta la autoría del texto está en duda. Hay doctos como el escritor José Emilio Pacheco, que afirman que se trata de una obra colectiva que se ha decantado al paso de milenios; otros, como Harold Bloom, señalan que en la hechura del canto participó una poetisa dada la visión femenina del erotismo de los versos. Algunos insisten en que se trata de la famosa reina de Saba. En fin, que hay tela de donde cortar…
Pero regresemos con Luis de León, que lo de la Sulamita va para largo. El fraile, como se dijo tuvo un desencuentro con la criminal inquisición que lo retuvo un lustro en la prisión. No lo torturaron, como sus verdugos querían, porque su familia y amigos eran de haberes y pagaron una fortuna para evitar su maltrato. Ni antaño ni hogaño se creyó que la traducción del texto fuera la razón de sus penurias. ¿Entonces?
Pues naá, como dijo el calé, que el asunto era de parné, es decir de mosca, pasta, perras, cuartos o, en español, dinero… y mucho. Resulta que al igual que Teresa de Ávila, que también tuvo líos con la Inquisición, el fraile era un cristiano converso (judío de origen) y la corte hispana necesitaba recursos para sus guerras en ultramar y dado que habían sacado a los moros (los árabes andalusís) el dinero tendría que salir de algún lugar…
Fina que salió la reina Isabel I de Castilla, quien después fuera llamada “la Católica”. En realidad la llamaban de muchas maneras: “la zorra”, los franceses, a los que hacía ver su suerte y a los que por poco y les declara la guerra; “la perra infiel”, los árabes, que estaban muy molestos, y otras lindezas por estilo los judíos, a los que extorsionaba. En México, muchos años más tarde, la llamarían “la mocha”, pero tan sólo por joder.
De su regio consorte, Fernando de Aragón, poco es lo que se puede decir, más allá de que era un estúpido. No obstante, sin buscarlo, generó una frase que ha resistido el paso de los siglos: “estar en Babia”. Cada que había un conflicto, él partía a cazar a un coto con ese nombre en la provincia de León. Existe allí también un castillo al que iba cuando quería descansar de la cacería, la que como se sabe, es muy estresante.
Empero, preguntará el lector, a qué viene tal narración que si bien no es extraña en esta non columna, lo es por su largura. Pues bien, como decíamos ayer… Perdón por el lapsus. Resulta que en la edición ha de conmemorarse el 10 de mayo y esta semana pasada se cumplió el 442 aniversario de la reclusión de tan insigne escritor y ello, como se habrá de comprender, no puede pasar desapercibido.
Cada cual puede solemnizar la efeméride que le plazca, y no debe ofenderse nadie, y menos aún los hispánicos dado que los festejos a la madre, al menos los modernos, los decretó en 1914 don Woodrow Wilson, simpático presidente racista yanqui que metió a su país en la I Guerra Mundial. El ajustar la fecha al día 10 de ese mes, fue una posterior entelequia de los ingleses. Dicen que sólo fue para enmendarles la plana a los gringos.
Además, yendo más allá de las bellas anécdotas personales, desde un punto de vista comunitario, muy poco es lo que hay que celebrar. Por ejemplo, en Quintana Roo la situación que enfrentan las miles de madres adolescentes que se dan año con año, es desastrosa, por decir lo menos. Válgase al Escriba este sarcástico juego de palabras: es un verdadero desmadre lo que ocurre con estas madres. Ole.
Según análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, desde el 2007 México ocupa el primer lugar, entre los 34 países encuestados, en lo que respecta a los embarazos de adolescentes, lo que significa el ocho por cien de la población femenina entre los 15 y los 18 años. Ello sin incluir los cada vez más frecuentes embarazos de niñas de diez a doce años, la mayoría resultado de la violencia sexual.
Según la misma organización, la mortalidad materna entre las adolescentes va de 137 a 142 casos por año y en los más de los casos la muerte ocurre por falta de una eficiente y oportuna atención médica, siendo Campeche, Morelos y Quintana Roo, en orden decreciente, los estados con mayor incidencia en el país. Como puede suponerse, los decesos son más frecuentes se dan en las zonas rurales de tales entidades.
El panorama no es desolador. En el estudio “Embarazo y Maternidad en la Adolescencia” de la organización Save the Children se señala que el 85 por ciento de los óbitos se dio bajo una deficiente atención médica en hospitales de la Secretaría de Salud. Ello evidencia que la falta de acceso a servicios de salud no es la principal causa de muerte materna, sino que lo es la calidad misma de la atención”.
Entrados en cifras y porcentajes, según reciente estudio del Instituto Nacional de Geografía, grande es la discriminación femenina en Quintana Roo y eso se puede apreciar en la brecha que se da en los ingresos por el trabajo: las mujeres ganan, en promedio 9.5 dólares, mientras que los hombres, por la misma tarea, obtienen poco más de 18 dólares, lo que indica que ellas ganan alrededor del 52% menos que ganan ellos.
Además, se explica en el documento, en los últimos años la jefatura femenina en el estado creció del 17.3 al 20.4 por ciento. Esto, pese a los denodados esfuerzos de mujeres como Rosario Ortiz Yeladaqui o Gabriela Rojo por de equilibrar la balanza, cuando menos en Quintana Roo. Como se puede ver, es bien poco lo digno de celebrarse el pasado 10 de mayo, yendo más allá de lo casuístico.
Para finalizar este tema, se dice que la candidatura del Pri para la presidencia municipal de Cozumel, la que busca Gina Ruiz, esposa del alcalde en funciones Fredy Marrufo -así se llama, no es broma- ha devenido en un desmadre, es decir, que ha salido de cauce. Aquí los coloquialismos van a la academia. Lo que en otros lares tildase de nepotismo, en la isla, con rural simpleza, se le llama mentecatez, como dijo el boxito.
El risueño edil, acaso con marina resaca, de seguro se dijo: “ya entre colegas, si el pícaro Willy Clinton pudo, no me quedo atrás y lanzo a la Hilaria, es decir la Hilary; es decir, la Gina…” Feroz estaba la cruda. Salvando diferencias, por ejemplo el que su Lewinsky se apellida Pech, Fredy erró en el cálculo, pues la continuidad de la rufiana política de González Canto tiene al estado up to the mother. Ya se lo explicará Perla Tun.
Vamos ahora a la ‘Casa de las Sirenas’, singular mezcalería del Centro Histórico de la Ciudad de México, a la que Teseo planea llevar a El Minotauro una vez que llegue a la gran urbe. El mucamo está en calidad de explorador y si bien no ha podido hallar aposentos dignos del Héroe, su principal cometido, sí que ha encontrado lugares donde el Señor del Mediterráneo pueda relajarse y disfrutar algunas copas y platillos.
En esta mezcalería singular no tan solo por la grandeza de su edificio -casona del Siglo XVI, atrás de la Catedral, a unos metros del Templo Mayor-, sino también por su comida y en especial la prehispánica. A los turistas incautos se les dice que allí iba a beber Cuitláhuac, pero es mentira pues se sabe que a donde iba por nehutle era a ‘Las Glorias de la Iztaccíhuatl’, allá por el barrio de los coyotes, hoy Coyoacán.
Dentro de su oferta destaca el ‘Filete Don Nicolás’, cocinado con hongos y flor de calabaza; el molli poblano, receta original; y desde luego su colección de 250 mezcales y tequilas, algunos ganadores de premios internacionales. Para Teseo un atractivo adicional del restaurante, es su cercanía al templo mayor donde se halla el temalácatl, una gran piedra labrada de forma circular donde luchaban los guerreros aztecas en honor al sol.
Así pues, se trata de un ‘circo romano’ prehispánico, pero a contrapelo del europeo, los que en el duelo se alzaban con el triunfo eran ingresados al ejército azteca; en la otra modalidad se perdía a los buenos luchadores. La caída del imperio romano se debió, entre otras cosas, a su falta de sentido común. Bueno, eso y a que sus mujeres, las hoy italianas, eran poco afectas al baño diario, pero eso es subjetivo y va en gustos y olores.
Y pues bien, como decíamos ayer: continuará.