La noche del 11 de julio del año pasado, hace casi un año, con la fuga del narcotraficante Joaquín “Chapo” Guzmán, el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong se alejaba varios pasos de sus aspiraciones presidenciales.
La noche del 5 de junio pasado, cuando se conocieron los primeros resultados que ponían al PRI en la lona al perder siete de las 12 gubernaturas en disputa, ocurrió lo mismo con el líder nacional de ese partido, Manlio Fabio Beltrones Rivera.
Así, a dos años de las elecciones presidenciales, pero a poco más de un calendario para que el PRI nomine a su candidato a la presidencia de la República, dos de sus principales aspirantes han tenido que dar pasos hacia atrás obligados por las circunstancias.
Aunque Osorio Chong se ha recuperado y, según las encuestas, encabeza las preferencias entre los priistas, actualmente el PRI no tiene ninguna figura que despunte frente a otras ofertas políticas que tienen propuestas consolidadas que se pasean por el país aprovechando cualquier “ventana” que les permita posicionarse ante el electorado.
Margarita Zavala, esposa del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa que a pesar de terminar su gestión en medio de severas críticas su figura se revalora con cada paso que da el presidente Enrique Peña Nieto, lleva la delantera en las preferencias de los panistas, lo mismo que Miguel Mancera en el PRD, Andrés Manuel López Obrador en Morena y Jaime Rodríguez Calderón “El bronco” como opción independiente.
Frente a ellos, desde el PRI no hay nadie que destaque, que despegue en sus aspiraciones. Todos están pegados a la pared, afectados por la baja popularidad de Peña Nieto, la peor para un presidente a estas alturas de su gobierno; los escándalos de corrupción protagonizados desde la misma presidencia de la República con el tema de la “Casa Blanca” y la protección a ex gobernadores como Humberto Moreira.
Por eso, porque nadie despega en la pista priista, aún en la lona por sus recientes derrotas electorales, Beltrones Rivera enarboló la autocrítica en el discurso con que anunció su renuncia a la dirigencia nacional del PRI.
Aceptó su responsabilidad, pero también repartió culpas y repartió parejo cuando habló de la corrupción que se solapa desde el poder. Aunque no dio nombres, la casa presidencial no quedó exenta de esos señalamientos y tampoco del reclamo sobre la falta de compromiso de los gobiernos priistas con el partido del cual emanan.
Con su discurso, Beltrones Rivera trató de ser empático con el electorado, de ponerse del lado del ciudadano, pero su nueva posición, marginado ya del PRI y del gabinete presidencial, a menos que milagrosamente el grupo Atlacomulco le abra las puertas, lo coloca en una situación endeble en la que solamente aspiraría a repetir como legislador.
Fue especialmente crítico con las “alianzas oportunistas”, como se refirió a los acuerdos electorales entre el PAN y PRD, pero en el escenario se perfila que ambos partidos postularían a un candidato presidencial común, porque por sí solos a ninguno le alcanzaría para ganar y juntos obligarían a que las preferencias electorales se dividan en tercias muy competitivas: PRI-Verde, PAN-PRD y Morena.
Pero mientras son peras o manzanas, al PRI le urge poner a caminar a alguien frente a Margarita Zavala, Miguel Mancera. Ya se vio en Quintana Roo que postergar la toma de decisiones no es buen consejo.
Platea
Hace una semana el gobernador electo, Carlos Joaquín González, pronunció en Puerto Morelos un discurso de conciliación.
“Los invito a todas y todos a tener calma y tranquilidad para que hagamos bien las cosas. La violencia no llevará a ningún lado, solo a terminar con lo que sí se puede hacer”, subrayó.
“Hay que pensar con la cabeza, no con el estómago”, subrayó.
Aquellos grupos que en la borrachera del triunfo pretenden generar el encono y promover actos como los de ayer en el Congreso, donde hubo destrozos cuando un grupo de personas ingresó por la fuerza para apoderarse del recinto, deberían tomar en cuenta las palabras de Carlos Joaquín.
A nadie hace bien actos como los de ayer, por fuerte que sean los desacuerdos con la pretensión de la XIV Legisladora de nombrar al nuevo titular de la Auditoría Superior del Estado.
Ese organismo está acéfalo desde la semana pasada y el Congreso se dispone a nombrar a nuevo titular que estará en el cargo siete años. Quienes se oponen a que ese trámite lo cumpla la XIV Legislatura argumentan que se trata de una irregularidad porque el período para que el cual será nombrado el nuevo funcionario supera el tiempo que le resta a la actual administración y a la próxima.
De cualquier forma, si el nuevo auditor es nombrado por la XV Legislatura, como reclaman los inconformes, el período para el que será designado también superará al del próximo sexenio, debido a que por una disposición federal vigente desde 2009 los auditores superiores deben estar siete años en el cargo.
Quizá la XIV Legislatura se complicó innecesariamente, pues era más sencillo llamar a Raúl Aguilar Laguardia, suplente de Emiliano Novelo Rivero, el auditor que renunció la semana pasada, para que asumiera el cargo hasta abril próximo, cuando concluía el período para el que ambos fueron designados en 2010.
Sin embargo, ya sea la XIV Legislatura o la XV, la designación del nuevo auditor es una responsabilidad que debe ejecutar el Poder Legislativo sin la intervención del Ejecutivo, del saliente o entrante. De cualquier manera la estructura del órgano auditor no cambiará, el trabajo lo seguirán haciendo los mismos contadores que lo han hecho hasta ahora.
Hay mucha soberbia, demasiada arrogancia entre quienes un sector de aquellos que creen ganaron con el triunfo de Carlos Joaquín. Que no se confundan y mejor acaten la directriz de pensar con la cabeza y no con el estómago.
Luneta
Los movimientos ganan o pierden credibilidad dependiendo de quién los encabece. Martha Silva, beneficiaria por partida doble de los últimos tres sexenios en los que ella y su hijo Luis García Silva , actual delegado de la Secretaría de Economía, ocuparon cargos de primer nivel, asomó la cara como promotora de la toma del Congreso
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