El ahora exsecretario de Relaciones Exteriores es el candidato dentro de Morena de aquellos que no simpatizan con la Cuarta Transformación. Marcelo Ebrard representa a la sociedad aspiracionista mexicana, a la clase media, esa que es constantemente defenestrada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Lo vimos cómodo conviviendo con aquellos privilegiados que pudieron pagar su estancia en Qatar durante el reciente Mundial de Fútbol. En sus recorridos por las calles y plazas de Qatar, estuvo rodeado de un público que normalmente es fuertemente crítico con los políticos, pero él se sintió cómodo e incluso escuchó algunas porras.
Es un político con arrojo, cuidadoso de las formas y más institucional que rebelde. Es una persona preparada, conciliadora, progresista (para no emplear esa palabra, de izquierda, tan manida y desgastada).
Como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, estableció medidas que aún perduran y que le valen reconocimientos, pero también ha tenido errores que le han significado costos políticos importantes. Las simpatías que despierta fuera de la Cuarta Transformación le darían la ventaja que necesita para ganar las encuestas que servirán para designar al candidato presidencial de Morena.
No le alcanza si, como es muy previsible que ocurra, la medición se hace solo entre simpatizantes morenistas. En ese caso, la ventaja es para Claudia Sheinbaum. De hecho, la contienda interna la polarizan ambos, Claudia y Marcelo, y en un descuido, esta polarización podría darle la posibilidad a Adán Augusto López de colarse, lo que no le molestaría al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Quizá ese panorama movió a Marcelo Ebrard a prometer que, en caso de ser el candidato y ganar la presidencia, crearía la Secretaría de la Cuarta Transformación y nombraría como su titular a Andrés Manuel López Beltrán, el hijo del presidente que mueve con autonomía piezas dentro del gabinete de su padre.
Con esa acción, Ebrard quiso rebasar por la izquierda a Claudia Sheinbaum y tomar la delantera… pero le salió el tiro por la culata. Fue rechazado por el propio Andy Junior y ese sector del morenismo que quería atraer, pero además también recibió recriminaciones de sus simpatizantes más allá de los muros guindas.
Es decir, el excanciller perdió por todos lados. Fue un mal cálculo de quien, por su fama de estratega, fue contratado por Hillary Clinton para operar votos hispanos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.
Ya veremos con el paso de las semanas qué tanto le afectó a Marcelo Ebrard esta fallida iniciativa, pero lo que se demuestra con esto es que tanto afuera como adentro no se termina de entender a la 4T, y entenderla es clave para enfrentarla con éxito.