La bióloga Susana Enríquez Domínguez, investigadora titular de la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales de la UNAM en de Puerto Morelos, reiteró que no es aceptable que el sargazo sea enterrado, pues su proceso de putrefacción se acelera.
Al ser enterradas grandes cantidades, su descomposición se acelera y al agotar el oxígeno se generan arsénico y otros componentes, como metano y sulfídricos, compuestos típicos de las fosas sépticas, apuntó.
Detalló que el sargazo en sí mismo no es tóxico, sino que se vuelve tóxico si se concentran grandes volúmenes del alga en un mismo destino.
Sacar el sargazo del mar, secarlo y compactarlo está bien, pero no el que después se entierre porque así es rehidratado por agua de los mantos freáticos o de lluvia y se comienzan a descomponer generando los ácidos y componentes antes mencionados, explicó.
Dijo que, indudablemente, por las características del subsuelo de toda la península, esos lixiviados se filtran y afectan el manto freático, el agua que se bebe, al igual que la del mar, además de los arrecifes de coral.
Enterrar el sargazo en una zona de ríos subterráneos que se comunican y hay constantes precipitaciones contamina cenotes, ríos subterráneos y el mar, con lo que inevitablemente se afecta también a los arrecifes de coral, insistió.
Enríquez Domínguez opinó que luego de sacarlo del mar, secarlo y compactarlo, el sargazo debe ser almacenado en lugares secos y posteriormente tratar de darle un uso útil. “El problema que persiste en este momento está en el Atlántico con la presencia de esta alga, entonces hay que buscar una solución a medio y largo plazo porque, de lo contrario, se va a estar enterrando por años”.
Fuente: Infoqroo