Muy triste, desalentador resulta que a 106 años de comenzada la guerra civil mexicana, primera revolución social del Siglo XX –anterior a la rusa– el estado de la corrupción que alentó el levantamiento, las conductas ilícitas de los caudillos revolucionarios y el sello indeleble del latrocinio que ha caracterizado a la mayoría de nuestros gobernantes, en vez de extinguirse se hayan potenciado en nuestros tiempos, dándole una vergonzosa vuelta al milenio. Veracruz, Quintana Roo, Chihuahua, Sonora y –recién sale a la luz– Durango, pero también el municipio de Cuernavaca, el gobierno de la Ciudad de México y la iniciativa privada siguen aportando pintas al perverso tigre del abuso del poder y el dinero.
Nuestra historia, lamentablemente, muestra un continuo corrupto desde mucho antes del alzamiento de Francisco Madero que no cambió durante la conflagración revolucionaria y persiste en nuestros días.
Ya mejor ni hablemos de la corrupción en el mundo –muy frecuente y extendida–, porque con razón o sin ella los mexicanos somos considerados campeones en la materia.
Es alentador en cambio, de alguna manera, que el gobierno de Carlos Joaquín González esté poniendo empeño para la erradicación de las prácticas corruptas, en función de lo cual solicitó personalmente ser incluido en una afamada organización pro-transparencia.
Dice la vocera estatal: “El Gobernador Carlos Joaquín firmó este martes la carta de intención para aplicar la plataforma denominada Transparencia en Publicidad Oficial, con la que se fortalece la rendición de cuentas, la cultura de la transparencia, la participación ciudadana y el ejercicio del derecho de acceso a la información pública gubernamental en materia de publicidad oficial.
“Dicha plataforma es una herramienta tecnológica que permitirá transparentar el gasto en publicidad oficial y comunicación social del gobierno de Quintana Roo y es una iniciativa desarrollada por el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de datos Personales (INAI), y Fundar, Centro de Análisis e Investigación A.C.”
No cabe duda de que es deseable el aseo propuesto, y lo dice alguien –el de la pluma– que trabajó bajo contrato para el gobierno de Roberto Borge en vista de que las transacciones de dicho convenio fueron públicas y legales, aunque no son mentira los señalamientos de vicios y triquiñuelas en el trato del régimen anterior con los medios y los abusos de los comunicadores oficialistas contra los adversarios del mandamás –léase: los actuales dueños del poder–.
Sin embargo, en el marco de un gobierno que hasta ahora se ha propuesto excluir a los periodistas y medios locales de su estrategia de comunicación, llama mucho la atención que sea sólo este rubro el que se ponga bajo la lupa, reservándose la administración pública parcelas en las que danzan muchos más millones que en los convenios de publicidad y difusión, como en la asignación de obras y adquisiciones, por mencionar sólo a un par de los más jugosos.
Estaría muy corto el propósito traslúcido del gobierno, signado primero que nadie por la cerrera alcaldesa mata-periodistas –todos “chayoteros”, para ella– Perla Tun (“Trump”, la apellidan los reporteros agredidos) Pech, de Cozumel.
Los periodistas estamos padeciendo una severa marginación y exclusión por parte de este gobierno, que lamentablemente tiene claros signos de revanchismo y que ha echado mano de los perversos y corruptos funcionarios de Artículo 19 –cobraron y asistieron a Cancún con todos los gastos pagados en lujosos hoteles– para justificar el “borrado” de todo un gremio.
Ya le comentaremos al lector sobre sospechas de corrupción de los mismísimos promotores nacionales de la transparencia que se ensañan inexplicablemente con los medios y los periodistas, que mucho tiene que ver con los “agentes del cambio”.
Muy bien, si lo que es parejo no sale chipotudo. Mal si se trata, como parece, de otra agresión a los comunicadores locales.
Todavía le quedan algunos gramos del beneficio de la duda a Carlos Joaquín. Ojalá que esto –el odio a los periodistas– sea sólo un fenómeno transitorio.
Correo: [email protected]
Twitter: @Columnacafe