CANCÚN, 7 de junio (SIM).- El director de Comunicación Viral, Rubén Ríos, entrevistó vía streaming al empresario de barbería Oscar Wall, quien fue secuestrado en octubre de 2018 en esta ciudad y ahora vive fuera del país por razones obvias.
De origen veracruzano y radicado en Estados Unidos durante su niñez, llegó a Quintana Roo con sus padres para trabajar en un negocio de cortinas para protección contra huracanes. En Cancún, después de llevar una vida desenfrenada, conoció la fe cristiana, a la que se convirtió y comenzó a trabajar con la gente de la calle en su centro “El clamor del pueblo” en 2006.
Sin embargo, atravesó momentos difíciles en materia económica, lo que lo llevó a emprender su negocio de barbería y convertirlo en una franquicia que se expandió a tres estados y varios municipios de Quintana Roo. Surgieron rumores de que “lavaba dinero”, algo que Oscar Wall desmintió personalmente.
Al relatar su secuestro, aparentemente fue entregado por uno de sus amigos, quien lo invitó a un bar ubicado en el Hotel Crystal. Al salir del lugar para dirigirse a su casa, fueron emboscados por los secuestradores, quienes le propinaron un golpe en la cabeza, lo subieron a una camioneta Patriot, lo despojaron de todas sus pertenencias y lo llevaron al fraccionamiento Las Américas, donde su chofer recibió un disparo en la cabeza.
En esa casa de seguridad, lo dejaron en un cuarto al final de la construcción, amarrado. Aproximadamente a las 10:00 de la mañana, lo sacaron del cuarto y lo obligaron a sentarse en una silla, donde fue interrogado y torturado. Le preguntaron sobre el lavado de dinero, le aplastaron los pies y las articulaciones, y lo golpearon en todo el cuerpo con una tabla y un martillo.
“Agarraron unos cables y me amarraron los dedos de los pies, conectaron esos cables a la electricidad y fue un dolor horrible. Lo hicieron alrededor de ocho o nueve veces. Me dejaron amarrado en el suelo, con cinta en la cara, y sentía que me ahogaba”, relata Wall.
Permaneció secuestrado durante cinco días, fue apuñalado con un picahielo y vivió controlado por el miedo, ya que el miedo paraliza.
A su esposa le exigieron un millón de pesos, y ella los canalizó a través de su hermano. Sin embargo, Oscar logró escapar debido a que fue amenazado la víspera de que sería su fin. Temía ser desmembrado. Lloró porque pensó que no vería crecer a sus hijos y comenzó a hablar con Dios.
Asegura que lo que Dios hizo en su vida, al salvarlo, ahora no toma ni una pastilla ni va al psicólogo, porque Él le quitó las secuelas. “Dios estaba ahí, le dije que si podía sacarme de ahí, como lo hizo con Pedro. No quiero morir, quiero recuperar mi matrimonio, dame otra oportunidad”. Me dormí y a lo lejos escuchaba los ronquidos de mis dos cuidadores.
Narra que abrió sus piernas y las cintas se rompieron, luego se liberó de las ataduras de sus manos y pies. Vio las pistolas pero decidió no agarrarlas, ya que dispararles llamaría la atención de los demás secuestradores. Luego vio un martillo, pero optó por salir por la puerta. Subió por una escalera y se dio cuenta de que estaba en el fraccionamiento, ya amanecía.
Escapó como pudo, salió por una privada y se mantuvo escondido porque sentía que lo perseguían. Era un jueves y la gente ya estaba llevando a sus hijos a la escuela. Estaba en contra del reloj. Pidió ayuda a una mujer que conducía un vehículo, y ella lo ayudó a escapar del lugar porque lo conocía.
Sus emociones fluctuaban, se encontraba en condiciones infrahumanas. Lo llevaron a la casa de su cuñado y agradeció a la mujer porque arriesgó su vida para salvarlo. Llamó a su casa para pedirles que se fueran, y a su hermano y padres les dijo lo mismo. Un amigo lo sacó del estado.
Ante la pregunta expresa sobre la motivación de su secuestro, explicó que era una presa fácil, ya que compartía todas sus historias de éxito en las redes sociales y existen grupos que actúan en nombre de los grupos criminales del país. Querían dinero.
Le queda claro que, si la policía hubiera querido hacer algo, lo habría hecho, ya que el primer indicio fue la falta de seguridad en el fraccionamiento.
Después de diez días, un político de Yucatán lo ayudó a salir del país y desde hace dos años vive en Estados Unidos.