Cuerpo y rostro escondido, caña de mimbre en la mano, la mujer avanza, levanta el brazo y azota a la condenada arrodillada. Es la última recluta de una nueva brigada femenina encargada de flagelar a las mujeres en Aceh en virtud de la sharia.
Al principio, la ejecutora, con túnica sobre pantalones marrones, vaciló un poco antes de golpear. Tuvo que ser animada, pero encontró su ritmo.
La condenada es una mujer soltera, detenida en una habitación de hotel con un hombre. Vestida de blanco, con la cabeza inclinada hacia abajo, no se mueve. Sólo sus manos juntas tiemblan, signo del sufrimiento soportado.
Zakwan, investigador en jefe de la policía religiosa -la Wilayatul Hisbah- está satisfecho con su recluta. “Su técnica es buena”, dice a AFP.
Aceh, en el extremo de Sumatra, es la única región de Indonesia que aplica la ley islámica, la sharia. Esta provincia muy conservadora goza de una relativa independencia desde un acuerdo concertado con Yakarta en 2005 para poner fin a un conflicto de varias décadas con los rebeldes independentistas.
A pesar de que el presidente de Indonesia, Joko Widodo, y las organizaciones de defensa de los derechos humanos piden el cese de la flagelación, ésta sigue siendo la regla.
En Aceh, donde el velo es obligatorio para las mujeres, se castiga el adulterio, las relaciones sexuales fuera del matrimonio o con una persona del mismo sexo.
El consumo de alcohol y el juego están prohibidos. El cine también está prohibido para evitar comportamientos “no islámicos”. En caso de transgresión, son 10 golpes por un gesto de afecto en público, 40 por beber alcohol, más de 100 en caso de una relación homosexual o con un menor.
Hasta ahora, era habitual ver a los verdugos golpear a las mujeres en las gradas frente a multitudes ruidosas que toman fotografías y vídeos con sus teléfonos inteligentes.
Sin piedad
En los últimos años aumentó el número de mujeres condenadas por delitos religiosos y Aceh decidió crear una brigada femenina de verdugos, como en Malasia.
En la actualidad, ocho de ellas se dedican a la flagelación, al igual que una decena de hombres. Por razones de seguridad, las autoridades no autorizaron a la AFP a interrogarlas.
“Las entrenamos para estar seguros de que tienen la capacidad física y saben cómo infligir correctamente la flagelación”, brazo tendido para limitar las heridas, explica Zakwan, que, como muchos indonesios, sólo lleva un nombre. Y “tenemos que adoctrinarlas para que entiendan mejor su papel y no tengan piedad de las que violan las leyes de Dios”.
El año pasado, 43 hombres y 42 mujeres fueron condenados oficialmente a azotes por delitos religiosos únicamente en Aceh. Anteriormente, los castigos se dirigían principalmente al consumo o a la venta de alcohol, al juego, y sobre todo a los hombres.
En los últimos tiempos se presta más atención a los gestos de afecto en público, el adulterio y las relaciones sexuales prematrimoniales, lo que significa que hay más mujeres. La tendencia es al endurecimiento.
Este verano, el Consejo de Ulemas de Aceh emitió una fatwa (edicto religioso) en el que se prohibía el videojuego popular PUBG, puesto que insulta al islam. También están prohibidos los partidos de fútbol femeninos porque no hay estadio para las mujeres.
En Aceh, 220.000 habitantes, las distracciones para los jóvenes son escasas. Paseos por la ciudad o por las playas. Pero la Wilayatul Hisbah está en todas partes. Las patrullas de la policía religiosa recorren los espacios públicos, los restaurantes, los cafés, vigilan a la población día y noche y actúan sobre la base de denuncias.
En escenas de patrullaje en camioneta, seguidas recientemente por un equipo de la AFP, policías vestidos de caqui se acercan a una pareja sentada en la playa y se las apaña con una reprimenda. En otros lugares, un grupo de hombres y mujeres, que se encontraban en una cafetería alrededor de las 03H00 de la mañana, son detenidos bajo sospecha de haber violado la legislación sobre la separación entre hombres y mujeres solteros.
Por su parte, Amnistía Internacional pide regularmente que se abandone la flagelación. “Golpear con una vara es un castigo inhumano y degradante que puede constituir un acto de tortura”, declaró a AFP su director ejecutivo, Usman Hamid. Sin embargo, esta práctica cuenta con el amplio apoyo de la población de la provincia de Aceh, cuyos cinco millones de habitantes son musulmanes en un 98%.
“Se necesitan castigos más severos, como la lapidación, no sólo la flagelación en Aceh”, dice por ejemplo Saiful Tengkuh, un residente.
La provincia de Aceh previó una vez la decapitación para los crímenes más graves. El gobierno central vetó el proyecto.