La polémica nunca abandonó a Carlos Bibiano Villa Castillo desde que llegó a Quintana Roo en abril de 2011 para hacerse cargo de la Secretaría de Seguridad Pública, al que renunció este miércoles. De hecho, la trajo consigo y sus colaboradores más cercanos, los integrantes de su círculo íntimo, parecían copiarlo en todo.
Llegó precedido de fama de duro, de haber impuesto orden en las calles de Torreón, donde era jefe de la Policía Municipal antes de llegar a Quintana Roo, pero sus críticos afirman que en realidad dejó la Comarca lagunera convertida en la segunda región más insegura del país.
De 65 años de edad, el ahora ex secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo, maneja sus propios códigos, es un desconfiado permanente de la Policía Federal, “porque no tira a matar” y su principal esparcimiento “son las mujeres, por ellas sí me dejo vencer”.
En su lugar, fue nombrado Juan Pedro Mercader Rodríguez, el primer civil en la historia de Quintana Roo en ser jefe de la policía estatal, pero aunque le deseó suerte, en Torreón el Gral. Villa tenía su propia opinión sobre el trabajo de ese tipo de funcionarios.
“El personal militar está adiestrado para el combate. No se raja. Hemos tenido civiles que a la hora de los chingadazos se les frunce. Antes aquí (en Torreón) correteaban a los policías, ahora ni madres, los correteamos a ellos y donde los alcanzamos los matamos. Aquí hay que romperle la madre al cabrón que ande mal”, decía antes de llegar a Quintana Roo.
Sus polémicas, atrabancadas maneras llamaron la atención de medios de comunicación de la ciudad de México, que le hicieron diversos reportajes y entrevistas.
“Cuando agarro a un Zeta o Chapo lo mato. ¿Para qué interrogarlo? Que le vaya a decir a San Pedro lo que hizo. El Ejército tiene seguridad e inteligencia, no necesita información. El día que ellos me agarren a mí no me van a agarrar a besos. ¿Verdad? Me van a hacer pedazos. ¿Y qué? A eso estoy expuesto. El día que me toque, allí nos amarramos y punto”.
Y justamente su primer incidente polémico, grave en Quintana Roo, ocurrió cuando ordenó dispararle al ocupante de una camioneta que perseguía a un peligroso delincuente en Chetumal.
El segundo tuvo que ver con la fulminante destitución del director de la cárcel de Cancún, Higinio Sánchez Baltazar, uno de los elementos incondicionales que trajo de Torreón, que no logró tener el control del penal, en cuya gestión se presentaron varios incidentes con los presos, entre ellos un motín grave, que pudo alcanzar proporciones mayores.
Resultó que el perseguidor era un elemento de la dependencia a su cargo, que murió a causa del certero disparo que recibió por la espalda por parte de uno de los hombres de confianza del Gral. Villa.
A raíz de allí, los policías quintanarroenses le apodaron el “Matazetas” y por ese incidente ocurrido en septiembre de 2011 fueron procesados penalmente a dos de sus más cercanos colaboradores que trajo de Torreón, a los que inicialmente trató de defender. Allí se habló por primera vez de su probable destitución.
Villa Castillo ingresó al Ejército a los 16 años por orden de su madre. Fue el penúltimo de los 36 hijos que tuvo su padre con seis mujeres. Es masón, dice ser incorruptible y leal hasta la muerte: “A mí no me da vergüenza decirlo: mi padre es el Ejército y mi madre la Patria. A ellos les debo todo. Me educaron, me adoctrinaron y me prepararon para esto”.
Se especializó en telecomunicaciones. Se preparó durante 16 años. Recibió entrenamiento en Israel. Tiene dos licenciaturas y una maestría. Posee un equipo escáner valorado en 4 millones de pesos para interceptar llamadas del enemigo que lleva a todos lados, al igual que a un grupo de 30 agentes que forman parte de escolta personal.
Justamente ese grupo fue detenido en Campeche con un arsenal, cuando se trasladaban a Chetumal desde Torreón para integrarse a la policía quintanarroense. Fueron liberados luego de aclarar su situación.
“Nosotros siempre tiramos a matar al narcotraficante. Nunca al civil. En cuanto ellos ven que empieza la balacera corren y todos pecho a tierra y a cuidarse”, dijo en una entrevista.
–Hay leyes, general. Usted decide quién debe morir o vivir… ¿no cree que eso lo decide Dios? -le preguntó una reportera en Torreón, cuando era jefe de la Policía de esa ciudad.
–Pues sí, pero hay que darle una ayudadita -respondió.
–Si se le acerca uno de esos para hablar…
–Allí mismo lo mato. Yo me lo chingo.
–¿Mata, luego averigua?
–Así debe ser. Es un código de honor.
Siempre se ha hecho pasar por Francisco Villa. De hecho, afirma que es el último descendiente del Centauro del Norte. En realidad, es nieto de Jesús Arango, alias El Bizco, primo hermano de Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa.
Llegó a tener un programa de radio que él mismo conducía en el Sistema Quintanarroense de Comunicación Social. Dos veces a la semana hablaba de las acciones emprendidas, recibía llamadas, regañaba a la gente y proporcionaba su celular personal para que le enviaran cualquier denuncia. Su estilo atrabancado ayudó a que ya no tuviera el espacio.