Frente a los problemas políticos y los desencuentros que han dividido a la región ante la Cumbre de las Américas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quiere ganarse la complicidad de los demás países con una cooperación económica más estrecha que, de paso, sirva para contener la inmigración. El plan de Biden comprende reforzar los bancos de desarrollo de la región, en particular el BID, por quitar trabas al comercio y por facilitar financiación a los países que sufren el problema migratorio, aunque carece de concreción y de cifras de inversión. Sin embargo, la propuesta no pasa apenas por ahora de los buenos propósitos y en la mayoría de las materias es la promesa de iniciar un camino para reforzar esos lazos.
En la ceremonia de apertura de la cumbre, que se celebra esta tarde en Los Ángeles (madrugada del miércoles al jueves en España), Biden anunciará la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas, que en la Casa Blanca consideran “un nuevo acuerdo histórico” para impulsar la recuperación y el crecimiento de la economía de todo el continente americano. La ceremonia, en todo caso, llega deslucida por las ausencias, principalmente la del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y por una sensación de pérdida de peso e influencia de Estados Unidos en la región.
Tras la presidencia de Donald Trump, que exhibió el discurso más duro contra la inmigración y potenció el nacionalismo económico, Biden tenía la oportunidad de generar complicidades en la región y la Cumbre de las Américas parecía una ocasión propicia para ello. Sin embargo, las prioridades geoestratégicas, con la guerra de Ucrania de forma inmediata y el desafío chino a largo plazo, han dejado en segundo plano la política regional.
Algunos líderes latinoamericanos, de hecho, acabaron teniendo con Trump una relación mejor que la que han exhibido hasta ahora con Biden. Bolsonaro, antes de viajar a Los Ángeles, se ha deshecho en elogios hacia el anterior presidente e incluso ha parecido dar por fundados los bulos sobre que le robaron las presidenciales. Y hasta López Obrador acabó entendiéndose con Trump mejor de lo que lo ha hecho hasta el momento con Biden.
Con varios gobiernos de izquierda y populistas poco amistosos con Washington, con la hostilidad mutua frente a los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua, con una crisis migratoria que no ha sabido abordar y con la apuesta inversora de China en la región, el peso de la política exterior estadounidense ha decaído en un continente muy golpeado sanitaria y económicamente por la covid.
La economía de Latinoamérica y el Caribe ha sido la más afectada por la derivada de la pandemia, que además ha provocado una crisis migratoria sin precedentes. Ha aumentado la desigualdad, millones de personas han caído en la pobreza y la inflación, de la que Estados Unidos no se libra, ha erosionado el poder de compra de las familias. Estados Unidos prepara junto con otros países de la región una declaración sobre inmigración que pondrá el acento en la responsabilidad compartida y en la necesidad de promover el desarrollo en los países de origen para desincentivar la migración.
Sin resultados inmediatos
“La Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas reconstruirá nuestras economías”, sostiene un alto cargo de la Administración Biden. Reforzar las cadenas de suministro, fomentar la innovación en el sector público y privado e incentivar las inversiones que permitan combatir el cambio climático son los propósitos de esa alianza.
No habrá resultados inmediatos que salgan de Los Ángeles, sino que tras la conclusión de la cumbre, Estados Unidos celebrará consultas iniciales con los socios del hemisferio y las partes interesadas sobre varias áreas. De hecho, fuentes que han participado en las negociaciones señalan que los documentos son genéricos y se han limado mucho en aras del consenso.
Con todo, las propuestas más avanzadas consisten en reforzar las instituciones económicas regionales y movilizar la inversión. La idea es que sus mecanismos de financiación movilicen niveles mucho más altos de inversión privada. “Reforzaremos juntos las instituciones económicas regionales del hemisferio, como el Banco Interamericano de Desarrollo, incluso mediante reformas para impulsar la ambición climática, la inclusión social y el desarrollo del sector privado”, ha señalado la misma fuente. Estados Unidos se plantea tomar una participación de capital en BID Invest, el brazo dedicado a la financiación del sector privado del BID. Además de reforzar las instituciones propiamente regionales, entre ellas la CAF, Estados Unidos también promete trabajar para que las instituciones financieras y económicas internacionales, en particular el Banco Mundial, den la debida prioridad a la región.
Otro propósito es apoyar especialmente a los países que acogen a un gran número de migrantes o refugiados, o que quieren hacer reformas ambiciosas en línea con los objetivos de la Alianza.
Menos trabas comerciales
Esa cooperación más estrecha pasa también por eliminar trabas comerciales. Aunque Biden no planteará nuevos acuerdos de libre comercio, sí que propone cooperar para facilitar el tráfico aduanero, avanzar en la transparencia y las buenas prácticas regulatorias, perseguir altos estándares en la economía digital, apoyar las tecnologías emergentes, mejorar las cadenas de suministro de energía y alimentos, avanzar en normas laborales y ambientales exigentes e incentivar la responsabilidad corporativa.
Dentro de esos enunciados más bien genéricos está también el de ampliar la participación en la economía formal, incluyendo medidas fiscales y de lucha contra la corrupción, así como la cooperación y las inversiones en infraestructuras en ámbitos como la migración, la educación, la salud, el desempleo y la jubilación, el cuidado de los niños y la capacitación económica de las mujeres. Y en cuanto a cambio climático e inversiones verdes, profundizar en la cooperación en materia de tecnologías y mejores prácticas y mecanismos para aumentar la inversión pública y privada, entre otros objetivos.
Estados Unidos quiere que los resultados de la cumbre apaguen la polémica sobre la lista de invitados y asistentes. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha declinado asistir y ha sido secundado por otros líderes de la región tras la decisión de la Casa Blanca de no invitar a los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro; Cuba, Miguel Díaz-Canel, y Nicaragua, Daniel Ortega, aludiendo a la “falta de democracia” en sus países. Las negociaciones han permitido finalmente que asistan los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro, y de Argentina, Alberto Fernández, pero la atención ha estado centrada en ese asunto hasta la misma semana de la cumbre, pues Estados Unidos no clarificó su posición hasta el último momento.
Junto a los aspectos económicos y a los temas de salud, cambio climático, digitalización y energía, el otro gran asunto de la cumbre es la migración. Estados Unidos ha preferido sacar de la cumbre en sí la Declaración de Los Ángeles, prevista para este viernes, que pretende dar un enfoque integral y de responsabilidad compartida a la crisis migratoria. De este modo, evita que sea necesario un consenso, pero al tiempo corre el peligro de que haya países que se desmarquen de la declaración. En Los Ángeles no están presentes los países latinoamericanos más afectados por la crisis migratoria. Washington ha señalado que confía en que México se comprometa con los acuerdos migratorios que se adopten, pero el Gobierno mexicano no se ha pronunciado, de momento, al respecto.