El duelo entre las selecciones Argentina y Brasil de este jueves será la del clásico de mayor rivalidad del fútbol sudamericano, la que enfrente a Messi y a Neymar, y la que podría despertar en la Albiceleste la pesadilla de 1970.
Rutas opuestas
Aquel fue el último año en el que la poderosa Argentina quedó fuera de una Copa del Mundo y ya hay quien alerta de que si la bicampeona no endereza pronto el rumbo, la recta final hacia Rusia-2018 puede convertirse en un calvario.
Pero este apretado premundial es una montaña rusa. En solo tres meses, Edgardo Bauza pasó de lograr la vuelta de Messi a la selección, y de debutar poniéndola líder, a conducirla a la sexta plaza, fuera de los puestos para la próxima Copa.
Mientras, por el carril contrario, Brasil escapaba a toda velocidad de sus dos años en el infierno lanzada por los cuatro triunfos con los que comenzó la era Tite.
El técnico, sin embargo, tiene claro que poco importan en este clásico las realidades de cada uno.
“No me gusta ser hipócrita. Para la clasificación, el partido vale los mismos tres puntos, pero la dimensión que trae el clásico, la historia extraordinaria de los dos equipos le dan un componente diferente”, confesó este miércoles en rueda de prensa.
Messi y Neymar
Además, en esta inversión de trayectorias de los últimos meses faltaba un pasajero: Lionel Messi.
“Hoy Messi es el mejor”, afirmó rotundo Tite cuando anunció su lista para el duelo. Y en la Seleçao nadie lo duda.
Durante el desplome de Argentina, cuando a esta generación harta de que la fortuna le saque la lengua comenzó a deambular errática, no estaba él. De baja por lesión, el capitán vio por la tele los decepcionantes empates contra Venezuela y Perú (2-2), así como la alarmante derrota en casa ante Paraguay (1-0).
En urgencias, la Albiceleste se encomienda ahora a su mago con los números en la mano. Sin Messi, el equipo consiguió apenas una victoria en siete partidos por las eliminatorias, y con él tres triunfos en tres encuentros.
Demasiado en juego como darle abrazos al enemigo, por mucho que enfrente esté uno de sus grandes cómplices en el Barcelona.
Después de volar juntos desde España, los dos astros interrumpirán durante 90 minutos una amistad tan poco probable como consolidada, pero imposible cuando el balón rueda a este lado del Atlántico.