Caminito de la fama

Óscar González Ortiz
Café Negro

Caminito de la fama


Aquí en Quintana Roo ya no es tan difícil explicar por qué un agitador y chantajista como de hecho lo es Pedro Celestino Canché Herrera ha logrado vender a la opinión pública fuera de Quintana Roo su caso, que es simple y llanamente un litigio penal por la imputación de un delito común, como si se tratase de atentado del gobierno contra la libertad de expresión. Es que detrás de su pírrica fama hay intereses basados en millonarios negocios ilícitos y en los enconos de los enemigos del gobernador de Quintana Roo Roberto Borge Angulo, que son tales porque desde el comienzo de su mandato se negó a mantener sus insultantes prebendas a costa de las arcas públicas.

Las principales impulsoras de la causa del “periodista mártir”, supuesto activista maya que defiende las causas de sus oprimidos paisanos indígenas, pero que en realidad es un vividor que se la pasa como magnate en los destinos turísticos más lujosos del estado, son Norma Madero Jiménez y Lydia Cacho Ribeiro. La primera, con la llegada de Borge al poder, por voraz perdió un jugoso contrato de publicidad en su revista Luces del Siglo, herencia de su fallecido esposo, él sí periodista, Joaquín Paredes Puente; la otra dejó de recibir la millonaria subvención de su refugio para mujeres, CIAM de Cancún, de muy dudosa reputación pero de vigoroso cash flow. Norma no es periodista y Lydia, que sí lo es, se volvió estrella internacional gracias a que sufrió los abusos de el entonces gobernador de Puebla Mario Marín, el “góber precioso”, como lo bautizó para la posteridad en cerril empresario textilero Kamel Nacif, exhibido por ella en el pegote de periódicos locales titulado Los demonios del edén, “obra cumbre” contra el pederasta Jean Succar Kuri, para la que sólo necesitó habilidad con las tijeras y un lápiz adhesivo Pritt… o el consabido copy-paste de nuestra era digital.

Este reportero trabajó con el maestro Paredes en los inicios de Luces como jefe de Redacción, mientras Madero y su madre atendían una lonchería y aquélla además se encargaba de los mandados de su esposo y la cobranza de publicidad. ¡Eso sí que lo hace muy bien!, mas no soportó quedar privada de las generosidades de un gobierno que incluso instaló en su casa un aparato de hemodiálisis durante la etapa terminal derivada de las múltiples enfermedades que aquejaban al sagaz columnista y comentarista político, con una mujer muy buena para las tortas, los mandados y el billete.

Cuando quedó al descubierto que unos supuestos clones de Luces del Siglo salían de los talleres propiedad de Madero, financiados por el exalcalde perredista de Cancún Julián Ricalde Magaña y su hermana, la legisladora federal panista Alicia, y los pretendidos atentados del gobierno estatal contra la libertad de expresión, llevados a los tribunales, se resolvieron en una vacilada, en la consignación de Pedro Canché por el delito de sabotaje contra la empresa paraestatal CAPA de Quintana Roo (Proceso Penal 96-2014), ellas vieron una nueva veta para seguir chantajeando al gobierno y así volver por sus millonarios negocios.

En septiembre del año pasado el juez cuarto de Distrito, con sede en Cancún, negó la suspensión definitiva solicitada en el amparo 458/2014 interpuesto por la directiva de Luces del Siglo, que señaló como responsables a diversas autoridades de la administración local, en especial a Roberto Borge, por la supuesta “clonación” de la publicación.

Así lo informamos en su momento, poco después de que algún empleado resentido con la avara Madero filtrara un diálogo de Messenger que daba cuenta de la urdimbre atrás de la tal clonación. Se trataba de “romperle la madre a Borge”, según expresó la procaz “Licha”.

Pobre Canché: quizá pagará sus documentadas francachelas con curvilíneas modelos en Cancún con la cárcel, por haberse dejado manipular por estas preclaras paladinas de la libertad de expresión.

Que le quede un consuelo –aunque mal de muchos es consuelo de tontos–: por momentos Madero y Cacho han logrado engañar hasta a los más respetados periodistas del país y a uno que otro despistado reportero internacional.

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