“Estoy muy contento porque pude visitar Cuba varias veces antes de que los turistas de Estados Unidos intente convertirlo en un Cancún”, escribió recientemente en su cuenta de Twitter Jeremy Scahill, un periodista y bloguero independiente de Estados Unidos, autor del premiado bestseller Blackwater, que habla cobre el auge de la industria militar privada.
El comentario, hecho tras el anuncio de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, fue considerado como “estúpido” en un artículo que publicó el influyente periódico The New York Times con la firma Josh Barro, analista de temas económicos, política y mercados laborales de ese periódico.
En su artículo, Barro señala que hay analistas que temen que Cuba va a perder su autenticidad bajo la influencia capitalista, justamente como lo sostiene Jeremy Scahill.
El temor de que Cuba sea echado a perder por el capitalismo americano vulgar es bastante insultante para los cubanos, que deben ser capaces de decidir por sí mismos dónde gastar su dinero, aún cuando muchos analistas se centren en el auge que podrían tener en el mercado cubano marcas como Starbucks o McDonalds.
Subraya Barro, ex analista de Bloonberg, que la aseveración de Scahill sobre Cancún “fue especialmente inepto”, pues agrega que “Cancún no es un símbolo del capitalismo de libre mercado” y lo que ese destino turístico es hoy no es por la presencia de los turistas estadounidenses.
Recuerda que Cancún es una obra de un brazo del banco central mexicano, la cual considera como “el ejemplo más grande y de mayor éxito de la planificación económica hecha desde el gobierno en la historia de América del Norte.
“Cuba sería tan afortunado, de planear una economía como la de Cancún”, afirma.
Recuerda que a finales de 1960 la Isla de Cancún era una región virgen. Su desarrollo como centro turístico fue concebido por los burócratas en el Fondo para la Promoción de la Infraestructura Turística (“Infratur”), antecesor de Fonatur, que formaba parte del Banco de México.
Recuerda que En 1972, Robert Dunphy, de The New York Times, entrevistó a Antonio Enríquez Savignac, entonces director de Infratur, sobre el proceso que llevó al megaproyecto Cancún:
“Sabíamos exactamente lo que queríamos construir, un complejo que atraería un flujo masivo de turistas de Estados Unidos”, dijo Enríquez.
“Pero antes de poder obtener el visto bueno, tuvimos que convencer al gobierno de que el turismo es la de más rápido crecimiento, el sector más dinámico de crecimiento económico en el mundo”, dijo Antonio Enríquez en aquella entrevista.
“Cuando tuvimos todos los datos, los introducimos a una computadora, porque no queríamos dejar nada al azar”, recuerda.
Josh Barro recuerda que lo que los planificadores hicieron a continuación fue a deshacerse de sus trajes de banqueros “de raya diplomática”, apagar las computadoras y meter la cabeza en las regiones selváticas de México, para revisar aquellas áreas que tuvieran los ingredientes necesarios para la creación de un destino turístico.
Enríquez dijo: “Por fin redujimos la elección a 25 sitios y luego dimos prioridad a los ámbitos donde los habitantes eran extremadamente pobres, siempre y cuando estuvieran presentes todos los demás atributos, como manos de obra por ejemplo. La Península de Yucatán y la isla de Cancún resultaron ser ideales en este sentido. Había una gran pobreza y ninguna industria, porque la del henequén desaparecía por los productos sintéticos.
“La zona tiene todos los ingredientes para atraer el turismo: sol, mar y un buen clima a lo largo de todo el año, además de un fácil acceso a algunos de los mayores tesoros arqueológicos del mundo , las ruinas mayas de Chichén Itzá y Tulum, por ejemplo “, señaló Enríquez Savignac en aquella entrevista relatada por Barro.
Después Infratur hizo su elección, el gobierno mexicano compró toda la tierra en la isla de Cancún. Se construyó un aeropuerto y un campo de golf con la ayuda de un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo. Se construyeron hoteles de propiedad del gobierno y los privados financiados con tasas de interés preferenciales. Se construyó una nueva ciudad para los trabajadores.
El desarrollo de Cancún fue un éxito, atrae a millones de visitantes cada año y genera suficiente actividad económica para apoyar una ciudad de 600.000 habitantes y las 32,000 habitaciones de hotel de Cancún están ahora en manos privadas.
Sin embargo, insiste Barro, la iniciativa económica y el capital de inversión detrás del complejo provenían inicialmente del sector público.
Y remata: Si en sus próximas vacaciones quiere visitar una economía planificada, no es necesario ir a Cuba; usted puede volar a Cancún.