Cancún, desde su fundación, ha sido escenario de duras confrontaciones por el poder político y económico entre distintos grupos del estado y del país. El paraíso vacacional del Caribe ha sido un “infierno” en el que se han enfrentado intereses políticos y empresariales con rudeza, sin compasión por el adversario, sea el que sea.
Desde 1975, muchos de los gobernadores se sintieron al margen de la vida y del destino cancunense. Quizá por ello a toda costa trataron de penetrar en el ánimo de la gente de esta ciudad sui géneris. En este sentido, la relación de los gobernadores con los presidentes municipales muchas veces no fue tersa ni cordial. Durante muchos años la tensión fue el signo de la relación entre los alcaldes de Cancún y los gobernadores.
El primer gobernador del estado, Jesús Martínez Ross, y el primer presidente municipal de Benito Juárez, Alfonso Alarcón Morali, tuvieron un trato cortés, pero distante. La comunicación ya no sólo personal sino institucional, estaba contaminada por el recelo, por desconfianza mutua. Martínez Ross, nativista a ultranza, veía a Alarcón como un intruso en la vida política quintanarroense. Don Alfonso, en cambio, un caballero a toda prueba, siempre intentó darle su lugar al gobernador.
Martínez Ross se expresaba con desdén de Alfonso Alarcón.
Al concluir el trienio de Alarcón llegó a la presidencia municipal Felipe Amaro Santana, nativo de Quintana Roo, con ideas y con un proyecto político propio. Su relación con Martínez Ross fue cordial, pues compartían el mismo origen y las mismas inquietudes generacionales, pero también tuvo el signo de la suspicacia. Amaro aspiraba a suceder a Martínez Ross en la gubernatura, pero éste tenía otras intenciones y distinta preferencia. Y fueron inevitables algunos roces y desencuentros.
Al final de cuentas Amaro vio frustradas sus aspiraciones a la gubernatura a pesar de contar con el apoyo de importantes grupos políticos locales y con el aval del entonces secretario de gobernación, Enrique Olivares Santana y de sectores de la población. Desde Cancún, Amaro no pudo alcanzar la gubernatura del estado.
En el sexenio de Pedro Joaquín Coldwell, el primer presidente municipal fue José Irabién Medina, también chetumaleño, que había hecho una rápida carrera bajo la guía de Martínez Ross. Y en la presidencia municipal, Irabién se dedicó casi por completo a la farándula. cayó bajo la seducción del oropel y las marquesinas,. “Cancún es tumba o trampolín político”, le declaró en alguna ocasión a este reportero. Continuará.
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