![Por Gabriel Aarón Macías Zapata |](https://www.palcoquintanarroense.com.mx/wp-content/uploads/2022/11/Captura-de-pantalla-2022-11-24-a-las-12.22.02-150x150.png)
En vísperas de la celebración del 120 aniversario de la creación del Territorio Federal de Quintana Roo, vale la pena reflexionar sobre el surgimiento, dentro de la jurisdicción del ahora estado que lleva el mismo nombre, de un enclave turístico que en la práctica tuvo significativas semejanzas con la manera de administrar el ex Territorio Federal, y que el 8 de octubre de 1874 dejó de serlo para convertirse en la entidad quintanarroense.
A finales del siglo XIX el interés del Estado Nación consistía en recuperar el extenso territorio entonces conocido como la Costa Oriental de Yucatán (hoy Quintana Roo). Para ello la federación tomó entre sus manos la administración de los vastos recursos forestales distribuidos en aquella región. El objetivo geopolítico
radicaba en recobrar y explotar aquella inmensa riqueza para impulsar el poblamiento de esta zona y, de igual manera, nutrir las arcas públicas por la extracción y exportación de las maderas y el chicle.
Para tal efecto, en 1898, se instaló la aduana de Chetumal en un pontón del mismo nombre, con el objetivo de evitar el contrabando de maderas realizado por los ingleses, y que afectaba a los empresarios madereros que habían recibido concesiones de Porfirio Díaz, en quienes se había depositado la tarea para desarrollar y colonizar la región.
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La fantasía de los empresarios forestales, de contar con un asentamiento poblacional estable, que a su vez fungiría como una ciudad administrativa para facilitar sus actividades, se vio coronado cuando a partir de cero el almirante Othón P. Blanco fundó la antigua Payo Obispo, hoy Chetumal. Más delante, debido al aislamiento de la zona, así como a la incapacidad política y del erario yucateco para administrar la Costa Oriental, el 24 de noviembre de 1902 el congreso aprobó la creación del Territorio Federal de Quintana Roo.
Bajo aquellas premisas, Chetumal y el resto de la entidad quedarían sujetos a un régimen centralista, bajo el mando directo de la federación. De esta manera, el presidente de la república en turno era quién nombraba al gobernador, cuyo cargo recaía en funcionarios de su entera confianza. Por lo general se trataba de foráneos que nunca antes habían tenido algún contacto con la región y menos aún con la población local.
Características de Territorio Federal
Al principio de la década de los setenta del siglo pasado, cuando se veía la posibilidad de que el Territorio Federal de Quintana Roo alcanzara el número de población suficiente para convertirse en estado, uno de los proyectos que estaba poniendo su granito de arena para atraer más colonos, paradójicamente, al mismo
tiempo reproducía entre sus entrañas las características de un Territorio Federal.
Obviamente, este caso tendría sus propias particularidades históricas.
Un grupo de banqueros propuso crear un desarrollo turístico en la costa norte de Quintana Roo. Una vez que la isla de Cancún fue seleccionada para tal efecto, así como lo hizo a finales del siglo XIX con los bosques propiedad de la nación, el gobierno federal dispuso de la mayor parte del terreno por ser nacionales, mientras que los de carácter ejidal fueron nacionalizados para entregarlos a los encargados del proyecto. Otra parte era propiedad privada y en distintas transacciones al final fueron vendidos por sus dueños.
El vertiginoso avance de los trabajos pronto rebasó a la organización del Banco de México, motivo por el que se requirió de un organismo encargado de la logística del desarrollo turístico, lo que dio por resultado la creación de Infratur.
Para su funcionamiento, la institución recibió una partida presupuestal de parte de la federación. Para bien o para mal, las decisiones importantes y que requerían de apoyo de recursos, también dependían de la voluntad del presidente de la república en turno, al igual como sucedía en el aún Territorio Federal de Quintana Roo.
En su mayor proporción, la isla fue reservada para construir la zona hotelera, mientras que el arribo de miles de trabajadores y demás personas encontrarían asiento en lo que sería la ciudad, ubicada en terrenos localizados en
el norte continental. El proyecto turístico, o sea la fantasía de banqueros tal como lo denominó el cronista Fernando Martí, fue ideado para atraer divisas al país. La actividad turística requería del sostén de una ciudad que comenzaría desde cero, igual como en su momento correspondió a la capital Chetumal en el caso de la
explotación forestal.
Antes de que el Territorio Federal se convirtiera en estado, quién dirigía Infratur, convertido en Fonatur en 1974, era el funcionario que a la vez ejercía el mando “de hecho, aunque no de derecho” en el incipiente emporio turístico. Tal como advirtió el cronista Martí, prácticamente efectuaba funciones de autoridad municipal; es decir, cuando se enviaban policías quedaban bajo su cargo, daba permisos para instalar puestos en el mercado, para la apertura de comercios y la venta de alimentos, además de controlar la venta de terrenos, entre otros.
Una vez que se erigió el estado de Quintana Roo, acorde con los usos y costumbres de la política, el último gobernador del Territorio Federal, David Gustavo Gutiérrez Ruiz, propuso a Jesús Martínez Ross como candidato del PRI para gobernador del nuevo estado y a Alfonso Alarcón, funcionario de Fonatur, como presidente municipal de Cancún, nombramiento que recibió total apoyo de parte del presidente Luis Echeverría. Una vez realizadas las elecciones, ambos postulantes ganaron y ocuparon sus cargos.
En esta etapa de transición, la clase política quintanarroense estaba en un proceso de consolidación, formando cuadros para dirigir a las nuevas instituciones que se crearon para dirigir a un gobierno soberano. También se preparaban para establecer novedosas relaciones con la federación, ahora sujetas más a la negociación que a la subordinación y a las cuotas de poder recibidas como era bajo el Territorio Federal.
En el caso de Cancún, la municipalización del centro turístico avanzaba lentamente debido a que la zona turística quedó bajo la administración de Fonatur, mientras que la ciudad lo estaba parcialmente a cargo del municipio, pues el desarrollo urbano, el trazo de las supermanzanas y su comercialización era función de Fonatur. Además, debido a las enormes inversiones que requería el crecimiento de Cancún, imposible de satisfacer con los recursos del gobierno del estado, el munícipe Alarcón negociaba directamente con el presidente Echeverría y con los secretarios de estado federales, tal como lo hacían los gobernantes en los tiempos del centralismo característico del ex Territorio Federal.
Por supuesto, lo anterior causó incomodidad en el gobierno local debido a que tales negociaciones se hacían sin su participación, además que otras regiones de Quintana Roo también requerían de inversiones, promovidas bajo el concepto dictado por la soberanía del estado. La enorme injerencia del poder central en el polo turístico se justificaba por convenir a razones geoestratégicas vinculadas a los intereses nacionales, y que sobrepasaban a cualquier otro interés del poder local.
Intervención del poder central
Casi igual a como sucedió a principios del siglo XX, cuando el poder central intervino de manera directa para hacerse cargo de la explotación forestal por razones geoestratégicas. Ahora, en la segunda mitad del siglo XX, volvía a interceder para disponer de las playas en razón del factor estratégico para captar las divisas requeridas por el interés nacional. Al mismo tiempo, establecería la soberanía en una zona de frontera marítima, casi despoblada y alejada del dominio nacional. No cabe duda que en el segundo caso, el desarrollo privilegiado e impulsado por el gobierno central, condujo a una especie de escisión dentro de un estado que recién estrenaba y ponía en práctica su soberanía.
Luego que terminó el período de Alfonso Alarcón, el municipio entró en una etapa de transición impulsada en parte desde la capital, y cuya clase política propugnaba por recuperar la soberanía de Cancún para Quintana Roo, hecho reflejado en la designación del próximo candidato a la presidencia municipal.
Según Fernando Martí, otro funcionario de Fonatur ganaría la presidencia municipal, pero sería impopular en el resto del estado; más bien, se requería de un conciliador. El elegido fue el cozumeleño Felipe Amaro Santana, quién a su vez siguió las instrucciones del gobernador Martínez Ross para recuperar las amplias funciones otorgadas a Fonatur. Entre otras acciones, también se dedicó a tratar de integrar las raíces mayas en Cancún, con el afán de difundir las raíces originarias de la región, en un intento de concederle una primigenia identidad.
Posterior al período de Amaro Santana, con el afán de que la soberanía del estado se hiciera presente en el polo turístico, además de que ello significaba tener mayor presencia en el desarrollo económico del norte del estado, la clase política chetumaleña enviaba a políticos forjados en la capital con el objetivo de ocupar la presidencia municipal. Así sucedió con los siguientes alcaldes, José Irabien Medina, José González Zapata, Mario Villanueva Madrid, Arturo Contreras y Carlos Cardín. Si bien, estas acciones reforzaban la soberanía del estado frente a la paulatina pérdida de influencia que tuvo la federación a través de Fonatur; con ello el municipio pasaba de estar supeditado a un centralismo federal hacia otro de corte estatal.
El ascenso de la clase política cancunense veía con recelo el hecho de que fuesen gobernados por políticos venidos de fuera, sin residencia ni arraigo en la ciudad. Eso mismo sucedió en la época del Territorio Federal, cuando los quintanarroenses estaban limitados para participar en la política por decisiones centralistas. La meta de lograr el autogobierno se alcanzó con la conversión de territorio a estado, en el caso de Cancún se logró paulatinamente luego de la reforma al artículo 115 constitucional. Con ello, además de acelerar la transición
de Fonatur hacia el municipio, el hecho de otorgar mayor autonomía lo fue librando de la injerencia de los políticos capitalinos. Asimismo, el desarrollo alcanzado por la clase política cancunense se vio coronado al lograr el tan anhelado autogobierno.
En síntesis, la construcción y el despegue del emporio turístico, tuvo que pasar por mecanismos centralistas semejantes a los que fue sometido el extinto Territorio Federal de Quintana Roo. Esto haría posible lograr el desarrollo de regiones fronterizas apartadas, casi deshabitadas, alejadas de los mercados y en donde era necesario construir casi todo a partir de cero. En el caso de Cancún la injerencia de la federación fue tan determinante que se llegó a sostener que se había construido un Estado dentro de otro estado; sin embargo, a mi parecer, más bien se edificó un cuasi Territorio Federal dentro de un incipiente estado. Vale aclarar que esta figura operó de facto, no de jure.