Cancún es una ciudad de paradojas. A pesar de su innegable fortaleza turística es una ciudad frágil en lo ambiental y lo social.
Se dice siempre que Cancún es una ciudad exitosa, y sin duda que lo es, pero también es importante analizar sus fragilidades que pueden poner en riesgo su viabilidad.
La ambición desmedida hizo fracasar la armoniosa concepción de sus inicios, pero el buen tino de su elección como un nuevo destino turístico la colocó en un lugar privilegiado desde sus primeros años.
Y allí comenzó a desfigurarse el proyecto original, porque la codicia y la corrupción se encargaron de echar por la borda lo que se concibió como un proyecto audaz e innovador.
Primero fueron las invasiones como botín político y electoral. Y ello provocó el crecimiento de la mancha urbana de manera caótica y errática. La ciudad creció pero no se desarrolló. Proliferaron las colonias irregulares auspiciados por liderzuelos sin escrúpulos. Zonas sin servicios y sin la infraestructura urbana indispensable aumentaron sin control.
Y la brecha social se fue ensanchando den un entorno urbano con serias deficiencias.
Pero lo peor vendría de la mano de la ambición económico y política.
Se empezaron a destruir las dunas que habían sobrevivido a la construcción de los hoteles. Pero todavía quedaban los manglares. Sin embargo, los planes de desarrollo y las áreas de restricción se fueron violando mediante la autorización discrecional de cambios de uso de suelo. Se modificaban los planes a gusto del mejor postor.
Los rellenos en zonas de manglar no tuvieron freno, violando a mansalva las leyes que los protegen. Argucias legaloides de todo tipo sirvieron y sirven de escudo para la devastación.
Pero la sociedad y los especialistas en materia ambiental y urbana han alzado la voz y han logrado de alguna manera que Cancún se convierta en un páramo. Hasta ahora. Porque los intereses particulares son más fuertes que el interés colectivo. Pero esos intereses aviesos tienen una absurda cortedad de miras. No les interesa el largo plazo. Sólo ven la rentabilidad inmediata. No es alarmista decir que el futuro de Cancún es incierto en lo ambiental. Y si se permite la devastación de los humedales, ¿qué nos queda?
Los casos más recientes son Tajamar y Punta Nizuc, pero la historia es larga. ¿Hasta cuándo? La sociedad debe alzar la voz como algunos lo han hecho. El destino de Tajamar es el destino de Cancún. Pero parece que en las alturas políticas eso no importa.
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