El cantante mexicano dijo adiós a 50 años de trayectoria en un concierto de casi tres horas en el Estadio Azteca. El público nunca dejó de aplaudir, pero Vicente Fernández tenía que terminar. Chente le regaló a sus seguidores más fieles las últimas tres horas de su vida artística.
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En un Estadio Azteca lleno de emociones, el charro de Huentitán entonó más de 30 canciones que corearon quienes le han seguido desde que empezó su carrera en 1966. Al inicio, un Chente vestido de charro negro se quebró al ver a quienes vinieron a despedirle y les agradeció que hicieran posible “que un ignorante como yo, tuviera una vida”.
Como si fuera un director de orquesta, Vicente Fernández pedía con solo un gesto que sus fans cantaran al ritmo y la estrofa de las letras que el charro les pedía.Durante más de una hora, Fernández entonó algunos de sus éxitos más grandes antes de anunciar un dueto que volvió locos a los asistentes: Alejandro Fernández.
Padre e hijo cantaron a dos voces un par de canciones antes de que Chente dejará el escenario para cambiarse el traje. A la vuelta, ahora en color durazno con sombrero a juego, el charro oyó de su hijo una promesa antes de dejar el escenario: no dejar morir la música ranchera.
Vicente y Alejandro Fernández durante el concierto.
Solo después dos horas seguidas de pie, Vicente Fernández empezó a cantar desde una silla; emulando la mesa de una cantina, recargó los codos, y pidió copas y más copas. Y llegaron los estragos. Con un caminar complicado, Chente pidió permiso al público para volverse a cambiar el traje “o para tomarse un café”, bromeó un asistente. Y a la vuelta, el charro lo confirmó: sus hijos le pidieron dejara de beber, “pero no se me hace justo, es la última vez”, se justificó.
Enfundado en un apretado traje negro, Chente siguió bebiéndose la noche y ya bien entrado no perdió la oportunidad de hablar de Donald Trump: “el día que me lo encuentre le voy a escupir la cara y le voy a mentar la madre”, soltó antes de entonar Los mandados, una canción que cuenta el periplo de un migrante que no desiste en cruzar la frontera aunque lo han deportado cientos de veces.
El Charro de Huentitán dejó para el final las canciones más dolorosas, las que aceptan que hasta el más macho se quiebra por amor. Las letras de Juan Gabriel o José Alfredo Jiménez empezaron a sonar. De qué manera te olvido, Por tu maldito amor, La diferencia, Ella, La barca de oro y otras salieron de la garganta de Chente.
Y entonces llegó la canción que catapultó al mexicano a la fama internacional: Volver, volver. Algunos no pudieron evitar las lágrimas, quizás recordando un amor no superado. Y volver, volver, volver, a tus brazos otra vez… el estadio y Chente se hicieron una voz.
Ya entrada la madrugada sonaron Las Golondrinas, una canción que el mariachi suele tocar para despedirse de alguien. Los aplausos no pararon. Chente se los llevaba todos al corazón y se deshizo en agradecimientos a quienes forjaron su carrera. Y entonces desapareció del escenario para nunca más volver. Se apagó la voz dolorosa; ojalá que le vaya bonito y ojalá que se acaben sus penas.