¿Qué está tramando China?
Desde Hong Kong a Taiwán y desde el Mar del Sur de China hasta la frontera con India, el gobierno chino, encabezado por el presidente Xi Jinping, está aplicando políticas más agresivas. Existe una creciente preocupación por el comportamiento de Pekín, no solamente en Washington sino también en Delhi, Londres, Tokio y Canberra.
El gobierno chino puede sentir que el coronavirus hace que este sea un buen momento para actuar, mientras el mundo mira hacia otro lado. La agitación en las calles de Estados Unidos dividió y distrajo aún más a Occidente. Pero las democracias no pueden darse el lujo de perder el foco en el este de Asia.
Fácilmente puede estallar allí una nueva crisis global, con consecuencias a largo plazo incluso más graves que la pandemia. La creciente asertividad de Pekín refleja tanto orgullo como paranoia. Después de 40 años de rápido crecimiento económico, China ahora es —de acuerdo con algunas medidas— la economía más grande del mundo.
Su marina tiene más buques de guerra y submarinos que Estados Unidos.
Su internet burbujea de parloteo nacionalista sobre el inexorable ascenso de la nación.
La película más taquillera de la historia china es Wolf Warrior 2 (Guerrero Lobo 2), una película de acción al estilo Rambo, que se estrenó en 2017, que presenta a heroicos soldados chinos que luchan contra mercenarios, liderados por un estadunidense racista.
Un póster promocional de la película presentaba el eslogan: “Cualquiera que insulte a China —no importa lo lejano que esté— debe ser exterminado”.
Cuando los diplomáticos chinos responden a las críticas de Pekín con amenazas e insultos, a menudo se dice que practican la “diplomacia del guerrero lobo”. Pero, junto con el orgullo, hay muchas razones para la paranoia en los niveles más altos del gobierno en Pekín.
Los últimos 12 meses han presentado al presidente Xi una gama sin precedentes de amenazas y retos. La pandemia ha visto que China sea acusada de manera generalizada de ser responsable de una calamidad global.
Un régimen que solía creer que necesitaba un crecimiento de 8 por ciento anual para mantener la estabilidad social ahora tiene que lidiar con una profunda contracción económica, agravada por una guerra comercial con EU.
Las protestas en favor de la democracia en Hong Kong han continuado durante más de un año y representan un grave desafío para la autoridad del Partido Comunista.
Y en enero, la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, obtuvo una aplastante victoria para su reelección, una humillación para Pekín, que había trabajado duro para socavarla. Todo esto parece estar creando una mentalidad de asedio en el gobierno.
En respuesta, Pekín ha intensificado su apelación al nacionalismo. El objetivo de la propaganda es reunir a la gente contra las amenazas externas y desviar la ira sobre covid-19 hacia el exterior, hacia el mundo más allá de China. Las políticas externas e internas de Pekín son cada vez más audaces y agresivas.
Se va a imponer una nueva ley de seguridad nacional en Hong Kong, algo que amenaza con infligir censura al estilo continental en una ciudad libre.
Se intensificaron los ejercicios militares y la retórica para intimidar a Taiwán. También aumentó la actividad naval de confrontación en el Mar del Sur de China, dirigida a países como Malasia y Vietnam que también reclaman derecho de reivindicación de islotes y archipiélagos en la zona.
Miles de tropas chinas han peleado con las tropas indias en su frontera disputada, aunque sin muertes conocidas. Algunos políticos de línea dura en Delhi afirman que China se apoderó de entre 40 y 60 kilómetros cuadrados de territorio indio.
Los países que se atreven a criticar a China por la pandemia de covid-19 reciben una dosis de diplomacia del guerrero lobo: Pekín incluso impuso aranceles a algunas exportaciones australianas, después de que Canberra solicitó una investigación internacional.
El gobierno de Xi puede estar realmente convencido de que “fuerzas externas” hostiles están conspirando contra China. Pero comprender cómo se ve el mundo desde la perspectiva de Pekín no puede caer en el consentimiento. Incluso si Xi y sus secuaces creen firmemente que las acciones de China son de naturaleza “defensiva”, el sistema que defienden es un estado de un solo partido que busca reprimir las críticas en el país y en el extranjero, mientras avanza con una serie de demandas internacionales irrazonables.
Pekín va a defender su caso por razones jurídicas, diplomáticas e históricas. Pero nunca convencerá a los países democráticos de Asia y Occidente para que no estén horrorizados al ver a China amenazando las libertades de Hong Kong y Taiwán.
El hecho de que China sea el poder en ascenso del siglo XXI significa que las acciones de Pekín ahora tienen implicaciones globales. Los países de todo el mundo observan la diplomacia del guerrero lobo, y se preguntan si podrían ser los siguientes en la fila para una coacción.
La política de China siempre ha sido imponer un castigo a los países que lo desagradan. Las naciones o líderes extranjeros que molestan a Pekín se ven excluidos de las reuniones y acuerdos comerciales.
Estas tácticas a menudo son eficaces porque la respuesta global está muy dividida. Los críticos de Pekín pueden ser objeto de castigo, como acaba de suceder con Australia. A lo largo de los años, China aprendió que una respuesta agresiva a menudo funciona, persuadiendo a los críticos extranjeros a dar marcha atrás.
Cambiar ese patrón de comportamiento va a requerir de una respuesta más unificada y basada en principios por parte de las democracias del mundo, tal vez a través de la formación de un grupo de contacto permanente para debatir las políticas hacia China.
Dada la paranoia y el nacionalismo en Pekín, existe claramente el peligro de que una respuesta más dura y coordinada provoque una reacción aún más agresiva.
Pero el mayor peligro es que el mundo exterior está demasiado distraído, dividido e intimidado para responder de manera coherente.
Eso puede persuadir a Pekín de correr un riesgo excesivo, algo que puede sumir al mundo en una nueva y peligrosa crisis. 1.13% Avance del Nasdaq Composite ayer, un máximo récord, convirtiéndose en el primero de los principales índices de Wall Street en confirmar un mercado alcista por las expectativas de una rápida recuperación económica. 1.7% Aumento del Promedio Industrial Dow Jones, cuando un informe de empleo mensual muy seguido por el mercado, divulgado el viernes, mostró una inesperada caída en la tasa del desempleo, lo que impulsó las opiniones de que lo peor del daño económico del brote ya pasó. 1.20% Incremento del índice S&P 500; los inversores también se centrarán en la reunión de política monetaria de dos días de la Fed, que culmina el miércoles, donde es muy probable que sea discutido el informe de empleo.