En 2017, investigadores de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH encontró un pecio de vapor “La Unión”, a cerca de 3.7kilómetros del puerto de Sisal, Yucatán; ahora, después de tres años de investigación, los especialistas pudieron confirmar que se trata del primer barco que fue usado para el tráfico de esclavos mayas.
Para confirmar de qué tipo de barco se trataba, los especialistas realizaron investigación de campo y en archivos de México, Cuba y España, después se determinó que entre 1855 y 1861, la nave llevó a Cuba un promedio mensual de 25 y 30 mayas capturados durante la Guerra de Castas o engañados con documentos falsos.
Los investigadores señalaron que el descubrimiento es de singular relevancia porque más allá de lo complejo que es identificar “con nombre y apellido” a un pecio, la nave da detalles del pasado de México, porque si bien la esclavitud estaba prohibida desde la Independencia y que el 6 de mayo de 1861, el presidente Benito Juárez emitió un decreto para impedir la extracción forzada de cualquier individuo maya, el incendio que el 19 septiembre de ese mismo año causó el hundimiento del vapor en su camino a Cuba, demostró que la esclavitud continuaba sin obedecer ley alguna.
La arqueóloga subacuática Helena Barba Meinecke, responsable de la oficina Península de Yucatán de la SAS, dijo que la investigación es relevante porque hasta hoy no se había documentado una embarcación que traficara personas mayas.
En los últimos años, señaló la arqueóloga subacuática, se han descubierto otros naufragios esclavistas: las naves “Clotilda” y “Henrietta Marie”, en Alabama y Florida, respectivamente; el “Trovador”, en República Dominicana; y el “San José”, en Ciudad del Cabo, Sudáfrica; pero todos eran lo que se conocía como ‘barcos negreros’, aquellos que por más de 400 años sustrajeron personas de África para venderlas en el continente americano.
El pecio “La Unión” se localizó arqueológicamente en 2017, en el marco del Proyecto Integral para la Protección, Conservación, Investigación y Difusión del Patrimonio Cultural Subacuático de la SAS, en coordinación con el Centro INAH Yucatán y los habitantes de la región; ese año, se ubicaron los remanentes de un barco inicialmente nombrado “Adalio”, en homenaje al abuelo del pescador Juan Diego Esquivel, quien guió a los arqueólogos al sitio.
El pecio correspondía a un vapor de la primera etapa de dicha tecnología, fechada entre 1837 y 1860, cuando esos barcos eran impulsados con un sistema de calderas, máquinas con balancín y ruedas de paleta ‘tipo Mississippi’.
Pese a que las calderas estallaron y la embarcación se incendió, la sentina —parte inferior del casco, en la zona más baja de la sala de máquinas y justo por encima de los doblefondos— descendió siete metros desde la superficie hasta el fondo.
Al cubrirse de arena, la madera del fondo del casco se conservó hasta hoy, lo mismo que elementos aún reconocibles, como las ruedas de paleta, calderas, compartimentos y objetos para la sujeción como pernos de cobre; además se identificaron artefactos relacionados con la vida cotidiana a bordo, entre ellos, fragmentos de vidrio de botellas y cerámica e, incluso, ocho cubiertos de latón que eran utilizados por los pasajeros de primera clase.
El equipo de la SAS comenzó a indagar en los archivos provinciales de Yucatán y Baja California Sur, así como en los nacionales de México, Cuba y España. Luego de un proceso de tres años, se logró reunir la información suficiente para corroborar que el “Adalio” es, en realidad, el vapor “La Unión”.
Barba explicó que los elementos de coincidencia fueron, por ejemplo: que las calderas se encontraron estalladas y la madera presentaba evidencia de un incendio; la sintonía entre la tecnología vista en campo y la descrita en los planos del barco; así como la propia ubicación del pecio, similar a la que manejaron los informes privados y las notas de prensa de la época.
El vapor “La Unión” perteneció a la empresa española Zangroniz Hermanos y Compañía, establecida en 1854 en La Habana, la cual, un año después, fue autorizada para comerciar en México, realizando travesías entre Sisal, Campeche, Veracruz y Tampico.
Usualmente llevaba a Cuba pasajeros de primera, segunda y tercera clase, junto con mercancía, como fibras de henequén, cueros curtidos, palo de tinte y pieles de venado. Sin embargo, sus mandos también estaban en contubernio con los esclavistas, quienes introducían en pequeños e insalubres espacios a los mayas que capturaban o engañaban.
Un año antes de su hundimiento, en octubre de 1860, el vapor había sido sorprendido en Campeche cargando 29 mayas, entre ellos niños y niñas de 7 y 10 años, pero el escarnio no acabó con el contrabando de “La Unión”.
Fue hasta después de aquel trágico 19 de septiembre, en cuyo naufragio falleció la mitad de los 80 tripulantes y 60 pasajeros, que el gobierno mexicano puso mayor atención en los cateos en los puertos, a fin de impedir el tráfico de personas en las rutas hacia Cuba. Sin embargo, las cifras no cuentan a los esclavos mayas, pues estos no eran considerados personas sino mercancías.