CHETUMAL, 5 de mayo.- El exgobernador de Quintana Roo, Miguel Borge Martín, enfatizó la importancia de revisar críticamente los avances y retrocesos de la Universidad de Quintana Roo, que en sus 32 años de existencia ha sido un proyecto valioso para la comunidad, por lo que es un deber colectivo cuidarla.
En un foro organizado por la Sociedad Andrés Quintana Roo en conmemoración del 125 aniversario de la fundación de Chetumal, para hablar de la relación de la Universidad con la Capital, Borge Martín habló sobre la visión que se tenía para la universidad en sus primeros años, que buscaba privilegiar un ambiente académico en lugar de una burocracia administrativa o jerarquías entre colegas.
El fundador de la Universidad, que el año pasado alcanzó la autonomía, recordó que se buscaba una estructura horizontal, en lugar de vertical, para profundizar en campos específicos del conocimiento y crear grupos multidisciplinarios de investigación.
Borge Martín enfatizó que la idea era tener una universidad con una estructura horizontal y departamental, en la que se pudiera privilegiar la profundización en campos específicos del conocimiento y fomentar la creación de grupos multidisciplinarios de investigación. Sin embargo, esta visión no tuvo la oportunidad de demostrar sus bondades debido a una modificación que se hizo poco tiempo después.
Borge Martin expresó su preocupación por la rigidez de la estructura vertical de la universidad, que ha llevado a situaciones en las que algunas carreras no pueden sostenerse debido a la falta de alumnos. Él cree que una universidad departamental y horizontal tendría la capacidad de recibir todas las expresiones y vocaciones que puedan contribuir a incrementar el conocimiento.
A continuación, reproducimos íntegramente la conferencia del Dr. Miguel Borge Martín:
Estimados Amigos, buenas noches
Antes de hablarles sobre la Universidad de Quintana Roo, y tomando en cuenta que mañana 5 de Mayo se cumplen 125 años de la fundación de Chetumal, quiero aprovechar la ocasión para referirme a este hecho, de suma relevancia para nosotros, haciendo algunos breves comentarios, porque en aquel Jueves 5 de Mayo de 1898, lo que iba a suceder en estas tierras del trópico húmedo mexicano, era un evento verdaderamente notable. Se formalizaba el establecimiento de un nuevo asentamiento humano en la zona sur del país, cerca de la desembocadura del Río Hondo, en la colindancia con lo que hoy es Belize, que entonces era un territorio del dominio inglés que se llamaba British Honduras.
La razón que dio lugar a este acontecimiento estaba en que 51 años antes, en Julio de 1847, había comenzado la Guerra de Castas, originada por la segregación social y la explotación económica con que los criollos y los mestizos se conducían en su relación con la población de origen maya, que fue la que habitaba estas tierras desde sus orígenes. Durante esta epopeya, que algunos registran como terminada en 1901, los mayas intercambiaban con los ingleses maderas y palo de tinte, a cambio del armamento que necesitaban para mantenerse en guerra.
Para terminar con esos intercambios que alimentaban la guerra, y para poner fin a las ambiciones expansionistas de Inglaterra en este extremo sur-sureste de la geografía nacional, el gobierno federal tomó la decisión de afianzar la posesión mexicana de estos territorios. Se creó una sección aduanal fronteriza y militar en la Bahía, para reivindicar la soberanía nacional, para lo cual fue comisionado el joven Subteniente de la Armada Nacional Othón Pompeyo Blanco. La idea original era construir un fuerte militar en algún punto de la Bahía, pero el Subteniente Blanco sugirió que sería más conveniente construir una embarcación de poco calado, para poder navegar por los bajos canales de la Bahía. Fue así como el 22 de Enero de 1898 arribó una embarcación robusta, con formato de pontón, que fue fondeada en la desembocadura del Río Hondo, en la Bahía de Chetumal.
Con la Guerra de Castas, muchos habitantes de diferentes puntos de la península se habían refugiado en la Colonia Británica de Belize, y aunque deseaban regresar a su patria, regresar a México, las circunstancias propias de la guerra no se los permitían. Esta situación favoreció la idea del Teniente Blanco de fundar una ciudad para hacer más efectiva la presencia federal y en donde, además, pudieran asentarse los exiliados de la guerra. Tal acontecimiento sucedió ese 5 de Mayo de 1898, marcando el inicio del proceso histórico que, como cada año, se conmemora mañana.
Como bien sabemos, el nuevo asentamiento se llamó originalmente Payo Obispo, y este fue su nombre hasta 1937 en que comenzó a llamarse Ciudad Chetumal. En estos primeros 39 años de la ciudad, comenzó a configurarse el perfil que iría adquiriendo con el paso del tiempo nuestra querida Chetumal.
Sus primeros pobladores tuvieron que sortear la lejanía y la incomunicación con el resto del país, así como la escasez de servicios públicos y los huracanes que año tras año eran una amenaza para toda la población, pero nunca claudicaron y se mantuvieron firmes a pesar de todas las inclemencias y todas las vicisitudes.
Recordemos que el 24 de Noviembre de 1902 se erige Quintana Roo como Territorio Federal, y que a partir de esa fecha y hasta 1904 se estableció como capital de facto el Campamento José María de la Vega que se ubicaba en Punta Allen. Después, de 1904 y hasta 1915, la capital del Territorio se movió a Chan Santa Cruz de Bravo, hoy Felipe Carrillo Puerto y, finalmente, los últimos 108 años, desde 1915, la capital está ubicada en lo que fue Payo Obispo hasta 1937, y que desde ese año cambió de nombre para ser la ciudad de Chetumal, hoy capital del Estado Libre y Soberano de Quintana Roo, sede de los 3 Poderes del Estado.
Si de Payo Obispo hablamos, tenemos que pensar, cuando menos, en la Torre del Reloj, en el Palacio de Gobierno de madera y lámina de zinc, en el parque Hidalgo, que fue el primer parque de la ciudad, en el Muelle Fiscal de concreto y en el cine Juventino Rosas.
Después, ya como Chetumal, la lista se hace muy grande, por lo que seguramente me quedaré corto en mi intención de presentarles lo que más ha contribuido a formar el perfil histórico de la ciudad.
*La Avenida de los Héroes (que en 1991 recuperó los bustos de los héroes con los que había sido creada); *El Hospital Morelos;
*La escuela socialista Belisario Domínguez;
*La Explanada de la Bandera;
*El hotel Los Cocos de esa época (que estaba donde está actualmente el hotel Los Cocos);
*El Aljibe que captaba agua de lluvia para la ciudad, donde está ahora la Plaza Chactemal;
*El Faro;
*El Parque principal frente al Palacio de Gobierno;
*El monumento a la Bandera con su Obelisco;
*La Escuela Primaria “Presidente Obregón”;
*El Parque de los Caimanes;
*La Escuela Secundaria Adolfo López Mateos;
*El Palacio Municipal;
*El Balneario de Punta Estrella;
*La Maqueta de la Ciudad (que nos muestra, más que mil palabras, la fisonomía del Chetumal de nuestros ancestros)
*El Mercado Altamirano; etc., etc., etc., …
Ninguna ciudad se termina de construir. Las ciudades, como si fuesen cuerpos vivos, nacen (como nació Chetumal hace 125 años); crecen (como hemos querido exhibir que ha sido la pauta seguida por Chetumal); buscan consolidar su infraestructura de servicios (la cantidad y calidad de los servicios públicos); amplían su infraestructura comercial (Chetumal ofrece todos los satisfactores que demanda su población); Etc. Etc. Etc. Etc.
Hoy Chetumal, después de 125 años de haber nacido y de haber pasado por momentos muy difíciles, como los que se vivieron con el huracán Janet en Septiembre de 1955, que destruyó y dañó la mayor parte de la ciudad y ocasionó centenares de muertes, tiene todo lo que una ciudad debe poder ofrecer a sus habitantes.
Chetumal, la Capital del Estado, es uno de los legados que recibimos de nuestra historia local; cuenta con un ritmo de crecimiento propio y natural que coadyuva a la integración de su población con el formato de una comunidad, y no simplemente una colectividad que crece y aumenta desmedidamente el tamaño de su población.
Nos quedaríamos cortos si a todo lo que ya hemos comentado a propósito de los 150 años de Chetumal, no agregáramos algunas otras cosas que son relevantes y dignas de mencionar. He aquí algunas de ellas.
El Boulevard Bahía, que es uno de los más largos de México con una belleza cautivadora, es lugar ideal para observar amaneceres y atardeceres, y excelente espacio para quienes practican ejercicios aeróbicos. El boulevard nos muestra lo que la continuidad puede lograr hacer (ya que fue construido durante 4 administraciones estatales).
Chetumal fue, en los principios de los años 90, la sede del nacimiento de las Escuelas Estatales de Música y Danza, que le han dado presencia a estas actividades artísticas tan importantes en la formación de nuestros niños y jóvenes. Estas escuelas llegaron a tener extensiones que operaban en la Casa de la Cultura de Cancún.
El Museo de la Cultura Maya, que figuró en sus primeros años como uno de los 3 museos más relevantes de la América Latina y que introdujo, desde hace poco más de 30 años, televisores con pantallas sensibles al tacto para profundizar en el conocimiento de plantas, animales y otros de los aspectos exhibidos por el museo. La idea de este museo, la tuvo quien les habla al visitar en Londres el Museo de Ciencias Naturales, donde se exhibían la clasificación de los suelos, de los minerales, de las plantas y otras cosas que los mayas también hacían, lo que me llevó a pensar en hacer un museo como lo hubiesen hecho los mayas, si ellos hubiesen construido museos. Por esta razón también solía decir que era el “Museo de la Auto Visión Maya”.
Debo mencionar, porque es un faltante importante en la infraestructura de Chetumal, que durante mi gestión nos propusimos la construcción del Teatro de la Ciudad. Como no teníamos suficiente presupuesto, preparamos todo el proyecto ejecutivo del teatro, y al mismo tiempo elaboramos el proyecto “llave en mano” de la ciudad de Nizuc, para que quienes se interesaran en desarrollar el proyecto de la nueva ciudad, adquirieran el compromiso de construir el Teatro de la Ciudad de Chetumal. Aunque ya existían inversionistas interesados que aportaban 120 MDD para iniciar las obras de ciudad Nizuc y construir el gran Teatro de Chetumal, los tiempos nos ganaron y hubo que suspender todo. Lo importante de este comentario, es que sigue siendo muy importante para Chetumal la construcción de su Teatro, que sería un aporte importantísimo para las actividades culturales de la ciudad y de todo el estado.
Paso ahora a platicarles un poco de la Universidad de Quintana Roo (discúlpenme por no haberlo hecho desde el principio), que hace casi 32 años, el 24 de Mayo de 1991, se incorporaba a la estructura del estado con sede en la ciudad de Chetumal, como una institución de gran trascendencia en la vida de la entidad. Fue un logro de gran valor por la trascendencia que tiene la educación superior en la vida de la sociedad. Lograr hacer realidad la Universidad, fue cristalizar un viejo anhelo de casi un siglo, desde cuando siendo adolescente escuchaba decir a mis mayores que en Quintana Roo se necesitaban 2 cosas: El autogobierno (la soberanía) y una universidad.
Resulta fácil concebir y entender que una sociedad como la quintanarroense, que alzaba la voz para reclamar el reconocimiento de sus derechos colectivos -su soberanía- pudiera dejar de lado la idea de la educación plena, como parte de su ensanchamiento cultural. Esto es así porque soberanía y cultura son dos palabras que se refieren la una a la otra. La soberanía crea condiciones favorables al desarrollo de la cultura y la ampliación de la cultura fortalece la soberanía.
Dos cosas fueron claves para alcanzar el éxito con el proyecto de la Universidad: la discreción con que se manejó (sin hacer mucho ruido, para evitar frustraciones en caso de que fallara) y la estrategia con la que se fueron dando, uno a uno, los diferentes pasos para su realización.
Comenzamos construyendo planteles del Colegio de Bachilleres en diferentes puntos del Estado, lo que ya de por si era importante, pero también para garantizarle a la Universidad la demanda de estudios del nivel superior. Se crearon Centros de Cómputo y se mejoraron los Laboratorios y Bibliotecas de los 4 planteles que ya existían, y se crearon 6 nuevos planteles completamente equipados, lo que significó aumentar la matrícula estudiantil del bachillerato en más de un 100%. De esta manera evitamos que nuestras negociaciones con la federación fracasaran, porque quedaba plenamente justificada la creación de la Universidad.
Cubierto el objetivo anterior, me preparé para una plática con el Presidente de la República, en la que le expuse las características generales y las particularidades del proyecto, tanto en los aspectos académicos como organizacionales: Una Universidad de 5a Generación, con Rutas Académicas para que los jóvenes aprendieran lo que querían saber, y con énfasis en la enseñanza- aprendizaje. Al Presidente le gustó el proyecto y a partir de ese día, cada vez que nos encontrábamos, lo primero que hacía era preguntarme cómo iba el proyecto de la Universidad y yo le comentaba cuáles eran los avances.
Ya con la anuencia presidencial pudimos movernos con mayor facilidad, cuidando siempre no hacer demasiado ruido sobre los avances que íbamos teniendo.
Adicionalmente a los trabajos que se comenzaban a hacer sobre los temas académicos y organizacionales para la nueva universidad, había que localizar los terrenos para desarrollar el plan maestro de sus instalaciones y para garantizar la suficiencia financiera de la Universidad.
Recorrí por un lado los terrenos cercanos a la desembocadura del Río Hondo, donde podíamos contar con muchas hectáreas, pero a costos muy elevados de construcción por ser terrenos fangosos, y, por otro, los terrenos que habían sido un basurero y un vertedero de aguas negras, donde finalmente se decidió construir el campus, que es el sitio donde actualmente se encuentra.
El eje del campus es esa calzada amplia con una jardinera central elevada a media altura, que va del acceso principal del campus al edificio de la biblioteca, que estaba pensado para ser el edificio más relevante. De este edificio sólo se construyó la tercera parte y sus instalaciones estaban previstas para tener contacto por internet, desde hace más de 30 años, con las bibliotecas más importantes del mundo.
Toda la infraestructura requerida por el Plan Maestro del campus se construyó en forma subterránea, y sólo se manejaron los proyectos ejecutivos de lo que se iba a construir, para que diferentes generaciones universitarias hicieran su parte de acuerdo con las circunstancias y con la tecnología existente.
La cuestión financiera, para cubrir las necesidades de gasto e inversión que se le fueran presentando a la Universidad, la resolvimos con el impuesto del 2% sobre nóminas, que ya había sido aprobado por el Congreso años atrás, pero que nunca se había aplicado. Debo decirles que no fue fácil. Tuvimos que platicar con las organizaciones empresariales del estado, para hacerles ver la necesidad presupuestal de más recursos. Concluida la etapa de convencimiento, comenzamos a recaudar este impuesto sin mayores complicaciones. Así aseguramos suficientes recursos que le permitieran a la Universidad contratar maestros de buen nivel y bien remunerados, pero también establecer un Sistema de Becas de varios tipos (colegiatura en diferentes porcentajes hasta el 100%, transporte, manutención, libros, ayudantías, etc), de manera tal que las limitaciones económicas de las familias no fuesen un impedimento para que los jóvenes quintanarroenses vieran frenadas sus aspiraciones de superación profesional. Asimismo, quedaba garantizado que la Universidad contaría con suficiencia financiera para no descuidar, por falta o escasez de recursos, su objetivo de alta calidad.
Como una ilustración de lo que fue la dotación original de recursos, hoy la universidad maneja un presupuesto 50% estatal y 50% federal, del orden de los 450 a 500 MDP al año, cuando debería tener poco más de 2,000 MDP, que harían que la Universidad y la educación fuesen las referencias obligadas al hablar de Quintana Roo. La Universidad, que es el proyecto más importante del estado, debe recuperar sus recursos originales para imprimirle a Quintana Roo un nuevo perfil y una nueva dinámica económica, social, tecnológica y cultural.
El diseño académico de la Universidad fue una tarea en la que contamos con mucha colaboración.
Teníamos muy clara la visión de lo que debería ser la Universidad, pero requeríamos, obviamente, del consejo y la experiencia de expertos en educación superior, para determinar los detalles del modelo de universidad que queríamos establecer. El grupo de colaboradores estaba formado por unas 20 personas -expertos todos- de la SEP, de la ANUIES y de universidades públicas y privadas de diferentes estados del país. Sus valiosas aportaciones contribuyeron a perfeccionar y validar el proyecto de la Universidad.
Queríamos una universidad dominada por el ambiente académico y no por la burocracia administrativa o las jerarquías entre colegas, que frecuentemente desvían la atención de lo que es la parte substancial de un verdadero ambiente universitario; queríamos una universidad con una estructura horizontal y no una estructura vertical. Y recuerdo que, en una de las reuniones finales del Grupo Asesor, se discutió ampliamente el tema y se decidió que la estructura de la Universidad sería departamental y no divisional. Al ser así se privilegiaba la profundización en campos específicos del conocimiento, al tiempo que se creaba la figura de los Colegios Interdepartamentales, para configurar grupos multidisciplinarios de investigación, cuya vigencia no era fija, sino estaba dada por el tiempo requerido para desarrollar el proyecto de investigación que les daba origen.
Desconozco las razones, pero esta visión de la Universidad no tuvo oportunidad de demostrar sus bondades porque se modificó muy poco tiempo después. Por cierto, hace algunas semanas me enteré de que 2 “carreras” no podrían sostenerse porque para una de ellas había sólo un alumno, y para la otra, dos alumnos o algo así. Con la organización departamental y una estructura horizontal esto no podría pasar en una universidad que está por cumplir 32 años. Tal situación corresponde a la rigidez de la estructura vertical y refleja una crisis de esta estructura. La universidad debiera tener la capacidad suficiente para ser recipiendaria de todas las expresiones y vocaciones que puedan contribuir a incrementar el conocimiento.
Con base en su estructura departamental, el diseño curricular de la Universidad se estableció retrospectivamente; es decir, se planteó la cobertura académica que se quería para la Universidad en 50 años, en términos de la misión que se le había fijado, y a partir de esa meta, se determinaron los departamentos que debería tener 5 años antes, 10 años antes, 15 años antes, y así hasta llegar a los departamentos con los que iniciaba sus actividades en 1991. Los 50 años de este ejercicio pudieran parecer muchos, pero no son tantos si se considera que una universidad apenas alcanza su consolidación en unos 35 o 40 años. La idea era avanzar en la dirección de esa ruta retrospectiva, creando paso a paso los departamentos que llevarían a la Universidad a un sitial de verdadera excelencia en la oferta de educación superior a niveles nacional e internacional.
La ruta retrospectiva consideraba importante, como uno de los siguientes pasos, la creación del Departamento de Filosofía. Este era un paso sumamente importante en la configuración del perfil universitario, porque la esencia de las universidades se forma con las áreas dedicadas a las ciencias duras y a la filosofía. La reflexión sobre si misma y sobre su entorno es fundamental en la vida de una universidad. No me refiero a la impartición de algún curso de filosofía, sino a la existencia de un núcleo dentro de la Universidad, cuyo quehacer cubre la enseñanza, pero va más allá, profundizando en la propia razón de ser de la Universidad.
En el modelo adoptado, se estableció un tronco común para que, como yo decía, un estudiante de la Universidad de Quintana Roo se pareciera a otro estudiante de la Universidad de Quintana Roo.
Después seguía el cuadro de materias propias del perfil profesional que el mismo estudiante había escogido, auxiliado por su Consejero Académico, para que, por ejemplo, un ingeniero de la Universidad de Quintana Roo se pareciera a otro ingeniero egresado de cualquier centro de educación superior del país, y por último, en la etapa final de la licenciatura, la opción de especializar la terminación de los estudios y encontrar mejores posibilidades de acomodo en el fluctuante mercado del trabajo.
Exceptuando la etapa del tronco común, en el modelo establecido para la Universidad, el estudiante no estaba considerado como un sujeto pasivo en la definición de su perfil curricular sino, por el contrario, auxiliado por su Consejero Académico y por la planta docente de la Universidad, participaría en la definición de su plan de estudios, acorde a sus inquietudes e intereses personales. Por esta razón hablábamos de Rutas Académicas, que después tuvieron que traducirse para establecer sus equivalencias con el sistema de carreras, que es el que mejor entendemos porque es al que desde siempre hemos estado acostumbrados.
Contemplábamos a la Universidad de Quintana Roo como una institución en la que el número de alumnos por maestro se mantuviera bajo, preferentemente de una cifra. Este objetivo guardaba estrecha relación con la búsqueda permanente de la calidad que la Universidad se había fijado, lo que a su vez armonizaba perfectamente con el concepto de la enseñanza- aprendizaje, en condiciones de alta efectividad. Se trataba de que la comunidad universitaria en su conjunto, maestros y alumnos, apoyada por las facilidades de la Universidad, interactuara fuertemente en beneficio de la formación de los alumnos y de la experiencia docente de los maestros de la Universidad. La enseñanza-aprendizaje estaba considerada a futuro como uno de los rasgos distintivos de la Universidad de Quintana Roo.
Con todos estos ingredientes la Universidad nacía como una universidad de 5a Generación. Según los expertos, las de primera generación se dieron en la época de la colonia. Después vinieron la 2a y 3a generación con estructuras rígidas que privilegiaban el lado de la docencia, el lado que estaba en la estructura fija de las instituciones. Quienes, como yo, estudiamos en los años sesenta o años antes y algunos después, estudiamos en escuelas superiores o universidades de 3a generación. Después vinieron las de 4a Generación, más departamentalizadas y con nuevos agregados educativos, como la UAM y otras escuelas de la misma época.
Pero la nuestra, la Universidad de Quintana Roo, con su estructura departamental, sus rutas académicas como opción educativa y con la enseñanza-aprendizaje, surgió como una universidad de 5a Generación: “La Nueva Universidad Mexicana”.
Por estas razones, cualquier evaluación de nuestra Universidad tendría que hacerse teniendo como referencia su proyecto y las metas que se había fijado. Ha sido un error comparar a la Universidad de Quintana Roo con universidades de 3a o 4a generación, porque una comparación así arroja resultados positivos pero incorrectos. La Universidad de Quintana Roo debe evaluarse en términos del modelo, los conceptos y las metas que se le fijaron desde su origen.
La etapa final del proyecto de la Universidad fue la elaboración de su Decreto Fundacional, que integraba en un solo documento las cosas a que me he referido. El Decreto no fue solo un documento para cubrir la formalidad de fundar la Universidad, sino la expresión de un proyecto por el que se creaba una institución educativa de avanzada, para responder bien a aquel viejo anhelo de los quintanarroenses que nos precedieron.
La Universidad de Quintana Roo, a sus 32 años, debiera revisar a fondo y con acento crítico sus avances y sus retrocesos, para transitar por los caminos que se le fijaron desde su creación. Pasó bastante tiempo para que la tuviéramos y es un deber colectivo cuidarla, porque es el proyecto más valioso que tenemos para transitar hacia un mejor futuro.
Las universidades no se crean todos los días, se hacen día con día, con esfuerzos comprometidos con el quehacer educativo y cultural de una comunidad.
Hoy nos da gusto ver a quienes egresan de la Universidad de Quintana Roo, culminando un sueño como el que tuvieron los quintanarroenses que nos precedieron. Ojalá y siempre soñemos como ellos para que no se detenga el progreso de Quintana Roo.