Una mujer calzando unos zapatos de tacón alto cruza la avenida casi corriendo antes de que el semáforo se ponga en verde, mientras una bicicleta pasa rápidamente junto a ella y una veintena de autos se disponen a pisar el acelerador. Todo sucede al mismo tiempo y se multiplica.
Las escenas cambian infinidad de veces como testimonio de la actividad humana que, literalmente, mueve a la Tierra.
Los especialistas en sismología le llaman a esto “ruido sísmico”. Sensores sismológicos, como el sismómetro y el acelerómetro, registran de manera permanente el movimiento del suelo que se produce por diferentes factores, no sólo el generado por los sismos.
Movimiento continúo
La doctora Xyoli Pérez Campos, jefa del Servicio Sismológico Nacional (SSN), explica que existen muchas fuentes antropogénicas que pueden producir movimientos en el suelo. Quizá algunas de las que estamos más acostumbrados a percibir son el paso de un camión pesado o el ruido de un taladro rompiendo el pavimento en una construcción cercana.
Esto hace vibrar el suelo de forma más evidente, pero en realidad esta superficie nunca está quieta; aunque no alcanzamos a sentir muchas de las vibraciones constantes, los sensores son tan sensibles que pueden percibir y registrar, incluso, nuestros pasos.
Con el confinamiento obligado por la pandemia, este ruido sísmico perdió fuerza en todo el mundo. En un estudio publicado en julio pasado en la revista Science, titulado “ Silencio global del ruido sísmico de alta frecuencia debido a las medidas de bloqueo de la pandemia Covid19” se muestra cómo la actividad humana provoca vibraciones que se propagan al suelo como ondas sísmicas de alta frecuencia.
El estudio muestra cómo las medidas para mitigar la pandemia provocaron cambios generalizados en la actividad humana que llevaron a una reducción del ruido sísmico de hasta 50% en algunos lugares.
El registro se extendió por muchos kilómetros y a cientos de metros de profundidad, lo que brindó la oportunidad de detectar señales sutiles de fuentes sísmicas del subsuelo.
Los sismólogos Thomas Lecocq y Koen Van Noten, del Real Observatorio de Bélgica, fueron los encargados de dirigir el estudio que tuvo la participación de más de 300 estaciones sísmicas en todo el mundo y donde se percibió no sólo mayor quietud en áreas densamente pobladas, como China, sino incluso en lugares con poca población en África Subsahariana.
El descenso en el ruido sísmico registrado este 2020 es la reducción antropogénica global más larga y notoria jamás registrada.
En nuestro país esta baja en la actividad humana no pasó desapercibida para los sismólogos. De acuerdo con datos del SSN, durante la semana del 6 de mayo se registraron los niveles mínimos de ese ruido por actividad humana y hasta la última semana de agosto los registros habituales de ruido aún no llegaban a la normalidad.
La doctora Xyoli precisa que hasta el domingo 30 de agosto todavía se medía una reducción del 6.7 % por debajo de lo normal. A pesar de todas las cosas negativas que acompaña la pandemia, el Covid-19 trajo una ventana de oportunidad en sismología para los registros científicos, pues los sismos pequeños que antes quedaban enmascarados por el ruido de la actividad humana, se volvieron más fáciles de visualizar.
“Antes del confinamiento se necesitaban emplear diversas técnicas para buscar este tipo de sismos, pero llegó un momento en que incluso al ojo humano se pudieron percibir.
Conforme las actividades regresan, la amplitud de las liberaciones de energía que se transmiten por el subsuelo están regresando a los niveles normales, pero los datos ya registrados ofrecen diversas oportunidades de estudio que se seguirán trabajando en los próximos meses”, señala Xyoli Pérez Campos.
Estas investigaciones están relacionadas con el impacto de las actividades humanas de acuerdo a la distribución de los focos poblacionales.
Con la creciente urbanización y el aumento de la población a nivel mundial, más personas vivirán en áreas geológicamente peligrosas, por lo tanto, para los especialistas será más importante caracterizar el ruido antropogénico que causan los humanos para que los sismólogos puedan escuchar mejor a la Tierra y monitorear con mayor precisión los movimientos del suelo bajo nuestros pies.
Viejos y nuevos retos para un país sísmico
La pandemia de Covid-19 también le ha dejado al SSN aprendizajes a nivel operativo, pues se desarrollaron estrategias para seguir operando en todo momento con operaciones remotas para reducir al máximo las posibilidades de contagio.
Cerca del 19 de septiembre, una fecha que se convierte en un recordatorio por partida doble del impacto de los sismos en nuestro país, la jefa del SSN señala que los dos retos más importantes que se mantienen vigentes para el monitoreo sismológico en nuestro país son, por un lado, el aumento en la cobertura de estaciones sismológicas, en zonas como centro-norte y sureste del país; y por otro, el establecimiento de un centro alterno de monitoreo.
Con el establecimiento de nuevas estaciones se busca fortalecer la columna vertebral del monitoreo sísmico en el país, pues hay puntos donde no se alcanzan a ver sismos pequeños o moderados.
Para elegir los lugares que mejorarían la cobertura, la especialista señala que se han tenido que considerar tanto factores técnicos como sociales. En la primera área destaca la geología del lugar considerado. Pérez Campos explica que el terreno debe tener roca dura, pues en lugares con sedimentos o suelo suelto se producen efectos no deseables en la señal.
La otra cuestión que menciona es que se encuentre alejado de posibles fuentes de ruido, como paso vehicular, presencia humana, arroyos, ríos, vías de tren o líneas eléctricas de alta tensión, pues todo esto induce vibraciones y, por lo tanto, provocan ruidos más altos.
Los lugares elegidos para las nuevas estaciones deben contar con suministro eléctrico comercial, así como con buena cobertura para transmisión de datos. También deben ser lugares de fácil acceso y que garanticen la seguridad no sólo del equipo, sino del personal.
Esto en la actualidad es un reto por sí solo, pues señala que hay zonas del país que aunque requieran una estación, las condiciones de inseguridad no permiten su establecimiento.
Contemplando todos estos elementos, lo que se hace al principio es un trabajo de gabinete para ver cuáles son los lugares ideales. “La etapa siguiente, y en la cual estamos, es ir a los sitios y hacer un levantamiento de datos. Hasta antes de la pandemia habíamos tenido campañas exitosas de búsqueda de lugares adecuados y, de hecho, ya tenemos una decena de sitios seleccionados, pero con la pandemia el trabajo de campo se detuvo porque por el momento no estamos saliendo, pero esperamos que las condiciones mejoren para poder seguir con esta labor”.
La siguiente etapa seria la construcción y funcionamiento de estas nuevas estaciones ubicadas en Chiapas, Tabasco, Tlaxcala, Hidalgo, Jalisco, Zacatecas, San Luis potosí, Tamaulipas, Veracruz y Michoacán.
El proyecto del Centro Alterno de Monitoreo se ubica en la Ciudad del Conocimiento y la Cultura, en Pachuca, Hidalgo. La edificación de este centro es fundamental para que el SSN pueda funcionar sin problemas en caso de alguna eventualidad o que se necesite dar mantenimiento mayor a alguno de los sistemas. “El edificio no es muy complicado, pero toda la estructura interna sí lo es porque es un centro de datos que espera tener redundancia para garantizar la operación continua”, señala la científica respecto al proyecto que se estima quede concluido en alrededor de dos años.