El gobierno de Quintana Roo ha puesto todo su esfuerzo para solucionar el conflicto magisterial, que hoy amenaza con paralizar de nuevo el ciclo escolar. Tanto esfuerzo ha puesto, que hay voces que afirman que pone de más, que se compromete a tal grado que está al filo de la navaja, porque empeña su palabra al límite de sus posibilidades políticas, económicas y legales.
Y en contraste, la otra parte se dedica al chantaje, defiende las prebendas históricas de los líderes sindicales a los que desconoció el llamado comité de lucha, reconocido por el gobierno de Roberto Borge como interlocutor válido, a pesar de que esa dirigencia no muestra seriedad.
Y quizá por todo ese entorno, la secretaria de Educación, Sara Latife Ruiz Chávez, decidió dejar a un lado la rigidez de los protocolos, para adoptar en redes sociales una actitud no de confrontación, sino de sinceridad, para hablarle a su cara a los profesores y decirles unas cuantas verdades.
Sara Latife es una política frontal, acertiva, incómoda por entrona. No se le conoce por darle vueltas a las cosas y, por lo mismo, ha tenido algunos tropiezos en su carrera que ha superado.
Esste domingo, Facebook fue el foro que le permitió expresar varios conceptos importantes en relación con el conflicto magisterial. Expresó cosas que muchos pondrían en la lista de lo que es políticamente incorrecto, pero al hacerlo, al realizar reclamos puntuales a los profesores se pone del lado de la parte más sensible del conflicto: la sociedad, los niños y sus padres.
“Se les atiende y dialoga, pero simultáneamente siguen tomando carreteras, edificios del sistema educativo, sometiendo con amenazas a sus compañeros que sí quieren dar clases y trabajar en oficinas, mintiendo (…), informando acuerdos con el Ejecutivo que no ocurrieron”, dijo en su “muro” de Facebook.
Conocedora de los efectos que ocasiona su personalidad, reconoce que sus comentarios no serán del agrado “de quienes están en contra de la ley, pero incluso ellos saben que ésta es la verdad de la situación”. Y de nuevo se pone a disposición del diálogo, de la reflexión.
Platea
En el sindicato de taxistas “Andrés Quintana Roo” de Cancún se incuba un conflicto de grandes proporciones. Tiene implicaciones políticas, sucesorias, pero sobre todo económicas. Hay tres protagonistas: el líder Oliver Heidelberg Fabro; el segundo de abordo, Eric Castillo, quien está en el centro de una serie de investigaciones judiciales y pretende el poder sindical y los integrantes del comité directivo, entre los que hay preocupación por el destino final de los recursos de la agrupación.
El sindicato de taxistas cancunense siempre ha sido una olla de presión, pero ahora afirman que hay una auténtica bomba activada.