En los primeros días de 1995, semanas después del llamado “error de diciembre” que provocó la mayor crisis económica de México, empezó a circular un chiste según el cual Ernesto Zedillo, presidente recién estrenado, le hizo un fuerte reclamo a su antecesor Carlos Salinas de Gortari.
“¡Me dejaste la economía prendida de alfileres!”, dicen que reclamó muy molesto Zedillo.
Según el relato, el expresidente Salinas le contestó: “Y tú, ¿para qué se los quitaste?”
Una situación parecida se vive hoy en día en Quintana Roo con la seguridad, a poco más de un mes del cambio de gobierno.
La administración de Carlos Joaquín ha estado marcada por el continuo esfuerzo de construir organismos de seguridad confiables, que garanticen paz y tranquilidad a la sociedad en su conjunto.
Navegó entre el pantano de unas finanzas destrozadas y las aguas procelosas de una rampante inseguridad, al grado de que la delincuencia organizada retó su autoridad atacando las instalaciones de la Fiscalía en Cancún.
En esas condiciones empezó a dar los primeros pasos para la construcción de una policía estatal, que hasta entonces solo tenía presencia en Chetumal y puso a disposición del gobierno federal un terreno y dinero para construir la ciudad militar que iba a dar cabida a más de 3,000 elementos de la desaparecida Policía Federal, que fue sustituida por una Guardia Nacional que ha pichicateado su presencia en la entidad.
También se empezó a construir la nueva Fiscalía sobre las ruinas de la Procuraduría de Justicia, que carecía de toda la estructura y personal especializado que requiere una institución de ese tipo.
Asimismo, se construyó el C-5 en Cancún, desde donde se monitorean más de 2,000 cámaras instaladas en todo el estado, con la proyección de seguir instalando más para ampliar la capacidad de vigilancia.
Todas esas acciones han contribuido a combatir y debilitar a los grupos de delincuencia organizada que operan en la entidad.
Pero son logros de instituciones que apenas están despegando, tras la fase de reconstrucción y planeación del que han sido objeto.
Mucho de las acciones, recursos materiales y humanos están pegados con alfileres, en espera de la consolidación para seguir avanzando a pasos firmes.
Por eso es importante que quienes han diseñado y están desarrollando todo ese aparato deban continuar, para dar seguimiento puntual a cada una de las etapas del proyecto que conocen plenamente.
Yucatán es ejemplo de continuidad en materia de seguridad, sin importar los colores de los partidos que gobiernen.
Hacia allá se debe apostar.
Quintana Roo no puede darse el lujo de jugar el paso de la muerte en materia de seguridad, no puede permitirse que se quiten los alfileres. Hay mucho en juego.
El gran problema de la inseguridad en México es que a lo largo de los últimos 20 años se manejó con tintes políticos, con gobernantes del PRI, del PAN y ahora de Morena que no le pusieron seriedad.
Los gobiernos del PRI pretendieron militarizar los cuerpos de seguridad y se opusieron el PAN y PRD con todos los que ahora están en Morena.
Después el PAN se olvidó de su oposición y pretendió caminar hacia la militarización, pero se topó con el PRI, PRD y Morena.
Y ahora es el gobierno federal morenista el que pretende la militarización, aun cuando siendo oposición sus grandes referentes, como Andrés Manuel López Obrador, lo criticaron y pusieron cuanto calificativo pudieron a los promotores de la idea que combatió el hoy Presidente cuando era líder opositor.
El PAN, que siendo gobierno quiso la militarización, ahora se opone.
Ninguna fuerza política ha sido seria.
Esta es la oportunidad para que Quintana Roo dé una lección a México, de que sus políticos se pueden poner de acuerdo y que puede haber continuidad en políticas públicas, al menos en el rubro de seguridad.
Quizá la estrategia actual no sea la óptima, quizá sus operadores no sean los ideales, pero se van dando los resultados, pero quitar los alfileres no es opción. Cambiar de la noche a la mañana es una apuesta riesgosa.
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