Palco Quintanarroense
Del “pirruris” al “mirrey”
Julio César Silva Cetina
A fines de los años 80 del
Los “pirruris”, desde el punto de vista de Luis de Alba, se olvidaron de que eran personas, para presentarse únicamente como seres superficiales que valen por el dinero que tengan.
Pero fuera de ese trabajo televisivo, hecho sin más análisis que la observación, los estudiosos del comportamiento de la sociedad no se habían ocupado de los estratos altos de la población. Sólo se le destinaba tiempo a las clases bajas, sobre diagnosticadas en sus carencias, en las causas de éstas que pasan fundamentalmente por las dificultades que tienen para acceder a la educación y, por tanto, sin posibilidades de subir por el “elevador social”.
Sin embargo, los estratos altos de la sociedad mexicana no eran objeto de estudio, hasta que tomó la iniciativa Ricardo Raphael, columnista del periódico capitalino El Unversal del que también fue subdirector de Opinión; abogado por la UNAM, maestro en ciencias políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París y con estudios doctorales en Economía Política y Políticas Comparadas por la Escuela para Graduados de Claremont, California.
Como profesor afiliado a la División de Administración Pública del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), del que es coordinador de la maestría en Periodismo y Asuntos Públicos, realizó una reciente investigación sobre el comportamiento de los estratos altos de la sociedad mexicana y concluyó que aunque la calidad de vida crece en México, ésta no es para toda la población.
Su investigación derivó en el libro “Mirreynato””, que presentó la semana pasada en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. El periodista sostiene que la desigualdad no solo es económica, sino también se refleja en el terreno social donde la ostentación de bienes y poder han distanciado más los niveles socioculturales entre los ciudadanos.
Y acusa que la culpa la tiene el “mirrey”, concepto que asigna a una persona de alto poder adquisitivo que gusta de ostentar y presumir sus bienes, además de utilizar su condición social para, prácticamente, hacer lo que le plazca, aunque esto tenga consecuencias que atenten contra la justicia y su propia vida.
Es decir, el “pirruris” sólo era el hijo de rico nuevo que no iba más allá de presumir de manera extravagante lo que tiene, mientras que el “mirrey” “evolucionó” como un ser en el que la ostentación no es suficiente si no abusa de quienes considera inferior a él en términos económicos y políticos.
En “Mirreynato” Ricardo Raphael analiza conductas, lo que ostentan y las afectaciones que los “mirreyes” han causado no solamente a su familia, sino a una sociedad tremendamente desigual.
“Los mirreyes son el síntoma más evidente de una enfermedad. Cuando a los niños les da sarampión tienen una ronchita que detrás de ellas viene algo más grave. Hay un régimen moral que los ha colocado a los mirreyes en el centro, que son los beneficiarios del momento en que vivimos hoy. Estudiarlos no es solamente una curiosidad”, señala el investigador y agrega que los “mirreyes” no son en sí la ronchita del sarampión mexicano, sino “el síntoma” de toda una época y generación.
“Es un régimen donde la ostentación importa mucho, una ostentación mezclada con impunidad. Yo ostento para decirte a ti que tengo poder económico y algo más: poder social y político. Esa ostentación genera un halo de impunidad donde lo que yo haga va tener consecuencias distintas que si las haces tú. La impunidad trae desigualdad”, precisa.
“Ostentación, impunidad, corrupción, discriminación, desigualdad, elevador social descompuesto y educación que no funciona, estas características son el régimen en el que vivimos, son el mirreynato, y mi convocatoria es a derrumbarlo, no digo que hagamos la revolución, sino a enfrentar los valores que están detrás de este régimen”, subraya.
En síntesis, el “mirrey” es una figura exacerbada del “pirruris” y el “junior” juntos.
¿Hay “mirreyes” en Quintana Roo?
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