La tragedia que vive Acapulco, a una semana de que fue impactado por el huracán “Otis” de categoría cinco, parece distante, pero tarde o temprano también afectará a Quintana Roo, especialmente la región norte.
La exitosa actividad turística de esta región, la más dinámica en este rubro en toda América Latina, atrae migrantes de todos lados. Incluso, muchos sudamericanos y centroamericanos han encontrado aquí un sustituto del “sueño americano”.
Por ello, es seguro que será el objetivo de una gran cantidad de guerrerenses, que tan pronto como puedan saldrán de Acapulco y alrededores en busca en mejores perspectivas, pues los pronósticos es que la recuperación de ese puerto pionero en la industria turística del país se pueda dar plenamente en un plazo no menor a dos años.
Quintana Roo ha enfrentado oleadas de migrantes en otras ocasiones, debido a estragos ocasionados por fenómenos naturales en lugares como Tabasco y Chiapas.
Ahora, es crucial que los tres órdenes de gobierno tomen decisiones decisivas para considerar, a mediano y largo plazo, las inversiones necesarias que atiendan los rezagos existentes y afronten las necesidades de infraestructura y servicios, producto de esta nueva oleada de migrantes.
Cancún, la joya turística, se encuentra atascada bajo la carga de quintanarroenses que, aunque trabajan en la Riviera Maya, dependen de sus servicios e infraestructura, lo que a lo largo de los años fue generando decenas de colonias irregulares, en las que vive un tercio de su millón de habitantes sin servicios básicos.
Pero el desafío no se limita a ello.
La próxima apertura del aeropuerto en Tulum promete un nuevo “boom” en la actividad económica, con un incremento poblacional inminente.
Desafortunadamente, Tulum carece de infraestructura y de espacio para vivienda popular, lo que augura desafíos críticos para el futuro inmediato.
A pesar de los esfuerzos por mejorar, las megainfraestructuras en proceso, como la reconstrucción de avenida Colosio, el puente Nichupté y la avenida Chacmool en Cancún, apenas cumplen una fracción de las necesidades existentes.
El sector salud y la urbanización de las colonias colonias irregulares son todo un reto.
La zona continental de Isla Mujeres es un desorden. A pesar de la prosperidad que se vive con el desarrollo de Playa Mujeres y la construcción de una zona hotelera tan grande como la de Cancún, la carga social no está siendo atenida por las autoridades municipales.
Allí históricamente los alcaldes y alcaldesas han nadado de “a muertito”, mientras su población, a la que sí recurren en tiempos electorales, buscan que sus necesidades sean resueltas en Cancún.
En los hechos, Cancún está subsidiando a municipios como Solidaridad, Tulum e Isla Mujeres.
Los desafíos se presentan en forma colosal y actualmente, la mayoría de los municipios carecen de planes directores de desarrollo. Estos instrumentos fueron impugnados judicialmente, lo que ha dejado a la región en un limbo de planificación.
Uno de los mayores riesgos se cierne en la comunidad de Sunyaxché, en las puertas de la reserva de la biosfera de Sian Ka’an, patrimonio de la humanidad, donde la construcción del aeropuerto no está siendo acompañada por las condiciones necesarias para enfrentar un crecimiento urbanístico ordenado.
La anarquía en el crecimiento se vuelve cada vez más verosímil.
Es obvio que las actuales autoridades no podrán resolver todas estas carencias que se han ido acumulando durante décadas, pues no es le alcanzará el tiempo ni el dinero. Al actual régimen federal, por ejemplo, le queda un año.
Sin embargo, pueden poner las bases jurídicas y financieras y empezar a atender los retos, pues de lo contrario las consecuencias de un posible colapso urbano serán catastróficas.
Es el momento de actuar con diligencia y enfocarse en establecer planes integrales para enfrentar esta coyuntura.
El futuro parece incierto y complicado, pero con voluntad todo se puede.
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