Los días pasados fueron de furia. Corrió la sangre y por todos los medios nacionales e internacionales se difundió la imagen de que el Caribe mexicano era una zona de guerra. Grupos delincuenciales retan a las instituciones. Pero no es del todo cierta esa imagen. Se puede decir, incluso, que es una imagen distorsionada de la realidad.
Es verdad que hay grupos delincuenciales que operan en el Caribe mexicano como en todo el país. Es verdad que se dan hechos de violencia protagonizados por las mafias que se disputan las plazas. Es verdad que hay ineptitud de las corporaciones policiacas para investigar, detener y aprehender a los culpables materiales e intelectuales. Es verdad que el crimen organizado ha infiltrado a muchas corporaciones policíacas. Es verdad que en la Fiscalía hay no sólo corrupción e ineficacia, sino algo peor: está dependencia la encontró Miguel Angwel Pech Cen, el nuevo Fiscal, en un estado ruinoso, prácticamente desmantelada en lo material y en lo moral. Todo eso, y más, es verdad.
Pero también es verdad que Los destinos del Caribe mexicano son la fortaleza turística de México. Es verdad que Cancún, Isla Mujeres, Holbox, Cozumel, La Riviera Maya y la Costa Maya, destinos principales del Caribe mexicano, son el fulgor turístico de nuestro país. El año pasado se llegó a 21 millones de visitantes. Lo que no tienen muchos países de América Latina. Argentina, como país, aspira a tener este 2017 la cifra de 12 millones de turistas. Esto nos da una idea de la fortaleza turística de nuestra región, cuyas bellezas, instalaciones y excelencia en el servicio son alabadas por los visitantes de todo el mundo.
Una región como Quintana Roo tiene una competencia dura. En las competencias económicas la ley de la selva es la que prevalece. Y hechos lamentables como los ocurridos en Playa del Carmen y en Cancún, con saldo de varios muertos y heridos, son aprovechados por otros destinos turísticos para debilitar al nuestro.
El Caribe mexicano está de píe. La vida sigue su normalidad. La gente va a su trabajo, a la escuela y sale a la calle con precauciones pero sin temores.
Hubo una guerra dura y despiadada también. La guerra de la desinformación, de las versiones sesgadas o malintencionadas. Durante carias horas hubo también un vacío de información oficial que abonó a que rumores de todo tipo se esparcieran por todos lados.
Pero en Cancún y en Playa del Carmen la vida no ha detenido su ritmo.
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