El auténtico Robin Hood

Por Samuel Cervera / Siempre ha habido personajes fuera de la ley que resultan atractivos para la sociedad y sus historias ampliamente difundidas, pero ninguno ha gozado de mayor renombre como el ladrón medieval inglés, Robín Hood. Ampliamente conocido en occidente, se convirtió en un personaje internacional partir del siglo XX, existe un sorprendente número de películas así como series de televisión sobre este personaje. A pesar de su fama, los historiadores todavía no encuentran las pruebas contundentes de su existencia, pero lo que sí han hallado han sido documentos sobre otros personajes, de los cuales se pudo haber basado la leyenda del heroico forajido que robaba a los ricos para darle a los pobres.

Robín Hood ha sido tan escurridizo para los investigadores de la edad media como lo es en las leyendas para el Sheriff de Nottingham. Muchos medievalistas han seguido la pista del nombre Robín Hood, encontrándose que con el callejón sin salida de que Robín o Robert eran nombres muy comunes, para colmo Hood, Hud o Hute también eran apellidos muy usados, inclusive descubrieron que Hood era un término generalizado para definir a malhechores  en ciertas zonas de Inglaterra. Tampoco las crónicas de la época lo mencionan, aunque si hay algunas que señalan  que uno de los cantares más populares eran sobre este singular ladrón. Al día de hoy todavía no localizan el documento que pruebe que haya existido, pero si hay textos sobre otros personajes, de los cuales quizá se inspiró la leyenda del asaltante del bosque de Sherwood.

Uno de estos personajes vivió a miles de kilómetros de la fría Inglaterra, en las más cálidas tierras de Italia. La época es la misma, el siglo XIII y quizá los trovadores medievales llevaron estas historias al norte, siendo adaptado y adoptado por otros pueblos. El nombre de nuestro ladrón italiano es Ghino Di Tacco, y su historia también merecería un buen film hollywoodense.

Nació en lo que entonces era la Republica de Siena, en la región conocida ahora como la Toscana. Los villanos de esta historia eran una familia de señores feudales, los Cacciaconti,  que poseían diversos castillos lo que les daba una amplia fuerza ante las autoridades de la Republica. Eran crueles y autoritarios con la población y dada su riqueza, la justicia no los podía tocar. Estos señores decidieron aumentar los impuestos en sus tierras acrecentando el descontento social, al parecer en respuesta a esta medida, el padre y tío de Ghino crearon una banda de asaltantes, a la que se integró Ghino siendo adolescente. Después de asolar los territorios de los Cacciaconti, en un golpe de audacia atacaron uno de sus castillos hiriendo gravemente a uno de los nobles, en respuesta los persiguieron duramente durante 6 años, hasta capturarlos. Torturaron y ejecutaron a su padre y a su tío, pero por su edad liberaron a Ghino. Una vez libre desapareció de la escena, para regresar espectacularmente cinco años después.

En 1290, usando su astucia Ghino capturó una inexpugnable fortaleza sobre una montaña ubicada justamente en la frontera entre la República de Siena y los Estados Pontificios, esa se convirtió en su base de operaciones, ya que justo cerca de ahí pasaba una de las rutas que llevaban a Roma. Se dedicó a asaltar a los peregrinos y viajeros pero se hizo célebre por su actitud.

Ghino no asaltaba a los viajeros pobres, ni tampoco a los estudiantes, inclusive les daba hospedaje si lo requerían. A los adinerados les dejaba algún recurso para continuar su viaje, en una época sumamente violenta, esta conducta era ejemplar. Aunado a esto era un extraordinario luchador y su inteligencia lo libraba constantemente de sus perseguidores. Su popularidad fue tal que Dante lo menciona brevemente en la Divina Comedia y  Boccaccio le dedica un buen espacio en el Decamerón.

Justamente Bocaccio cuenta lo que podría haber sido su última aventura, Ghino logró obtener el apoyo incondicional del poderoso y rico  Abad de Cluny  ya que al asaltarlo, también lo retuvo para curarlo de profundos malestares producto del exceso de comida. El agradecimiento fue tal que el religioso le consiguió el apoyo del Papa, para que Ghino finalmente concluyera su vida plagada de emociones, tranquilamente como Prior de un hospital.

Para  la rígida sociedad medieval, los cantares de estos forajidos sembraban esperanza en la dura vida cotidiana de la gente ajena a los privilegios de la nobleza o la iglesia. Si bien las desigualdades sociales trascienden los siglos, también lo hacen las historias de quienes las confrontan.

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