Cancún, 5 de enero (InZoom.mx).- La colonia Valle Verde amaneció marcada por el horror y la tragedia. Entre las calles polvorientas de esta zona popular de Cancún, el silencio se rompió con el eco de las balas y el grito desgarrador de una madre que vio cómo el destino le arrebató lo más preciado: su hija Alondra, de apenas 11 años.
Era temprano, el reloj aún no marcaba las 11 de la mañana y el sol apenas calentaba el asfalto en un día fresco de invierno, cuando Alondra salió de su casa rumbo a la tienda “Mari” en la manzana 42, avenida Paseo del Valle. Su misión era simple: comprar algo para el desayuno, pero en un instante, su rutina infantil quedó envuelta en un torbellino de violencia que terminó en tragedia.
Un hombre, perseguido por sicarios, irrumpió en la tienda buscando desesperadamente un refugio. Testigos que presenciaron todo aseguran que el hombre se asomó en varias ocasiones para ver si era seguro salir, pero en su intento de escapar del fatal desenlace que ya lo acechaba, encontró a Alondra y, sin pensarlo, la usó como escudo humano cuando el motociclista que lo perseguía lo encontró.
Los disparos fueron certeros y no hubo oportunidad para la niña, el hombre la abrazó fuertemente en un intento por evitar el ataque, pero el asesino no tuvo contemplación y les disparó a los dos. Su vida se extinguió al instante, mientras el hombre que la tomó como escudo corría la misma suerte.
La escena se convirtió en un caos de dolor. La madre de Alondra, junto a otros familiares que acudieron al lugar, rompió en llanto, abrazando a su hija aún con la esperanza de que su corazón latiera. Algunos intentaron auxiliarla, pero la tragedia ya estaba consumada. La sangre manchaba las manos y la ropa de quienes, impotentes, trataron de salvarla.
Paramédicos atendieron a la familia, que presentaba crisis nerviosas severas. Las miradas de los vecinos eran una mezcla de tristeza y resignación, testigos de cómo el crimen organizado cobra vidas inocentes en su implacable disputa por el control. Mientras tanto, expertos del Grupo Especializado en Atención a la Violencia Familiar y de Género (GEAVI) acompañaron a los familiares, intentando ofrecer consuelo en medio del desgarrador panorama.
Detrás del cordón policial la gente observada detenidamente las labores de los forenses que recogían evidencias en el lugar del ataque mientras policías de investigación pertenecientes a la Fiscalía General del Estado interrogaban a los testigos, intentando obtener pistas que lleven a la detención de los responsables del brutal asesinato.
Tras largas horas de espera, finalmente la unidad del Servicio Médico Forense se puso en marcha, custodiada por unidades policiales y de manera silenciosa pasó en medio de todos los curiosos llevando en su interior los cuerpos que fueron colocados en la parte inferior de las parrillas, uno al lado del otro.
De una forma inesperada llegaron nuevamente los familiares de Alondra con veladoras y algunas flores, intentando dar algo de luz al sitio donde esta víctima inocente perdió la vida. El dolor era tan intenso que sus manos temblaban al intentar encenderlas y su madre, que no soportó ver la enorme mancha de sangre que quedó en la entrada de la tienda, tuvo que ser auxiliada nuevamente, casi desvanecida.
La tragedia de Alondra es un reflejo del miedo cotidiano que acecha a las colonias populares de Cancún. Aquí, la violencia no discrimina y el costo de las disputas es pagado, muchas veces, por quienes no tienen nada que ver con ellas. Hoy, en Valle Verde, la ausencia de una pequeña ilumina la cruel realidad que vive esta ciudad, donde la vida parece valer menos que un disparo.