Nicolás Durán de la Sierra
El Minotauro
Cancún, el trágico cotidiano
Ni tres ni uno, sino dos serán los temas que se aborden en esta bien acicalada columna. Uno de ellos, que acaso en otro espacio sería medular y que tienen que ver con el trágico cotidiano que se vive en Cancún, aquí resulta punto menos que accesorio y no porque su valor sea lene, no, sino que, por su estatura, el otro tema lo hace ver disminuido, apocado y hasta ñoño, por usar un tan sonoro como anacrónico calificativo.
Este uno va por el arduo camino de los esfuerzos oficiales por atajar la criminalidad que azota a Cancún, criminalidad que en las últimas semanas redundó en la muerte de doce personas, las más, mujeres. Resulta que en estos días llegaron a la ciudad unos doscientos agentes de la Gendarmería Federal que se dijo se sumaron a los rondines que ya realizan policías municipales y estatales apoyados por elementos del Ejército y la Marina.
Doce asesinatos en menos de tres semanas fueron los que detonaron la acción de los gobiernos locales y el federal. Habrá que hacer votos porque su estancia rinda frutos, aunque sólo sea para paliar la violenta espiral y no se ataquen las causas que la generaron, como son la cada vez mayor expansión de los cárteles y la creciente pobreza que priva en el área periférica de Cancún, sobre todo en el poniente urbano.
Para dar sólo un ejemplo, en esa zona existen unas dos mil casas de interés social abandonadas, que hoy sirven de refugio para malvivientes. Fueron edificadas en buena parte con fondos públicos y se ubican en fraccionamientos fantasmas a los que no se les ha dado ni se les darán servicios como agua potable, electricidad o transporte, pues aunque estén contemplados en los programas de desarrollo, sólo figuran de manera nominal.
Cerca de estos ‘fraccionamientos fantasmas’ hay conjuntos habitacionales que si bien disponen de servicios, apenas si se hallan ocupados por la pésima calidad de las edificaciones y por su muy difícil acceso. En la práctica, por temor a los asaltos, el transporte urbano suspende el servicio a las seis de la tarde, cuando oscurece. Muchas de las viviendas no superan los treinta metros de construcción.
Los policías atacarán los efectos, pero no las causas. De gran parte de los problemas citadinos, responsables son las autoridades municipales y estatales que no sólo toleraron los asentamientos irregulares, sino que hasta los prohijaron para enriquecerse con parte de la tajada inmobiliaria. Bien sabían que en la zona poniente de la ciudad la dotación de servicios es casi imposible, pero business are business.
Para que sea exitosa esta nueva lucha contra el crimen, es necesario que los cuerpos policiales recobren la fe ciudadana, la confianza que ellos mismos dilapidaron a golpes de ineficiencia y de rampante corrupción. Dice Juan Pedro Mercader, titular estatal de Seguridad Pública, que no existe en Cancún cultura de la denuncia; lo que no hay es ni la mínima confianza en las autoridades de cualquier tipo.
Con todo y aunque la presencia de los policías no resuelva los problemas de origen, como se dijo, es de aplaudirse que por fin, tras el escándalo que trajeron tantas muertes y sobre todo las femeninas –el amago del feminicidio en el congreso federal resultó efectivo- las autoridades se hayan percatado de que algo grave, muy grave, ocurre en Cancún y que el fastuoso negocio turístico está en riesgo real.
“El trágico cotidiano que sucede en Quintana Roo”, se dijo, y la cita no se debe a la inspiración de Giovanni Papini, quien publicara un libro con el título, sino que fue oída por El Escriba en los días aciagos en que toda jornada comenzaba con una muerta o un cadáver desmembrado por el narco, o hasta con el ridículo de los diarios locales que callaron en sus páginas una marcha ocurrida en la ciudad en protesta por los crímenes.
El tema tiene miga. Sin embargo, su talla no es mayor que la saga de El Minotauro y su troupe, que como se dijera en la pasada entrega se apresta para viajar a la Ciudad de México para comer en ‘Pujol’ platillos tradicionales del país, aunque con propiedad debiera decirse prehispánicos. El restaurante tiene el puesto 17 entre los mejores del mundo, según la Restaurant Magazine de San Pellegrino & Acqua Panna, de Londres.
Empero, la aventura culinaria del Héroe del Mediterráneo no habrá de ser tan rápida como se esperaba, pues dada la gran difusión de sus andanzas, hasta Creta llegó una muy singular invitación para que él y su séquito visitaran antes que el Pujol, el restaurante Quintonil, del chef Jorge Vallejo, que figura como candidato para ocupar destacado lugar para este 2015 en la referida revista gastronómica.
La invitación venía acompañada de un menú con los platos del lugar, entre ellos ‘Marlín en escabeche con pipián de pepita de calabaza’, decorado con rábanos y germinado al cilantro, y la atractiva ‘Trucha con verdolagas sobre caldillo de jitomate de milpa’, todo con Tempus Dorada, cerveza artesanal de Jalisco, “que desprende notas florales y cítricas con cierto parecido al vino blanco y, por su efervescencia, a la champaña”.
Para refrescar el paladar se recomienda el ‘Gran sorbete de nopal con sal de totomoxtle’ y para los postres, que no podían faltar en una buena mesa, torrejas con helado de yogurt y miel de agave con guajillo y coco. De textura suave, resulta grato al combinar la miel de agave con toques del picante. También se recomienda el ‘Dulce de mamey con flores silvestres’ -de clara raíz indígena- y la nieve de tuna tradicional.
Si bien al Héroe de Creta le es irrelevante cuál de estos dos restaurantes será el primero en disfrutar de su presencia y de su larga sapiencia en lo que se refiere al buen yantar –“vamos a ir a los dos lugares” dice-, hay algo que le llama su atención: en ninguno de los sitios oficia el arte del fogón Elena Reygadas, la ganadora del Premio Veuve Clicquot como Mejor Chef Femenina de América Latina 2014, que no es poca cosa.
Con el premio se honra la memoria de Madame Clicquot, quien hace dos siglos mejorara la forma de elaborar champagne, en su Reims natal (1777). Barbe-Nicole Ponsardin, que tal era su nombre de moza, en plena Revolución Francesa contrajo matrimonio en rocambolesca aventura con François Clicquot, del que además de deudas –se dice- heredó el apellido. Era más bien feíta, pero tenía dinero y, por ende, pretendientes miopes.
No debe suponerse que el aserto sólo se puede aplicar a las francesas del periodo revolucionario (la etapa va de 1789 a 1799, aunque pudo ser más larga de no meterse don Napoleón Bonaparte con sus delirios imperiales), pues casos similares de fulminante miopía masculina ocurren en casi todo el orbe si se tiene una viuda con fondos bancarios; si la dama es bella, por lo general ingresa a las filas de las ‘viudas alegres’.
Pero no divaguemos en reflexiones de cama. La curiosidad del Héroe por la cocinera mexicana no pasó inadvertida para Ariadna, quien se dijo: “¡Cuidado, que este torón me puede salir con una cabrada…!” No es que a la griega le molesten los lances eróticos del de Creta, sino que le irrita que a éste le haya dado por llevar al dédalo a sus novias, así sean fugaces, sólo “para que estén a mano, por si se llega a ofrecer”.
Debe saber el lector que lo dicho por la Señora del Egeo es un infundio, bueno, casi un infundio. Cierto es que el Grande del Mediterráneo ha llevado a algunas damas al Laberinto, pero una docena no hace multitud. Además, por añadidura, muchas de ellas ni siquiera eran verdaderas damas y una de ellas hasta tuvo el descaro de quererse llevar el “Vellocino de Oro” disque como recuerdo “de la mejor noche de su vida”.
El lance fue grandioso: resulta que en un paseo por la Baja Sajonia, muy cerca del Río Elba, el Héroe fue abordado por una llorosa valkiria que le pidió ayuda, luego de que una banda de crueles banqueros de Berlín, de seguro hijos de Ángela Merkel, la habían dejado en la inopia, casi desnuda, por lo que corría el riesgo de contraer pulmonía o, de menos, que se le filtrara por los entresijos un frio viento mistral.
Como era de esperarse, la alta y esbelta joven se llamaba Freyja, que es un nombre tan común entre los nórdicos como lo es María entre los latinos. Él, galante como es, le dio tan buena arropada que al poco rato la rubia ojiazul estaba sudando. Debe considerarse que la capa que le cediera el Gran Astado es de gran calidad y muy abrigadora. El caso es que ella se dijo: “De aquí soy y que Odín se vaya a tomar hielo en cubitos”.
Dado que este es el párrafo final de la entrega, dejemos de lado el por qué irse a “tomar hielo en cubitos” es ofensivo entre los nórdicos y hasta cómo fue a dar Freyja a Creta, porque la estrella de este tramo es la gran cocinera Elena Reygadas, que oficia en el restaurante Rosseta, sita en la Ciudad de México, y que es más del tipo que gusta al Héroe, es decir, de tipo latino y buenas también para la mesa… (Continuará).