Nicolás Durán de la Sierra
El Minotauro
Noche de Grito en Isla Mujeres
La recepción de Dédado, ingeniero heleno, y de Náucrate, su consorte, dejó agotada a la trupé del Laberinto, comenzando con El Minotauro, al que el banquete de una semana le heredó una resaca tan oscura como sus ojeras; Ariadna, que no bebió del vodka Kauffman Vintage Luxury que el Icono del Egeo hizo traer de Paris para probar su finura, resultó menos afectada sí, pero no ilesa. El dolor de cabeza se lo atribuye a la última copa de vino blanco que bebió, no a las siete botellas antecedentes.
La sílfide se irritó por haber sido tomada por hija del Héroe por el invitado, pero todo se resolvió cuando el Astado aclaró el yerro, la sentó en sus piernas y, generoso, le permitió retozar con su rizado torso. “Mira, juega a ser Lolita” comentó Náucrate, pero ella ni se inmutó. Primero por no haber leído la gran novela del ruso Vladimir Nabokov y, después, porque su lubricidad es tan exigente que, satisfacerla, requiere de toda su atención.
“Hay mujeres así, que sólo pueden atender un asunto por vez; de todo hay en las viñas de Samos… -filosofó Náucrate, que aunque tampoco había leído la novela, ello le traía sin cuidado sobre todo luego de los libaciones- No quiero ni pensar qué será de ella cuando vaya a su primera orgía”. Salta a la vista el buen corazón de la invitada libia –Quizá lo que sucede es que aún es muy joven, comentó a la anfitriona.
Ya en el tema, las fiestas patrias en Isla Mujeres resultaron un éxito no sólo para el propio edil Agapito Magaña Sánchez, sino también para la población insular y hasta para los turistas que se reunieron en una explanada municipal convertida por una noche en una gran pista de baile a cielo abierto. La fiesta fue exitosa y de ello fueron también artífices Kenia Osorio, de Relaciones Publicas y Rubén Pérez, de Cultura.
Mas las fiestas isleñas tuvieron otras virtudes. Una, que la comuna si bien gasto en la celebración, no exprimió las arcas como ocurrió en las más de las alcaldías estatales, donde en una se llegó al absurdo de pagar más de siete millones de pesos del dinero público a un grupo de música norteña, en una suerte de disfrazada campaña prelectoral. Siete millones que debieron ser usados en servicios y obra pública de Playa del Carmen.
Otra de las talantes del festejo isleño, al decir de la propia comunidad, es que el edil convivió en la explanada con los asistentes, sin aparatosas y ofensivas vallas ni guardias prontos a la violencia disque “por seguridad”, como pasó en otras varias alcaldías, donde cada vez es más evidente la lejanía entre las autoridades y el pueblo llano. Allí el alcalde Agapito Magaña fue arropado por la gente que gobierna. Tal es su inusual laurel.
La ceremonia del 15 de septiembre fue, en lo político, la de mayor relieve de su gobierno, más que la del obligado informe de labores que rindiera apenas el día anterior. Entre la bandera y la campana, consiente, por minutos se asumió como símbolo de una esperanza colectiva. Sus largos años de servicio público le dan una perspectiva diferente a la de los jóvenes alcaldes que, acaso ignorantes, creen que la mocedad es una virtud.
Las de Isla Mujeres son fiestas con identidad propia. Los vecinos alquilan o llevan las mesas a las que han de sentarse y lo mismo ocurre con sus consumos, si bien las pueden comprar en los puestos de comida y bebidas que rodean la explanada, que para todos los gustos hay. Muy pocos piensan en el pozole y muchos en la comida regional, en salbutes y panuchos, en el pescado y la cerveza. Es otra forma de ser la mexicanidad.
Pero ara quien le interese, Teseo agarró tal papalina con todos los licores que encontró al paso, que acabó diciendo que iba a secuestrar a una amazona para tener hijos guerreros; que iba a robar el vellocino de oro y que haría barbacoa con el Jabalí de Calidon y que junto con Hércules, bueno con el garrote y los puños, iban a poner en orden al Hades, y que… en fin, que el Minotauro tuvo que enviarlo a dormir de una sopapo.
No suponga el lector que el Señor del Egeo es abusivo con sus lacayos, pues su ‘bonotoría’ es proverbial. Sucede que con Teseo ha de ser estricto pues el memo, borracho, es de cuidado. En su última francachela quiso ‘irse a la mar’ con un tal Jasón y sus cuates argonautas –en el laberinto creyeron, al principio, que era un grupo musical- y luego hubo que bajarlo de un trirreme de guerra cuando comenzó a vomitar por la borda.
En defensa de Teseo en aquel malhado lance naval, que todo hay que sacarlo, debe exhibirse el dolo de los chismes que dicen que abordó la nave cantando “La vie en rose”, éxito de Edith Piaf de 1948, pues el griego no habla francés. También es infundio que haya pedido cuatro toneles de vino “pa’l camino” porque la nave ya iba bien abastecido de licor. La maledicencia popular es, sin duda, terrible.
Por ejemplo, las venenosas lenguas de allende el Bravo no bajan de hipócrita piruja a la pobre Suzy Favor Hamilton, quien fuera campeona del atletismo de Estados Unidos en los juegos olímpicos de 1992, 1996 y 2000, para luego convertirse en prostituta VIP en Las Vegas, de las que cobran seiscientos dólares la hora sin tiempo fraccionario y menos aún descuento para los de gozo precoz; especialidades, a tratar.
Doña Suzy, que en sus lances pecadores -¡Josú!- se hacía llamar Kelly Luny –las comillas le restan charmé y las negritas las ganó con sudores varios-, aduce que su dilatada experiencia como call-girl o hooker inició luego de que sufriera una caída en los Juegos Olímpicos de Sidney del 2000 y se le desacomodaran emociones e ideas, por lo que tuvo que ir con un médico que le recetó raros medicamentos.
Los fármacos, aunados al trastorno de bipolaridad que ya padecía, “aumentaron exageradamente mi deseo sexual” y ello a la postre la llevó a ser una doxy. Bueno, eso y el hecho de que estaba sin un quinto porque lo de la corredera en esos tiempos no dejaba como ahora. “Veía que ganaba mil doscientos dólares en una noche por hacer algo que en realidad me apasionaba”, dijo en entrevista para un medio norteamericano.
Pero hete aquí que la vida de la excorredora olímpica y hoy ya también ex fallen woman, dio un giro hasta para ella misma inopinado pues ahora se dedica a ser escritora, y este detalle no lo toman en consideración las dichas lenguas viperinas. En su autobiografía Fast girl, libro de reciente aparición profusamente ilustrado -pero con buen gusto, of course-, da asesoría a todas las mujeres que han pasado por experiencias como la suya.
Si bien el volumen tiene un aire de La alegre madame de Xaviera Hollander, pues no da señas de victoriana contrición, es posible que incluya consejos de cómo correr tras los clientes morosos, evadir médicos crápulas y como hacer de un marido celoso un buen gerente, pues convenció al suyo de quedarse en casa con su hijo mientras ella veía por la correcta humectación de su cutis, sin utilizar la famosa crema Ponds S.
Por todo esto, se itera y reitera, que no conviene hacer caso a las lenguas viperinas. Va otro ejemplo: dicen que el don Diego Gómez Pickering, el culto embajador de México en el Reino Unido, andaba op to the mother de tequila cuando salió a dar “el grito de independencia” en Londres y que, ya encarrilado en la mexicana alegría, se le ocurrió incluir entre los héroes de 1810 a los revolucionarios Porfirio Díaz y Emiliano Zapata.
Nada menos que cien años de diferencia, opinaran algunos sin tomar en cuenta que si, como dice el célebre tango: “veinte años son nada”, pues aquí se trata de cinco nadas juntas y ello da una nadería, por lo que es injusto decirle idiota a un notable salido del Instituto Tecnológico Autónomo de México que fuera jefe de Medios Internacionales de Peña Nieto en la Presidencia de la República. Maldito YouTube.
Por cierto, a nadie se le ha ocurrido aún la humorada de preguntar al de Los Pinos por dónde queda Siria. Bueno, pero dejemos la chacota y cerrar la columna con una felicitación a Ana Ledesma por haber logrado para Todo Incluido, su revista de Internet, el distintivo de la marca ‘Hecho en Quintana Roo’ Se trata de un tácito reconocimiento a la tesonera labor de esta destacada periodista cozumeleña. Enhorabuena.