En este ambiente, a principios de 2013 se reunieron, primero en secreto y después en público, representantes de los sindicatos, la patronal, los movimientos de derechos humanos y los jueces con una ambición común: salvar la única revolución de las primaveras árabes que ha sobrevivido.
Túnez.- El Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez, galardonado hoy con el Premio Nobel de la Paz, se formó en 2013 como elemento integrador en medio de una crisis económica que amenazaba con arrastrar los éxitos de la llamada “revolución del jazmín”.
La Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), la Patronal (UTICA), la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH) y la Asociación de Magistrados llegaron a la conclusión de que el alzamiento languidecía, amenazado igualmente por el conflicto político latente y el resurgimiento del yihadismo, informó Efe.
La señal de alarma fue el asesinato en febrero de 2013 del líder político de izquierda Chokri Belaïd, al que siguió en julio el de su colega Mohamed Brahmi.
A esas alturas, la troika (integrada por los islamistas de Al Nahda y el centro derecha representado por el CPR y el partido Ettakatol) que trataba de conducir el timón de la transición había perdido el apoyo de la calle.
Y el salafismo, al que se acusa de los citados ataques, campaba a sus anchas en mezquitas, escuelas e instituciones. Partidos como Ansar al Sharia, ahora ilegalizado y señalado como el alma detrás de los atentados que este año mataron a 60 turistas extranjeros, logró ese año reunir a miles de personas en una demostración de fuerza en la histórica ciudad de Kairaoun, en el centro del país.
Además, la corrupción y el abuso de poder, endémicos en tiempos de la dictadura del huido Zinedin el Abidin Ben Ali, volvía a asomar en las instituciones, purgadas y dirigidas en el nuevo Túnez por funcionarios inexpertos y partidistas.
Elegida en 2011 con mandato de un año, el plazo para redactar una nueva Constitución, la troika se mantenía aferrada al poder, con el país escindido en dos bandos.
Por una parte, la troika, y por otra la oposición, constituida en su mayoría por partidos creados tras la revolución y salidos de la sociedad civil.
En este ambiente, a principios de 2013 se reunieron, primero en secreto y después en público, representantes de los sindicatos, la patronal, los movimientos de derechos humanos y los jueces con una ambición común: salvar la única revolución de las primaveras árabes que ha sobrevivido.
Compuesta por tecnócratas y otros expertos de la sociedad civil, su primera propuesta fue crear un gobierno alternativo a la troika libre de partidismos, que preparara el camino a unas elecciones totalmente democráticas.
Tras meses de duras negociaciones, los esfuerzos del cuarteto dieron como fruto un gobierno de transición dirigido por el tecnócrata Mehdi Jomâa, un hombre que durante años trabajó para la industria del petróleo en Francia.
Un trabajo que tuvo, además, otros cuatro nombres propios: Wided Bouchamaoui (representante de la patronal), Houcine Abassi (líder sindical), Abdessatar Ben Moussa (responsable de la Ligue des Droits de l’Homme) y Fadhel Mahfoudh (representante del colegio de abogados).
Para muchos tunecinos, son personas que merecen ese Premio Nobel de la Paz por salvar la única revolución que ha sobrevivido y evitar que Túnez caminara por los trágicos derroteros de Libia, Siria o Egipto.