Doscientos cincuenta mil es el número mágico de votos que podría hacer ganar a quien sea el próximo gobernador de Quintana Roo.
Apostar por menos de eso es encaminarse a la derrota en una elección que, según los pronósticos, es la más competida desde 1999 cuando el priista Joaquín Hendricks Díaz ganó apenas con poco más de tres puntos porcentuales de diferencia al candidato del PRD, Gastón Alegre López.
En ese entonces la lista nominal estaba compuesta por 411,509 personas con credencial de elector, es decir, apenas el 38% de los 1.080,653 millones de personas que estarán en posibilidades de ir a votar mañana domingo 5 de junio.
Desde 1994 cuando fue electo presidente Ernesto Zedillo Ponce de León con la mayor participación que hayan tenido en su historia electoral los quintanarroenses, pues salió a votar el 72% de los empadronados, la comunión de los habitantes del estado con los comicios ha ido disminuyendo como consecuencia de la constante desilusión por la actuación de políticos y partidos.
Así, el promedio de participación electoral de los quintanarroenses es del 57% tanto en elecciones presidenciales como para gobernador, pero en los comicios de 2010 en los que fue electo Roberto Borge Angulo salió a votar poco más del 44% de los empadronados, debido a que la competencia perdió interés en un sector de la población por el encarcelamiento de Gregorio Sánchez Martínez, candidato del PRD que hoy aspira a repetir en la presidencia municipal de Benito Juárez postulado por el Partido Encuentro Social.
Según los pronósticos de participación, este domingo saldrían a votar alrededor de 616,000 electores, si se repite el promedio de participación del 57% para una elección presidencial o de gobernador.
Tomando en cuenta las intenciones de voto que se registraron en las encuestas más recientes que se dieron a conocer, para asegurar el triunfo, el futuro gobernador tendría que asegurar por lo menos 250,000 votos.
Con ese porcentaje de participación cada punto porcentual valdría alrededor de 6,160 votos, de modo que las infanterías prácticamente pelearán cuerpo a cuerpo en busca de los sufragios que les den la diferencia a favor y tendrán que hacerlo cuidando en extremo las reglas de juego, para evitar que la decisión se de en los tribunales, como es la apuesta de algunos.
Si los votos obtenidos en la elección de diputados federales de hace un año puede considerarse un “piso”, la alianza del PRI, Verde y Nueva Alianza, que en 2015 sumaron 191,630 sufragios, estaría a menos de 60,000 de la meta y la coalición PAN-PRD, con una estructura resquebrajada, se encuentra a más de 177,000 votos de distancia y Morena, que obtuvo 55,559 sufragios el año pasado sin candidatos conocidos, esta algo más lejos, pero ahora con mejor planeación y con un abanderado que logró posicionarse bien.
Pero más allá de la especulación con números, lo más importante es que los ciudadanos salgan a votar de manera libre y con responsabilidad.
El no votar representa el riesgo de dejar que las decisiones trascendentales del estado sean decididas por unos cuantos.
Los verdaderos cambios no vendrán o serán implementados sólo porque alguien lo promete y porque sea un deseo. A nivel nacional, con la alternancia en la presidencia de la República que llegó en 2000 y a nivel local con los gobiernos municipales distintos al PRI que hemos tenido a partir de 2002, ha quedado demostrado que el cambio no vendrá de quienes ejercen el poder, sin importar de qué partido sean.
El cambio vendrá de la propia actitud que tengan los ciudadanos frente a quienes ostentan el poder. Los políticos no son mejores o peores porque representen a un color en particular. Los políticos solo son políticos a los que la sociedad tiene que ponerle contrapesos.
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