La llegada de Marybel Villegas Canché a la Cámara de Diputados a partir del 1 de noviembre, sin haber recibido un solo voto para ocupar esa posición, vuelve a poner en el centro del debate una verdad incómoda: en México, el voto y la credibilidad de la clase política sigue devaluándose, cada vez más alejado de lo que debería ser su esencia democrática.
La situación no es nueva, pero se agrava cada vez que el ciudadano se percata de que su decisión en las urnas es, al final, una formalidad vacía de contenido real.
Elda Xix Euán fue elegida por casi 140,000 ciudadanos para representar al distrito 2, que abarca el sur del estado. Junto a su suplente original, Selina Caamal Jiménez, caminó las calles, escuchó a la gente y ganó su lugar en la Cámara de Diputados.
Sin embargo, un mes antes de las elecciones llegó la presión fuerte para hacerle un lugar a Marybel Villegas, con la clara idea de que con el tiempo fuese ella quien asumiera la diputación de Elda Xix. Debido a ello, Selina Caamal fue “invitada” a renunciar para inscribir en su lugar a la ex senadora.
Este es el reflejo de un problema sistémico en la política mexicana: el peso de los acuerdos cupulares sobre la voluntad popular. La política mexicana premia el poder del chantaje por encima de la disciplina y el trabajo. El mensaje es claro: no importa el esfuerzo, la disciplina o el respeto al proceso, lo que importa es saber moverse en las esferas de poder, aunque sea a través de berrinches y amenazas de rompimiento.
A pesar de haber sido inscrita como suplente, Marybel Villegas no hizo campaña. ¿Para qué? Su confianza no estaba en el voto popular, sino en su capacidad de presionar a los altos mandos del partido. Su registro como suplente de Elda, cuando las boletas ya estaban impresas implicó que su nombre no apareciera en las boletas, por lo que la gente en realidad votó por la dupla Elda-Selina, pero el premio mayor es para la eterna aspirante a la presidencia municipal de Benito Juárez.
Y así, los casi 140,000 votos que obtuvieron Elda Xix y su suplente original por 90 días de ardua campaña se desvanecen. Esos ciudadanos que creyeron en el proyecto promovido por ambas, que acudieron a las urnas convencidos de que su voto haría la diferencia, hoy ven cómo su confianza se traiciona. No estarán en la Cámara de Diputados los representantes que eligieron, sino alguien que consiguió el escaño mediante acuerdos políticos de espaldas al pueblo, ese pueblo que tanto llena los discursos.
El caso de Marybel Villegas es, lamentablemente, un ejemplo más de cómo la política en México sigue siendo un terreno de poder, no de representación. Las cúpulas deciden y los ciudadanos observan, impotentes, cómo sus votos se desvanecen en los acuerdos de pasillos. La credibilidad de la política, en este contexto, sigue erosionándose, y con ella, la confianza en que el voto, alguna vez, pueda ser una herramienta real de cambio.
Es urgente que la política mexicana se reforme, que se recupere el valor del voto. Que los ciudadanos vuelvan a sentir que su decisión en las urnas tiene un impacto real, y no que, como en este caso, es simplemente una formalidad que los poderosos pueden torcer a su conveniencia. Porque, de lo contrario, seguiremos perpetuando un sistema en el que la voluntad popular es apenas un eco lejano frente a los acuerdos de poder.
PLATEA
Durante los seis años que fue senadora, Marybel Villegas Canché solo promovió tres iniciativas a reformas de leyes secundarias, pero ninguna se aprobó. Tuvo 19 intervenciones en tribuna, es decir, una cada tres meses, casi todas para respaldar, defender o elogiar posturas de compañeros de su bancada.
LUNETA
Quintana Roo pierde en Elda Xiix a una destacada representante auténticamente del sur, pero la gobernadora Mara Lezama ganará una secretaria de Educación con más preparación, sentido común y liderazgo que Carlos Gorocica Morena, quien representó más un dolor de cabeza que un funcionario eficiente al frente de esa dependencia.
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