El PRI pierde, pero gana

En la pasada elección del 7 de junio, el PRI obtuvo sólo 203 escaños en la Cámara de Diputados, mientras que en la intermedia del 2009, que es la comparable con ésta, alcanzó 239. En estos seis años perdió 36 diputados. Si se compara con la elección presidencial del 2012, cuando se hizo con 212 diputaciones, perdió nueve.

Lo mismo ocurre en términos porcentuales de la votación y si en la elección intermedia del 2015 alcanza 29.1% de los votos y en la del 2009 obtuvo 36.9%, implica una disminución de 7.8 por ciento. Si se compara con la presidencial del 2012, cuando llegó a 38.2%, la pérdida es todavía mayor, para situarse en 9.1 por ciento.

El hecho de las tres últimas elecciones es que en términos porcentuales y en el número de diputados el PRI va a la baja. Lo mismo ocurre, pero en menor proporción, con su voto duro. Al iniciar esta elección, las encuestas lo situaban entre 30 y 32% y ahora entre 28 y 30 por ciento. ¿Por qué el PRI perdiendo gana?

La primera y la más sencilla de las respuestas es que aunque el PRI ha disminuido en las preferencias electorales, sigue teniendo una votación más alta que los otros partidos. El dato es contundente. En la democracia gana el que tenga más votos. A esta consideración pienso que se pueden añadir otros elementos que ayudan a entender mejor lo que ocurre.

El PRI, aunque ha disminuido su voto duro, tiene la capacidad, es una de sus grandes fortalezas, de sacarlo a sufragar el día de la elección. Si tiene un voto duro de 30% y su votación es de 29%, quiere decir que el 7 de junio sacó a toda su gente a votar. Es un dato impresionante que habla de una maquinaria partidaria muy eficaz.

Quien mejor entendió la realidad del multipartidismo y su peso en las elecciones mexicanas fue el PRI. Ya son años de alianza con el PVEM que pasó de 21 diputados en el 2009, a 20 en el 2012 y a 47 en el 2015. La ayuda del PRI ha sido determinante para tener estos resultados y paga caro esa alianza, sabedora de que eso le permite tener mayoría simple en el Congreso.

Ahora, con menos diputados que en las elecciones pasadas, conserva la mayoría al sumar sus 203 diputados, más los 47 del PVEM y los 10 del Panal, para tener 260, de los 500. Sin el crecimiento del PVEM, al impulso del PRI, que no crece y sí disminuye, eso sería imposible. Ahora la suma del PRI y Panal da 250 y para obtener los 251 se ve obligado a recurrir a la alianza con el Panal, que le da 10 diputados. ¿Cuánto le costó?

En el 2018, las posibilidades del PRI, por la vía del voto duro y el establecer alianzas, se mantienen altas. Si la oposición quiere triunfar, desde ahora debe tener muy claro que en la elección necesita sacar a la gente a votar, para neutralizar el voto duro del PRI, pero sobre todo que debe ir aliada. Lo exige el pluripartidismo mexicano. Al futuro todo indica que la elección presidencial no la puede ganar sólo un partido.

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