CIUDAD DE MÉXICO, 12 de agosto.— La reelección de Alejandro Alito Moreno y Carolina Viggiano como líderes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue ratificada en medio de un proceso fuertemente cuestionado. Durante 36 días, el proceso estuvo bajo escrutinio por presuntas irregularidades y simulaciones.
A pesar de las objeciones, Moreno aseguró 440 votos, lo que representó el 97% del total, mientras que su única oponente, Lorena Piñón, y su compañero de fórmula, Cuauhtémoc Betanzos, obtuvieron solo ocho votos.
El presidente de la Comisión de Procesos Internos del PRI, Pablo Angulo, declaró la victoria de Moreno poco después del cierre de las urnas. Sin embargo, esta reelección se produjo en un momento de profunda crisis para el partido, exacerbada por los resultados electorales desastrosos del 2 de junio. A pesar de la debacle, Moreno anunció una renovación del partido y mostró disposición a colaborar con las reformas propuestas por el gobierno actual, aunque rechazó la reforma al Poder Judicial.
La votación se realizó a puerta cerrada y bajo la vigilancia de expresidentes del partido como Dulce María Sauri, Enrique Ochoa y Pedro Joaquín Coldwell, quienes expresaron su descontento y cuestionaron la legalidad del proceso. Estos expresidentes acusaron al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) de permisividad ante lo que consideraron un “atraco” al partido. Los recursos de impugnación presentados por críticos de la gestión de Moreno seguían pendientes de resolución.
Las reformas estatutarias aprobadas bajo la dirección de Moreno permitieron la reelección consecutiva de la dirigencia, abriendo la posibilidad de que Moreno mantuviera el control del PRI hasta 2032. No obstante, los procesos de impugnación en curso podrían cambiar el rumbo del partido.
En su discurso, Moreno intentó justificar la legitimidad del proceso y la transparencia del mismo, mientras defendía las decisiones tomadas durante su mandato. Aunque dejó la puerta abierta para apoyar iniciativas gubernamentales, también reconoció los errores del pasado, como las reformas estructurales del sexenio de Enrique Peña Nieto, que alejaron al partido de sus bases.