Ocurrió lo impensable: el PRI perdió el control del Congreso de Quintana Roo y quedó tan noqueado que nadie de ese partido político fue capaz de dar la cara, tuvo que llegar hasta la sede del Poder Legislativo el senador Jorge Emilio González, dueño del partido Verde, para, como él mismo lo dijo, tratar de rescatar algo de la votación.
Fue el colofón de una serie de desaciertos que a ciencia cierta no se sabe cuándo inició, pero entre los elementos principales que llevaron al PRI a su actual situación tras perder la gubernatura se encuentran el desprecio y marginación de los verdaderos políticos, el maltrato a la militancia, la prepotencia y las imposiciones que cancelaron aspiraciones legítimas de quienes fueron sacrificados a cambio de beneficiar acuerdos inexplicables, pactos surgidos del chantaje con grupos y personas sin representación que al final le dieron la espalda.
El lunes, González Martínez, mejor conocido como el “Niño Verde”, llegó iracundo al Congreso con la idea de que con su sola presencia intimidaría a los propios priistas que, como Juan Carlos Pereyra, decidieron finalmente renunciar a su militancia.
Con la soberbia y la arrogancia de siempre, la misma que desde la cúpula priista ofendió a la militancia, González Martínez llegó exigiendo saber qué les dieron a los diputados de Morena para que votaran en favor de las propuestas del bloque PAN-PRD.
“¡Que nos expliquen, que nos digan qué les dieron por el gobierno electo!”, decía.
Pero quizá la pregunta correcta es ¿Qué no les dio el PRI y el Verde?, ¿Por qué el Verde trató de evidenciar a los diputados de Morena y de ignorar el rompimiento de Nueva Alianza con priistas y verdes?
Lo que se vio en el Congreso es lo que ha ocurrido desde 1999 cuando el PRI empezó a perder de manera recurrente la mayoría, aunque sin perder el control como ahora. Es decir, los diputados de la chiquillada, de los partidos pequeños siempre se plegan hacia el lado del Poder, se alían con el partido del Gobernador. Eso volvieron a hacer.
Joaquín Hendricks, Félix González y Roberto Borge, junto con el Verde, hicieron lo que tenían que hacer para que en su momento legisladores de la chiquillada votaran a favor de su partido. Carlos Joaquín, el gobernador electo, hizo lo propio.
¿Cómo le hicieron? El “Niño Verde” no puede pasarse la vida diciendo que lo “chamaquearon”, ya conoce los entretelones del poder, sabe qué resortes mueven a las personas, de cómo se ensanchan las posibilidades con dinero y si le pone una dosis de sensibilidad, de tacto y educación, mejor.
El partido Verde trató de llevar al terreno de lo moral sus reclamaciones a Morena, cuestionar la honestidad de sus diputados que decidieron apoyar al bloque del PAN- PRD en el Congreso sin el visto bueno de sus dirigentes, pero eso es arena movediza para los dirigentes dirigentes verdes, en especial para González Martínez.
Platea
La autodenominada “nueva” mayoría del Congreso debe dejar el festejo y ponerse a trabajar, para convertirse en un verdadero contrapeso. Sólo así la XV Legislatura abonará al cambio.
Quienes dirigen ahora al Congreso, tanto del lado del PAN como del PRD, son viejos conocidos, se sabe de su trayectoria, su historia política. Deben hacer algo totalmente diferente a lo que están acostumbrados para ser dignos representantes de la sociedad.
A ellos sí se les pide incongruencia, porque si se les pidiera congruencia harían lo mismo que han hecho siempre: beneficiarse en lo personal y olvidarse de los intereses de la sociedad.
Tienen que sorprender con un trabajo serio, responsable, de cara a la sociedad. No sorprender con más de lo mismo, que es un riesgo latente. Al tiempo.
Luneta
El ex alcalde de Solidaridad, Miguel Ramón Martín Azueta, enlace del equipo de transición de Carlos Joaquín con el Congreso, es responsable en buena medida de la integración de esa nueva mayoría. Desde la discreción hizo lo que sabe hacer: política.
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