A pesar de que los empresarios quintanarroenses (léase chetumaleños) de la época no creían en Cancún y optaron por seguir apostándole al comercio de importaciones, que con la apertura comercial se convirtió en su tumba financiera, algunos otros, como Ausencio Magaña, de Isla Mujeres, decidieron invertir y éste lo hizo en el cine Blanquita, que se inauguró el 26 de enero de 1978.
Considerado como el primer cine moderno del centro de la ciudad de Cancún, el “Blanquita” fue utilizado varias veces como sala de usos múltiples. Así, por ejemplo, se llegaron a presentar obras de teatro como “La Señora Presidenta”, “Los Cachunes”, “Las Leandras” con Irán Eory, Amparito Arozamena y Carlos Monden, o rutinas del comediante Jesús Martínez “Palillo”.
Sus dueños eran, entre otros, el matrimonio que conformaban Beatriz Magaña (+) y René Figueroa, quienes decidieron bautizarlo con ese nombre en honor a la señora Blanca Carrillo, esposa de don Ausencio Magaña, gente muy conocida y estimada en Isla Mujeres.
Como suele suceder, Cancún no sólo atrajo a gente honrada. En 1978 se registraron los dos primeros asaltos bancarios. Hasta finales de 1997 se contabilizan un total de 22. El más importante fue el registrado el 28 de abril de 1995 contra el Servicio PanAmericano de Protección, de donde exempleados se llevaron en la madrugada de ese día $16 millones.
Por esas fechas se desató una auténtica “fiebre” entre la población. Por donde hubiera maleza la gente se adentraba, pues con suerte se iba a encontrar con dinero, porque los asaltantes escondieron parte de su botín en el monte.
Hasta el entonces presidente del Centro Bancario, Manuel Chavarría Lemus, intentó apropiarse de una parte del dinero, que guardó en la cisterna de su casa. Fue descubierto y encarcelado, pero salió libre bajo fianza, porque supuestamente demostró que no organizó el robo, como se llegó a sospechar, pero los autores materiales siguen hasta la fecha en la cárcel.
Aunque todos los implicados fueron detenidos, no apareció la totatalidad del dinero.
Sin embargo, la buena fama de Cancún seguía creciendo y el gobierno federal lo exhibía con orgullo. El mundo se enteró de lo que aquí se hacía. El naciente centro vacacional llamó, incluso, la atención de los organizadores de eventos muy importantes a nivel internacional.
En noviembre de 1981 se dio un gran acontecimiento: la Junta Cumbre Reunión Norte-Sur. Veintidós delegaciones de igual número de países encabezados por sus jefes de Estado se reunieron para analizar el problema de la pobreza.
La reunión tuvo como sede el hotel Sheraton, que abrió sus puertas apenas unas semanas antes del acontecimiento, luego de registrarse una violenta disputa entre la CROC y la CTM por el contrato colectivo de trabajo. Finalmente, esta segunda central, que entonces encabezaba el ya legendario y polémico Nereo Gutiérrez Hernández, quien después se dedicó a ofrecer asesorías de tipo sindical a grandes consorcios, ganó el pleito.
En esa Junta Cumbre participaron José López Portillo, como presidente de México; Ronald Reagan, Estados Unidos; Margaret Thatcher, Inglaterra; el ya fallecido Fracois Miterrand, Francia; Indira Ghandi, India; Fidel Castro, Cuba, entre otros.
El entonces embajador de México ante la ONU, Porfirio Muñoz Ledo, recomendó al gobernador Pedro Joaquín Coldwell que sería bueno que el gobierno del Estado construyera un monumento alusivo a esa Cumbre.
Entonces, el gobierno del Estado contrató a la escultora Lorraine Pinto, quien diseñó un monumento que consistía una pirámide maya hecha basándose en alambres, con las banderas de los países participantes hechas con el mismo material que, con el paso de los años y por la falta de mantenimiento, empezó a dar un mal aspecto.
Años después, durante la administración de Carlos Cardín Pérez, esa estructura, que ocupa la glorieta localizada en las confluencias de las avenidas Tulum y Coba, fue sustituida por caracoles y estrellas de mar, pero se le conservó el mismo concepto, con una base formada por dos brazos estrechados, en símbolo de amistad entre los pueblos.
Aunque el nombre oficial de esa estructura es Monumento a la Cumbre Diálogo Norte-Sur, el ingenio popular lo bautizó primero como el “Insetronic” y luego como “El Ceviche”.
Por la premura con que se fabricó el monumento en 1981, en lugar de colocarse la bandera de la República Popular de China, se puso la de China Nacionalista (Taiwan). Un periodista chino se dio cuenta y se lo notificó a funcionarios de la Cancillería de su país.
Sin embargo, alguien más se percató del error y se le informó a Joaquín Coldwell, quien ordenó al entonces director de Servicios Públicos Municipales, Lorenzo Mendiola Farfán, quien en cuestión de horas resolvió lo que pudo convertirse en un conflicto diplomático.
-Cuando los funcionarios chinos fueron al monumento con la intención de comprobar el error, se encontraron con su bandera y dijeron que todo había sido un malentendido –dijo Joaquín Coldwell, cuando habló de esa anécdota.