Rodrigo Navarro
En Contexto
Sobre bombas atómicas, huracanes y recursos naturales
No sabía nada sobre el huracán, no me enteré de nada…
Todo empezó dos días antes. En la escuela me dijeron que sacara mis cosas del locker para llevarlas a casa y guardarlas ahí. Antes de encerrarnos, como hay calma fuimos al cine. La película me aburrió terriblemente.
Antes de ir casa pasamos al trabajo del esposo de mi mamá y por Internet vimos que el huracán era inmenso. Llegando a casa comenzamos a meter todo en bolsas de plástico para que no se mojara. También metimos las camas de mi hermana y la mía al cuarto de mi mamá porque es el más protegido de la casa. También algo de comida. Todo muy sencillo cereal, galletas, frutas y pizza… pero estaba fría. Cuando cortaron la luz, la calentaba con una vela.
Aunque antes de dormir me pregunté varias cosas: ¿Serían muy graves los daños?, ¿Cuánto tiempo estaríamos encerrados?, ¿Se desviaría? ¿Cambiaría su velocidad? Me estuve preguntando esas cosas y más. Las pensé tanto que me quedé dormido.
Cuando nos despertamos vimos que el nivel del agua había subido un poco. Así que decidimos subir el refrigerador en un baúl de plástico, Así no se mojaría. Subimos la cama de mi mamá y su esposo encima de las nuestras y eso dio como un metro y medio de alto. Así las colchas y
Tapamos con maderas la única ventana del cuarto por lo que estuvimos todo el tiempo
a oscuras. No se sabía si era de noche o de día. Solo entraba un pequeño rayo de luz que casi no iluminaba nada. Ya se imaginan… no te alcanzas a ver ni la nariz.
Las cosas no terminaron ahí. Cuando no dormíamos despertábamos y platicábamos, tratábamos de aparentar que todo estaba bien tranquilo. Para mí fue un infierno el agua comenzó a subir más de medio metro y como se revuelve con agua del caño, el olor es insoportable. No podíamos usar el baño así que lo hacíamos en un bote. Teníamos que bajarnos de nuestra mini isla de dos metros cuadrados. Fue desesperante.
Parecía que el mar había entrado en nuestro patio. Ya estaba medio alto el nivel de agua, y con el viento, daba el mismo sonido que el mar. Las paredes de la casa vibraban cuando llegaban las ráfagas de viento, pero, como los marineros dicen: “La calma antes de la tempestad, y la tempestad antes de la calma”. Todo esto tenía que terminar, no importa cómo.
Estuvimos encerrados por 3 días, saliendo al fin, viendo la luz, pero la casa estaba hecha un asco, así que empezamos la limpieza. Mi perro se quedó en el patio durante el huracán, así que le dimos un analgésico, una inyección, comida y lo dormimos, y así estuvo todo el día dormido. La limpieza la dividimos: Yo el patio y los demás la casa, sacando el agua a cubetadas de la casa, y yo, destapando el canalito por donde sale el agua del patio. Así hasta que escuchamos la llegada de dos helicópteros con ayuda de la marina. No estábamos solos ni aislados…
Entonces decidí ir con un amigo a andar en bici y ver cómo quedó la ciudad de San Miguel. Había postes tirados, cables rotos, y casi todo el centro y la costera se destruyó. También me visitó otro amigo, pero en moto, y a él sí le fue algo mal, porque una pared se le cayó encima de la casa. Ahora estoy en el DF y regreso hasta enero. Mi mamá y su esposo ahora ya tienen agua y luz en la casa, tras tres semanas sin servicios. Hago las tareas y las mando por fax para no atrasarme en la escuela.
Esta es la carta de Danny, niño de 10 años en donde cuenta sus experiencias durante el paso del huracán Wilma por Cozumel el 21 octubre del 2005 con categoría 5. Un fenómeno de esta violencia causa estragos psicológicos en las personas. Fue extremadamente lento (tan solo 6 km/hr). Causó daños por dos mil millones de dólares en Cozumel, Cancún y la Rivera Maya. A nosotros Wilma nos enseñó a ser sustentables.
El Dr. Roberto Iglesias Prieto nos da una imagen muy poderosa. Wilma tenía la energía comparable a 30 bombas atómicas de Hiroshima. El arrecife absorbió 27 y dejo pasar 3 que destruyeron infraestructura carretera, portuaria y hotelera en Quintana Roo, con estas altas pérdidas económicas. ¿Cómo hubiera sido si no tuviéramos un arrecife sano que soportó olas de 18 metros y perdió el 80% de cobertura?
Esta semana tuvimos una agenda intensa con temas muy relacionados: el 10º aniversario del paso de Wilma con una exposición fotográfica que nos hizo revivir muchos recuerdos y sensaciones; el IV Seminario de Manejo de Recursos Naturales en la UQROO. Trabajamos también en un taller de la Carta de la Tierra, aunque con dos años de atraso, la realización de Agenda XXI. El 7º Festival de Aves del que ya hablé la semana pasada. Y la visita del Peace Boat de Japón que recorre el mundo con un mensaje de paz, derechos humanos, igualdad y sostenibilidad.
Vino con ellos Yazuaki Yamashita, quien cuando tenía 6 años jugaba a recoger libélulas y cigarras frente a su casa. Su madre lo llama ante el aviso de los vecinos que un avión extraño sobrevolaba la ciudad y aunque pensaba que nada sucedería lo quería meter al refugio bajo tierra que tenían en casa cuando una luz “como de mil relámpagos, ¿te puedes imaginar mil relámpagos al mismo tiempo?”, los sorprendió. Su madre lo cubrió con su cuerpo.
La bomba atómica que era desconocida en su poder y secuelas causó la muerte instantánea de 80 mil personas, de 200 mil de la población de la ciudad japonesa. Tres días antes Hiroshima había sufrido un ataque igual.
La mayor parte de la población, aunque aparentemente estaba bien fue muriendo después a causa de la radiación atómica, otras 70 mil. Entre ellos sus padres y una hermana. Su padre estuvo en coma durante 10 años. Él adquirió una especie de leucemia y decidió salir de su país ya que a los hibakusha (sobrevivientes del bombardeo) se les empezó a señalar, se pensaba que habían adquirido alguna enfermedad contagiosa.
Las olimpiadas de México en 1968 le dieron la oportunidad de salir de su país y establecerse en otro lugar. “Llegué en septiembre y me tocó el desfile militar. Ver a los aviones me recordaba el bombardeo. Después la matanza de estudiantes en Tlatelolco. El horror me perseguía”.
En una crisis de salud, a un amigo que le ayudó le contó su historia. “Tienes que decirla al mundo” le pidió su amigo. “A mí me daba vergüenza y tristeza. Al principio me enojé y no quería contarla hasta que finalmente acepté. Lo importante es entender lo que pasó y aceptarlo. Contarlo para que no se vuelva a repetir. México tiene una hermandad con Japón porque fue el primer país que firmó una no proliferación de armas nucleares con el Tratado de Tlatelolco” (1969).
Esto es como cuando tiras una piedra en un estanque una ola que se expande. Ahora la mayoría de los sobrevivientes tiene más de 80 años, ¿quién seguirá contando el horror para que no vuelva a repetirse?
Al terminar la conferencia, mi esposa me dijo: “tengo que abrazarlo y decirle qué bueno que está vivo”. Fue muy emotivo. Yasuaky vive en San Miguel Allende y es artista plástico. Mi esposa también y le regaló una pequeña muestra de su trabajo durante un intercambio cultural esa noche. Gente como ustedes me da la fuerza para vivir, le comentó. Tú eres muy fuerte contestó, mi mujer.
Hemos manejado de manera terrible los recursos naturales y estamos causando un desequilibrio en los procesos ambientales que solo pueden comparase al horror y a la insensatez de la guerra. Gracias a los servicios ambientales de la Sierra Madre Occidental y que tocó tierra en una zona poco poblada, y, por tanto, poco afectada, el huracán Patricia no causó grandes daños, ni catástrofes como se auguraba.
Mucha gente ha dicho que el impacto del huracán Patricia fue menor debido a las oraciones. Respeto eso, pero que hoy el presidente Peña lo repitiera en Guadalajara, en el Bussines Summit, es perturbador por decir lo menos.
La Carta de la Tierra es una declaración de principios y valores promovida por la ONU para adquirir una mejor calidad de vida y un verdadero desarrollo sustentable. Es un compromiso personal. Por ahí deberíamos comenzar todos. Nuestros gobernantes incluidos.
Correo: rockydelfin@hotmail.com