Llega el frío y en México cruzan los dedos para que el arranque de la temporada de la influenza no precipite una crecida de las enfermedades respiratorias al sumarse a la pandemia de la covid-19. Las expectativas son optimistas al tomar como referencia lo que ha sucedido ya en el cono sur, donde la temporada de influenza ha sido suave.
Las medidas de prevención -distancia de seguridad, uso de cubrebocas y limpieza constante de manos- han amortiguado los contagios en países como Argentina, Japón o Nueva Zelanda, que ya han pasado el invierno. También juega a favor que tanto los casos como las defunciones por la covid van bajando de manera discreta en México.
El futuro inmediato, en todo caso, es incierto y no hay margen para bajar los brazos. El punto más delicado será la correcta identificación de los enfermos, no confundir diagnósticos para evitar nuevos focos de contagio y acertar con el tratamiento adecuado. Todo ello en un contexto en el que los recursos en sanidad, tanto la infraestructura como la disponibilidad de personal general y especialistas, han sufrido un severo desgaste durante la pandemia.
La influenza y la covid-19 son dos virus con un comportamiento similar en las primeras fases del brote. Las vías de contagio son casi iguales y los síntomas también. Se transmite por secreciones respiratorias, tanto con contacto directo con un enfermo como en superficies contaminadas. O en espacios cerrados, por las partículas de saliva en suspensión. Ambos cuadros víricos suele comenzar con dolor de garganta, dolor de cuerpo y fiebre. La proporción de infectados que requieren tratamiento es pequeña.
En las fases avanzadas comienzan las diferencias. La covid-19 es más letal y tiene una capacidad de daño multiorgánico: riñones, corazón, no solo los pulmones. La influenza, sin embargo, abarca más población de riesgo. Además de personas mayores, mujeres embarazadas y niños menores de 5 años. Y la mayor diferencia de todas, para la influenza existe un tratamiento efectivo, una vacuna. Para la covid, aún no. México empezará a vacunar a la población de riesgo a partir de este jueves 1 de octubre. Aunque la etapa de mayor actividad suele ser entre diciembre y febrero.
“No sabemos todavía cómo va a ser el comportamiento virológico del SARS-Cov-19 cuando tenga la presión de la influenza. Hasta ahora, era el protagonista absoluto de las infecciones respiratorias graves”, apunta Mauricio Rodríguez, profesor de Virología de la UNAM. La opción que barajan con más fuerza los expertos es que el coronavirus sea un competidor imbatible y desplace al resto de opciones virales. Esa sería la explicación de que, el pasado marzo, al comienzo de la pandemia en México, se produjera una súbita y prematura desaparición de casos de influenza, cuando otros años aún le quedaba recorrido hasta mayo.
Desde el 31 de marzo, las autoridades mexicanas impusieron una batería de medidas -reuniones limitadas, cierre de locales de ocio y restricciones en el trabajo- que pese a ser más laxas que en otros países, se espera que ahora sirvan para neutralizar los contagios de influenza. “Además, el sistema de salud está más reforzado que otros años con la reconversión de muchos hospitales por la pandemia. Mientras que los casos de influenza no son muchos y han estado controlados durante los últimos años”, añade Rodríguez. En la última temporada vírica, los infectados llegaron, según datos de la secretaría de Salud, a 6.350 y las defunciones a 369 en un país de más de 120 millones de habitantes.
Tras más 700.000 casos y 77.646 muertes por covid-19, entre ellos al menos 1.320 sanitarios fallecidos, el número más alto en el mundo, México acumula varias semanas de caídas de contagios y defunciones, aunque de manera irregular. Ante una ligera mejoría, el Gobierno decidió hace un par de meses empezar a rebajar las restricciones. La curva dibuja una meseta irregular con Estados que van saliendo del atolladero, sobre todo al sur, y otros en el centro y el norte donde el brote persiste. “No tenemos una bajada tan grande ni homogénea.
La caída se va a estacionar hasta convertirse en una semimeseta”, apunta la epidemióloga del Departamento de Salud Pública de la UNAM Guadalupe Soto, que no es tan optimista como su colega. “Muchos de los hospitales que se convirtieron para atender a la covid están ahora en plena desconversión y, además, tanto el personal sanitario como el resto de recursos están muy desgastados”.
La pandemia ha puesto aún más en tensión a un sistema sanitario laberíntico y precario, con una de las tasas de camas y profesionales más bajas de su entorno. El respiro en la pandemia y los esfuerzos por optimizar los recursos han dado un poco de margen. La disponibilidad de camas hospitalarias es hoy del 73% y un 77% en el caso de las camas con ventilador.
El Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), es el centro público de referencia. Cada año por estas fechas se preparan para incrementar las plazas de pacientes graves, doblando el número de camas con unidades de cuidados intensivos (UCI), de 31 a 60. Esta vez, el esfuerzo será aún mayor porque durante los pasados meses, todo el hospital ha estado concentrado exclusivamente en pacientes con covid, llegando a multiplicar por cinco las camas con UCI.
“Estamos ante una situación inédita y compleja”, apunta el subdirector de atención médica del hospital, Justino Regalado. “No tenemos más capacidad de recursos humanos, no hay disponibilidad de más especialistas. Estamos organizándonos para sortear las dos pandemias”. Regalado, en todo caso, también es optimista pero subraya la importancia de acertar con el diagnóstico. “Tenemos que ser muy ágiles para distinguir un virus de otro y separar a los pacientes por áreas para evitar contagios”.
El abastecimiento y distribución tanto de la vacuna de la influenza como de medicamentos como el oseltamivir es otro asunto rodeado de incertidumbre. Ya ha habido otros años una sobre demanda de los medicamentos antivirales probando escasez en las farmacias del sector privado. A los expertos les preocupa que ante la alerta provocada por la covid, se haya disparado la automedicación, aunque sea como placebo, y pueda provocar problemas de abastecimiento durante el pico del brote de influenza.