Leonardo Padura (La Habana, 1955) recuerda, como anécdota tragicómica, que sus libros llegaron a intercambiarse en el mercado negro cubano por dos latas de leche condensada, una transacción costosa digna de “autores de prestigio”.
Pero ahora confiesa no saber si su obra, en la que se refleja la tragedia de la isla y el desencanto de quienes alguna vez se llamaron revolucionarios, llegará a cotizarse por más latas de leche condensada u otro producto en escasez, luego de que fuese galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras, en su primera edición desde 1981 que no se entrega en honor de Felipe de Borbón -ahora rey de España-, sino de su hija Leonor de Borbón.
“Al menos mi editora en Cuba me dijo ya que empezará cobrar más”, bromea.
Los libros del escritor cubano se publican en España desde hace dos décadas bajo el sello Tusquets de la editorial Planeta. En su país natal realizan una versión más económica que se agota en cuestión de días. “Luego vienen estas aventuras increíbles en el mercado negro en las que a veces se cambian los libros o se venden a precios bastante altos”.
Padura, quien desde 2011 ostenta también la nacionalidad española por su trabajo, recibió la noticia a las 4:45 de la madrugada del miércoles a través de una llamada telefónica. Desde ese momento, a su teléfono no han dejado de llegar felicitaciones de amigos y familiares o preguntas de periodistas de Iberoamérica.
El próximo 23 de octubre viajará a España, junto a su esposa Lucía López Coll, a recibir el premio. Mientras, ambos se mantienen ocupados en la adaptación al cine y televisión de la tetralogía Cuatro estaciones que se filma en La Habana bajo la dirección del ganador del Goya Félix Vizcarret y con Jorge Perugorría como el detective Mario Conde, protagonista de esos libros.
Es como el título del compilado de relatos que forma su más reciente publicación, reflejo también de su país: Aquello que estaba deseando ocurrir.
-¿Cuál de sus dos nacionalidades resultó premiada?
-Soy un escritor cubano, no puedo a estas alturas ser otra cosa. Tengo el honor de que el gobierno de España me haya concedido la doble ciudadanía, algo que es muy útil en este mundo para poder moverse, más en el trabajo que yo hago, pero siempre pongo un ejemplo: Si alguien me pregunta quién fue el líder goleador de la liga española en el año 1972, no sé qué responderle, pero si me pregunta quién fue el líder de los bateadores de la serie cubana de ese año, y cual fue el equipo campeón, no tengo que pensarlo dos veces para decirlo. Esa pertenencia cultural y memoria cubana es fundamental en mi trabajo y en mi vida.
-¿Cree que el gobierno cubano aplaudirá su galardón?
-No he recibido ninguna comunicación oficial (no sé si los teléfonos les funcionan), pero sí de muchos amigos de Cuba y cubanos que viven afuera. Esas son felicitaciones y saludos que me gratifican mucho.
-¿Mario Conde, personaje recurrente en sus novelas policíacas, cómo lo celebraría?
-¡Ya tendría una borrachera que habría que recogerlo con pala! Estaría en casa de Carlos, su amigo de la vida, y con todos sus viejos compinches tomando ron y comiendo todo lo que apareciera. A pesar de que él es un tipo con ese carácter, esa melancolía, esa nostalgia, disfruta la vida más que yo. Yo soy el que trabajo y él es el quien toma ron.
-¿El género policial sigue siendo menospreciado?
-Es una soberana tontería no considerar la novela policial como parte del mainstream de la cultura contemporánea. A lo largo del siglo XX hay ejemplos muy notables de novelas policíacas, y también hay ejemplos muy detestables, pero eso ocurre con todos los géneros y todas las manifestaciones.
-La novela negra, en los últimos 30 ó 40 años, ha perfilado mejor sus intereses hacia un tipo de novela social que cumple una función importante en las distintas culturas en las que se ha manifestado, además de tener una responsabilidad estética. Creo que ahora se escribe mejor novela policial y con mayor proyección social que nunca. Hacerle una lectura elitista, a estas alturas, es reduccionista y hasta casi ignorante.
-¿Qué nuevos autores puede mencionar?
-El problema es que en los últimos años, escribiendo estas novelas de carácter histórico como El hombre que amaba a los perros (2009) o Herejes (2013), he tenido que leer mucha historia, mucha crónica de época y prácticamente todo mi tiempo se me va allí. Estoy bastante desactualizado de las novedades de Cuba y de la literatura latinoamericana en general.
-Como cronista de la tragedia de Cuba, ¿afectará su creación este período histórico de deshielo con EEUU?
-La literatura siempre está atenta a los movimientos que se producen en la sociedad y, de alguna manera, todo lo que ocurre alrededor tiende a filtrarse hacia la conciencia del artista.
-Estamos al principio de un proceso. Han pasado cosas importantes, pero van a demorar un tiempo en tener efectos sociales más visibles. Cuando eso ocurra, permeará la creación. Recientemente, en la Bienal de La Habana hubo un performance de René Francisco que lucía como Barack Obama mientras se paseaba por las calles de capital y conversaba amablemente con los cubanos. Pero la literatura necesita más tiempo para procesar la realidad y convertirla en materia creativa.
-Usted que decidió quedarse a pesar del desencanto revolucionario, ¿señaló a quienes se marcharon?
-No, realmente no porque hubiera tenido que ver con malos ojos a una parte de mi familia. Yo creo que cada persona debe tener la libertad de escoger el lugar y la forma donde quiere vivir. No puede haber ningún condicionamiento político para esa decisión, que es soberana y personal de cada uno de los seres humanos. No debería convertirse en motivo de conflicto que alguien decida quedarse en el país en donde nació y ha vivido.