Está a punto de comenzar el proceso para elegir al candidato del PRI al gobierno del Estado. La unidad que demuestra el partido gobernante no es sólo una postura discursiva sino una realidad en todos los frentes.
Y esto no es casual sino que se debe a la atinada conducción política que vive Quintana Roo. El gobernador Roberto Borge Angulo tiene en sus manos la conducción del proceso. El mueve, de acuerdo con la exigencia de los nuevos tiempos, las piezas del tablero político de la entidad.
Borge Angulo tiene la información –información es poder- de todo el panorama político de la entidad, de los protagonistas y de los que tienen un papel que jugar, por menor que pudiera parecer.
Borge piensa en el bien de Quintana Roo, y en este contexto ha estado moviendo las fichas del ajedrez político. Todos los movimientos son para ganar, porque no se confía en el azar sino en jugadas meditadas para alcanzar la victoria.
Desde la apertura de la jugada ya se han anticipado los siguientes movimientos. Es hombre de acción, hiperactivo como pocos, pero reflexivo y con un profundo conocimiento de la condición humana.
Conoce perfectamente el perfil de todos los actores políticos de la entidad. Sabe de sus motivaciones, de sus intereses y de sus ambiciones. Es difícil que alguien le pueda vender un cuento. Conoce el hilo de la trama. Por eso mantiene la calma y la firmeza. Por eso no titubea a la hora de tomar determinaciones.
Borge no se encierra en un gabinete. Sabe que la política se hace en contacto con la gente. Y no hay liderazgo por pequeño que sea que no conozca.
A veces escucha discursos o palabras y lealtad y sólo sonríe. Porque sabe quien es quien. Conoce el peso político de cada quien, y de las posibilidades de cada uno de los políticos de la entidad.
El control de la estructura partidista la tiene él. Y su diálogo con los dirigentes de todos los niveles es permanente y fluido. Le es leal a sus amigos, pero les exige rigor y mayor cumplimiento que a los demás.
Borge observa y avanza. Sabe que lo importante es mantener la unidad y el ritmo de trabajo en beneficio del Estado. La conducción del proceso de sucesión se realiza sin pausas ni dilaciones. Todo a su tiempo. Se desesperan los que quisieran adelantar los tiempos. Pero como dice el poema de Renato Leduc: “Sabia virtud de conocer el tiempo”.
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