Estamos perdidos: tras las protestas, disturbios y hasta violentos saqueos de inicio de año por el “gasolinazo”, a los inconformes se les acabó la gasolina para sus incendiarias manifestaciones. Ayer los que se plantaron en la Fuente del Ceviche de Cancún no pasaron del medio millar y los que lo propio hicieron en Chetumal casi se contaban con los dedos de las manos con una pequeña ayuda de los de los pies. Hasta ahora, fuera de las organizaciones de protesta profesionales y organizadas con fines muchas veces nada ciudadanos –hasta aviesos y perversos– como lo son algunos maestros de la CNTE, la ciudadanía mexicana se muestra absolutamente incapaz de hacer valer cualquier tipo de inconformidad. Todo fue mitote, acelere incubado en las burguesas redes sociales, un fallido #YoSoy132 más, con fines más de entretenimiento que de lograr cambios revolucionarios o por lo menos respuestas de las autoridades. Humo, impostura, nada…
Hoy muy temprano quisimos, como de costumbre, ver los noticieros de la televisión. Por algún extraño sortilegio la señal de paga permitía ver el 7 Más. Otros nacionales –dos o tres– también se sintonizaban, pero la gran mayoría estaba fuera del aire. No era un desperfecto del momento: ya casi se cumplían 12 horas de haberse presentado la “falla generalizada” en el área de Chetumal, la capital de Quintana Roo.
Ayer sentimos lo que seguramente sienten las señoras –y los subrepticios señores que ven ls culebrones clínex en mano, que a veces pienso que son más– cuando algo les impide ver su telenovela favorita: a medio partido de la final de la Conferencia Americana de la NFL entre los Acereros de Pitsburg y los Patriotas de Nueva Inglaterra –el equipo de Boston, que ganó con holgura, es el de nuestros amores, de los inconfesables pecados de connivencia con el “imperialismo yanqui” de los que adolecemos, como nuestra crónica cuanto severa Apple-dependencia– la tele se puso más negra que nuestras intenciones y así quedó por horas.
Luego de una espera decente, ahí vamos cándidamente a marcar el 01 800 522 25 30 –de tanto que falla esta chafísima empresa ya nos sabemos de memoria el dichoso número–, sólo para escuchar a una señorita tan expresiva como un androide y menos razonable que el apagador de la pared de mi recámara decirnos que tomaría nuestro reporte para la visita de un técnico al día siguiente –el último técnico “next day” tardó sólo tres semanas en presentarse–, aunque “probablemente” se tratase de una falla generalizada en la plaza. ¿Probablemente? ¿Acaso a una hora de presentarse el desperfecto no sabían si toda una ciudad, una capital estatal, se había quedado sin servicio? A la operadora nunca pudimos sacarla del “probablemente”.
Lo trivial que luce la causa de estas cuitas en realidad no lo es. En primer lugar, así sea para ver jugar a un equipo deportivo gringo cuyo líder, el quarterback Tom Bradi, es confeso seguidor del horripilante neo-presidente Donald Trump, el usuario paga a precio lleno por un servicio que pocas veces se brinda a cabalidad, pues las fallas son más que frecuentes, pero la cosa es más grave si se toma en cuenta de que servicios fundamentales como la telefonía y el internet también se suspenden a la menor provocación. El que esto pica, por su trabajo, requiere de ver noticieros, programas de análisis y otros materiales televisivos, pero depende totalmente del pésimo servicio de internet que provee Cablemás. Para hacer llegar esta información a las redacciones con las que trabajamos es necesario utilizar el servicio de red de Telcel –otro primor de proveedor, a quien les debemos muchas de las canas de lomo plateado que adornan nuestra testa y espalda–, extremadamente caro, presumiblemente de los más caros del mundo, pues la navegación incluida en el plan tarifario apenas alcanza para un uso muy moderado en la calle o los sitios donde no se dispone de wi-fi.
Ni soñar en que Cablemás corra con estos gastos. Lo más amable que nos han respondido en la vida es que ellos no nos obligaron a contratar con la firma estrella de nuestro fulgurante campeón entre los millonetas del mundo Carlos Slim Helú. Sin embargo se esperaría que por lo menos descontaran de los recibos mensuales –en la emisión y entrega de los cuales nunca fallan, y mucho menos en los cobros y cortes si no se paga a tiempo– las horas que por causas no atribuibles al usuario se careció de las señales del paquete de telefonía, internet y video . –Claro que sí señor –nos contestó hoy muy oronda otra señorita cuando le preguntamos por el descuento por la carencia de sendos servicios –. Sólo tiene que llamar de nuevo y reportar la falla.
Para entonces la falla generalizada ya no era “probable”, sino reconocida como tal. El muy naïf del que estos lamentos vierte muchas veces ha hecho la llamada de marras y jamás ha visto reducir un céntimo el importe en el recibo de Cablemás, y así se lo hizo saber a la “asesora” al teléfono, amén de que intentó hacerle notar que si la empresa estaba reconociendo que la falla afectaba a toda la ciudad lo único razonable sería el descuento también generalizado por la omisión, pero la susodicha respondió, impertérrita –cualquiera lo estaría de recibir tantas mentadas de madre como seguramente tiene que soportar diariamente la pobre–: “lo siento señor, pero lamentablemente ‘el sistema’ requiere que cada usuario haga la reclamación. Ah qué señor Sistema, que siempre tan caballeroso brinda salida a las pésimas empresas mexicanas monopólicas de servicios.
Aun suponiendo cándidamente que Cablemás esté dispuesta a eliminar del recibo las horas de servicio suspendido a petición de cada afectado, ¿cuánto se ahorrará el consorcio por los usuarios no enterados, omisos, negligentes, escépticos –entre los que nos contamos, aquí, al pie del cañón pero con la pólvora mojada — y los flojos que no exijan el descuento, que suponemos son una inmensa mayoría? Son unos pillos.
El sábado circuló esta nota, cortesía de –o pirateada a– La Razón: “El Gobierno búlgaro saltó ayer por los aires tras diez días de protestas contra la subida de la electricidad. El primer ministro, el conservador Boiko Borisov, anunció por la mañana ante el Parlamento que ‘no voy a participar en un Ejecutivo en el que la Policía golpea a la gente’. Y es que la revuelta ciudadana contra la política de austeridad y el aumento de la factura de la luz se ha tornado violenta durante los últimos días, con enfrentamientos entre policías y manifestantes que se han saldado con 25 detenidos y 30 heridos”.
¡Pero qué envidia! –no por la violencia, claro, sino por los efectos de la protesta–: aquí vociferamos en la comodidad de las redes y a veces cuando podemos aspirar a llevarnos una pantalla plana sólo por armar mitote. ¿Qué sería de Cablemás si un buen día todos los chetumaleños dejáramos de pagar el recibo en protesta por los abusos? Sin duda las cosas cambiarían ipso facto.
Se vale soñar.
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