José Enrique Velasco
Ad-Ephesios
Galeano
“La división internacional del trabajo, consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. (…) América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta”.
Así comienza Eduardo Galeano a llevarnos por Las Venas Abiertas de América Latina, libro y recorrido que retrata la explotación salvaje a que fue sometido el “Nuevo Mundo”, por parte de los conquistadores. Y asegura en la introducción, fluida, dolorosa: “…la región sigue trabajando de sirvienta. Continua existiendo al servicio de las necesidades ajenas.”
Galeano señala una máxima que lleva 500 años y sigue más vigente que nunca: los países ricos ganan más consumiendo las materias primas llegadas de tierras americanas, que los países latinoamericanos produciendo esas materias primas: petróleo, hierro, cobre, plata, frutas, café….
Hablar de precios justos es solamente un concepto medieval en el apogeo del libre mercado; premisa despótica de los países altamente desarrollados. La relación histórica de la pobreza de este y de otros continentes, no se entiende sin la riqueza desmedida y la acumulación del capital en los centros monopólicos del poder.
“Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra y los alimentos se convierten en veneno”.
Eduardo Galeano, como otros grandes pensadores, desempeñó diversos oficios: obrero, pintor, dibujante, mensajero, cajero de banco y caricaturista político, antes de llegar al semanario Marcha en 1960. Por cierto, en este medio también colaboraron Vargas Llosa y Mario Benedetti.
Cuando hacía caricatura política en el periódico El Sol, firmaba con el seudónimo de ‘Gius’ debido a su apellido paterno Hughes. Con el tiempo, usaría el apellido materno para firmar todos sus trabajos y publicaciones.
En 1973, durante el golpe militar fue encarcelado y obligado a salir del país, se refugió en España 12 años y regresó a Uruguay en 1985. Publica trabajos previos que van a servir de base a la investigación que publicó cunado contaba con 31 años: Las Venas Abiertas de América Latina. Obra sorpresiva en su momento por ser un “reportaje-ensayo-mural-obra de artesanía admirable (…) historia económica, relato vital…” según la crítica especializada, misma que está considerada como un clásico de la literatura política latinoamericana.
El libro mismo ha recorrido muchas aventuras y ya tiene buenas anécdotas, una de ellas fue en la Cumbre de las Américas del 2009, en la que Barak Obama lo recibió de manos del venezolano Hugo Chávez. No sabemos si el presidente norteamericano lo leyó y haya influido para el acercamiento de las relaciones con Cuba.
Los Hijos de los Días es el último libro compuesto por 366 historias reales, una para cada día del año: “todos critican la violencia del pobre, la de los muertos de hambre; la otra se aplaude, merece condecoraciones”. Asegura: “”Este es un mundo que te domestica para que desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa. Es alguien que te va a hacer daño y para eso hay que defenderse”.
Antes de encerrarse en el libro más afamado de Galeano, al que llaman abreviadamente ‘Las Venas…’ y que a veces parece árido por la constante enumeración de tópicos económicos y políticos que reflejan la explotación centenaria de Europa y Estados Unidos hacia los demás países, habría que leer Memoria del Fuego, recuento poético, casi calendárico, de esa misma explotación narrada en pequeños párrafos fechados, concretos, abrumadores y escritos de manera impecable.
Son diez las publicaciones que tiene Galeano. Dejó un texto inédito, publicado por editorial Siglo XXI que comenzaría a distribuirse en México, Argentina y España el mes próximo y del cual pidió que saliera a la venta después de su muerte.
“Escribo para quienes no pueden leerme, porque los libros están tan caros que de aquí a poco se venderán en las joyerías. Pero eso sí, créame, las palabras viajan caminos misteriosos, y andan por donde ellas quieren, sin pedir permiso”.
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