El Minotauro
Grupo Higa, presunto poquitero
Por: Nicolás Durán de la Sierra
Desde hace meses no hay semana en la que, sea por una razón u otra, la pobre imagen de Enrique Peña Nieto y por extensión la de su gobierno, no se haya visto deslavada. A un escándalo de corrupción, de inmediato sigue otro que renueva la irritación de la mayoría nacional. Claro, hay un segmento, el de los socios de sus abusos -tricolores, azules y amarillos- que siguen felices con eso de “mover a México”… Sí, pero a sus bolsillos.
Si bien el análisis de este seudo lema político será abordado en posterior columna, no está de más decir que quien o quienes lo acuñaran, tiene o tienen mucho de mesiánico. Que una horda de pillos disque pensantes crea saber lo que urge a un país para alcanzar, suponen, un mejor estadio de vida, es a la vez que un acto de soberbia, uno de estupidez. Huele a botella de coñac bebida por intelectuales orgánicos.
De entrada, su autoría se antoja del pillo de Carlos Salinas de Gortari, quien manejara la idea en su calamitoso sexenio, tras la firma del Tratado de Libre Comercio, tan dañino para el país. Empero, en lo que toca a elaborar el discurso de base, el lema debe tener la impronta del Instituto Tecnológico Autónomo de México, el Itam, uno de cuyos modernos adalides es nada menos que Luis Videgaray Caso, el secretario de Hacienda.
Bueno, eso de ‘adalid’ del instituto es un decir, pues corre el rumor de que el Itam ya advirtió que en su cuadro de honor no aceptan tarugos. Sólo es un rumor, pero sucede que los finos académicos de derecha censuran a don Luis no por su errática política económica, sino por haber sabido manejar con finura la operación de disque compra de su residencia en un exclusivo fraccionamiento en Malinalco, en el Estado de México.
Resulta baldón para el exclusivo instituto el que un diario cucho como The Wall Street Journal, ose burlarse del secretario de hacienda y de Armando Hinojosa Cantú, dueño de Higa, al tenor de que la operación inmobiliaria fue la mar de rara pues no sólo no supuso ganancias para el vendedor, sino que hasta la empresa tuvo que pagar las escrituras por una residencia vendida muy por debajo de su valor en el mercado.
Para la ‘prole’ nacional y acaso para los medios informativos del extranjero ello puede suponer un obvio caso de “tráfico de influencias”, de corrupción oficial, pero nada más lejano de la realidad. Don Hinojosa Cantú, cuya fortuna figura ya en el rol de Forbes, desde su más tierna rufiandad fue generoso con los desamparados y, de seguro, la expresión de nerd desvalido de Luisito le movió el corazón. Por eso, sólo por eso, lo ayudó.
El Itam debiera valorar esto antes de menospreciar a Luisito y no incluirlo en su aurea lista. Además, el titular de hacienda fue alumno de Pedro Aspe, maestro emérito, aquel que dijo que “el mejor momento para privatizar durante los años de Salinas fue cuando había “puente” y la gente estaba de descanso y así se evitaba la presión mediática”. Lo bellaco lo estudio allí; lo otro fue un descuido, sí, pero en un sexenio descuidado.
Mas, aunque en tema, la columna ha tirado para cumbres melodramáticas, alejándose del carril principal, que es el de la maltrecha imagen de don Peña Nieto y de cómo, con frecuencia, un nuevo escándalo de corrupción abate su gobierno… o lo que sea que haga. Tornemos pues al camino: Como doña Carmen Aristegui ahorita está ocupada con un lio laboral, tocó al diario Reforma alegrar el camino de don Enrique.
La semana recién concluida, este periódico dio nuevo aire al escándalo de las multimillonarias concesiones que el gobierno, por medio de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, ha otorgado al ya citado Grupo Higa, al informar que durante el 2013 al holding se le otorgó un ‘contrato secreto’ por poco más de mil 300 millones de pesos para ampliar un tramo carretero entre Guadalajara y Colima, en el occidente de México.
Según información del propio diario, Banobras, alegando un disque obligatorio “secreto fiduciario”, se negó a dar información al respecto, pero pese a ello se supo de la millonaria operación fue adjudicada por Alfredo de Mazo Maza, titular de Banobras, a Concretos y Obra Civil del Pacífico, empresa filial de Higa, sin que se haya encontrado en los diarios locales noticia alguna respecto de la licitación de la obra.
Esta ampliación carretera se suma al ya extenso paquete de obras federales adjudicadas al citado holding, entre las que en fechas recientes se encuentran el Acueducto de Monterrey IV (47 mil millones de pesos durante veintisiete años) así como la edificación, mantenimiento y operación del Museo Internacional del Barroco, en Puebla, con una inversión por encima de los siete mil millones de pesos.
Según análisis financiero realizado por Proceso, en los dos primeros años del gobierno de Peña Nieto, a Higa se adjudicaron contratos de obra por 22 mil millones de pesos, que se suman a los más de 35 mil millones que recibiera, por lo mismo, entre el 2005 y el 2011, cuando el hoy presidente fuera gobernador del Estado de México; del 2005 al 2009, Luis Videgaray Caso fue su secretario de Finanzas. La suma: 77 mil millones de pesos.
Frente a lo colosal de estas cifras, se antoja una reflexión: si la hoy famosa ‘casa blanca’ de la “Gaviota” y compañía, de poco más de 86 millones de pesos, fue en realidad mera coima del holding por las opimas concesiones que le han sido otorgadas, se trata entonces de una pobrísima dadiva de Hinojosa Cantú y sus secuaces para con sus benefactores y, en contraste, la otra parte seria, además de todo lo que sabemos, poquitera.
En este contexto, mejor ya ni hablar de Videgaray Caso, con su residencia de apenas siete y medio millones de pesos, porque el asunto ya no sería poquitero, sino ratonil. “¡Ah –diría algún intrépido político tricolor- eso viene a ser prueba de la limpieza de la cúpula oficial!” -No se le contestaría, eso dice que lo de las residencias debe ser apenas punta de témpano. Si un rupestre tinterillo municipal no baja del “diezmo”…
Total, que al diario Reforma le tocó la semana pasada dar el más reciente reporte de daños al país, aunque se trate de una lastimosa tarea. A los seguidores de don Leopold von Sacher Masoch, autor de La venus de las pieles y quien con galantería cediera uno de sus apellidos para crear la palabra masoquismo, se les avisa que esta semana sin duda traerá un nuevo capítulo del melodrama nacional “Pronto no quedará ni que saquear”.