El equipo de Miguel Herrera trabajó el partido y lo ganó con un penal en el último minuto del tiempo extra. Ahora va ante Panamá por el pase a la final del torneo.
A Miguel Herrera y a todos sus seleccionados se les recompuso el rostro de manera agónica, pero totalmente justa. El Tricolor del Piojo resolvió el partido ante Costa Rica —de manera inexplicable, debido a los goles que se perdió en el tiempo regular— a los 123 minutos del compromiso, de la mano de una categórica definición del capitán Andrés Guardado, quien engañó al guardameta y metió al equipo azteca a las semifinales, instancia a la que mereció acceder tras dominar la pelota y carecer de contundencia en los 121 minutos anteriores.
Apenas chocó la pelota con las redes, El Piojo Herrera explotó eufórico, descargando la presión que se fue acumulando con cada ocasión que sus hombres en ataque fueron desperdiciando.
Y es que anoche Oribe Peralta, Carlos Vela y Carlos Esquivel tuvieron en sus botines claras jugadas que los postes, el guardameta o su mala puntería permitieron que los ticos se quedaran a unos segundos de llevar al cuadro nacional hasta la tanda de penales.
En el instante en el que el silbante decretó una infracción sobre Oribe Peralta, el cuerpo técnico y Carlos Vela, quien quizá erró las acciones más claras en su carrera, respiraron profundo, apretando las manos y las quijadas mientras clavaron la mirada en el área en la que Guardado tomó con personalidad la pelota para luego encarrerarse y definir con clase.
Con la definición de Andrés no sólo respiraron Miguel Herrera, quien evitó —en esta ocasión de manera justa— estar en el ojo del huracán y exponer su continuidad al frente del Tricolor, y Carlos Vela, quien respiró hondo y sonrió, consciente de que sus pifias frente al arco no iban a cobrar una costosa factura. También se libraron de cargos de conciencia Oribe, quien estuvo lejos de ser el eje de ataque contundente y dejó ir acciones de rutina, y Carlos Esquivel, quien el poste y al arquero le arrebataron anotaciones en tiempo regular.
Segundos después de un eufórico y merecido festejo se entendía la imagen de Guardado exigiendo a sus compañeros inteligencia, llevándose los índices a la frente, para evitar que viniera un tanto de último segundo, como cuando Trinidad y Tobago les arrebató los tres puntos a media semana.
Luego de la exigencia del capitán llegó el silbatazo final, junto con las sonrisas, los abrazos y eufóricos gritos entre los protagonistas de la noche, quienes dieron su mejor juego en lo que va del torneo y pudieron reflejarlo con el pase a las semifinales, instancia en la que habrá mayor certeza entre ellos mismos, cuerpo técnico y aficionados sobre los alcances que puede tener la Selección mexicana, luego de pasarle por encima a Costa Rica en el trámite del partido, aunque se deberá manejar mejor la presión a la hora de definir.
A diferencia de la llegada a los cuartos de final, ahora ante Panamá, en la antesala del duelo por el título, el equipo mexicano llegará más relajado, con sonrisas, buen ánimo, pero sobre todo con la certeza de que el cuadro dirigido por Miguel Herrera puede buscar los resultados jugando bien a la pelota.