A pesar de que la gran mayoría de las personas asocia a los hackers con actos ilícitos, tales como creación de software maligno, estafas cibernéticas y robo de información, también existen los que tienen fines éticos arraigados.
Durante muchos años, en informática se ha utilizado la palabra hacker de manera general para hablar de cualquier persona que se dedica a encontrar los puntos débiles de los sistemas informáticos, con el fin de lucrar con dichos errores.
Sin embargo, dentro de esta práctica existe una especialidad utilizada por hackers buenos o de sombrero blanco, llamada “hacking ético”, que tiene como objetivo asegurar y proteger un sistema informático en específico.
Los hackers blancos son aquellos que se encargan de encontrar los puntos débiles de los que otros se podrían aprovechar para realizar acciones mal intencionadas, para ayudar a mejorar la seguridad de las empresas.
Mientras que los hackers malos, también llamados de sombrero negro o crackers, utilizan sus habilidades y conocimientos para causar daño en la seguridad de los sistemas informáticos, con fines económicos o solo por diversión.
Las diferencia entre ambos radica en que la información que descubre el primero la entrega a la institución, para que pueda mejorar su seguridad; mientras que los crackers la utilizan para sacar provecho de dicha cuestión.
Cabe destacar que todo depende para qué se contraten sus servicios, ya que al final cualquiera de los dos trabajará por dinero.