A pesar de que la tierra que lo vio nacer hace 66 años fue su primer calvario, Alberto Aguilera Valadez amó Parácuaro y generó importantes fuentes de empleo, hizo obras de caridad e incluso logró mejorar la infraestructura carretera y del pueblo a cambio de ofrecer conciertos gratuitos a las autoridades estatales; nada lo detuvo hasta que fue hostigado por el narco, al grado de querer sacar a su hermano Pablo de esa región de la Tierra Caliente michoacana, a dónde los habitantes lo recuerdan cada segundo como “el ídolo del pueblo”.
“En la historia de este país y del mundo no va a haber en el género musical una persona como Alberto, que salió adelante a pesar de todo lo que tuvo que vivir”, expresa a EL UNIVERSAL Pablo Aguilera Valadez.
El hermano del “Divo de Juárez” no quería declarar. Pide recibir un “incentivo económico” a cambio de conceder una entrevista. Finalmente accede por voluntad propia e indica que aún no asimila la muerte de Juanga.
En la puerta principal del rancho “Juangacuaro”, Pablo señala que de nada sirven todas las obras que su hermano Alberto realizó desde que alcanzó la fama, si todavía hay “gente que no está educada”, en alusión a los criminales.
Contrario a ello, habitantes del lugar, amigos y familiares, recuerdan a Juan Gabriel como una persona caritativa, humilde y generosa con sus paisanos, aunque en Parácuaro pasó momentos muy amargos, de los peores en su vida personal, como el abandono y después muerte de su madre.
Juan Gabriel les había advertido que Parácuaro no estaba preparado para su muerte y en vida le reveló a sus familiares que estuvo en más de una ocasión a punto de abandonar la música, la composición y su vida artística, aunque al final no lo hizo; su pueblo no lo dejó. Ahora es el mismo pueblo quien le llora.