Histórica marcha contra la violencia machista

Por primera vez se hizo una manifestación nacional contra los crímenes de género. Fue para reclamar que se cumpla una ley clave. Además de mujeres, hubo muchos hombres y chicos.

Si no marchamos juntas nos matan por separado, decía un cartel escrito así nomás, a mano. Y así fue, unas 150.000 personas –según la Policía Federal, para las organizadoras, fueron el doble– se reunieron ayer cerca del Congreso para marchar juntas, para que no haya #NiUnaMenos. La convocatoria ante la aberración de las muertes que se suceden sin que nada ocurra superó las expectativas y se replicó en cien ciudades del país. La plaza se colmó y varias cuadras a la redonda también. Se leyó un documento que reclamó, entre otras cosas, la aplicación de la Ley de Protección Integral a las Mujeres. Se escucharon consejos. Todo duró una hora, y al final nadie se movió. Se quedaron allí, apiñados. Esa abrumadora presencia decía basta.

Y sí, hubo hombres, muchos, pero la gran mayoría eran mujeres. Había grupos de militantes, asociaciones de base, partidos políticos, madres con chicos a upa y arrastrando cochecitos. “Somos cuarenta. Vinimos porque hay que denunciar a los violentos, hay que terminar con el miedo”, decían las mujeres de Barrios de Pie. Se escuchaban los redoblantes de las murgas, y hasta había chicos tirados en el piso pintando. Como la hija de 10 años de Paola, que dibujaba el contorno de sus manos y luego las llenaba de mensajes: “basta de muertes”, “basta de maltratos”. “Estoy acá porque mi papá nos trata mal”, dijo seriamente. Ahí cerca, Karina Gonella, de 43 años, contaba su historia: ¿”Qué cuerpo querés que te traiga envuelto?”, fue la última amenaza de su ex, comandante principal de Gendarmería.

Muchas historias de madres, hijas víctimas o sus familiares. Muchos carteles, banderas y mensajes: “En la comisaría y en el hospital, violencia patriarcal”, “Los hombres no pueden ser nuestros dueños”, “Cuando una mujer avanza ningún hombre retrocede”, “Basta de inseguridad familiar”.

A las cinco comenzó el acto, un acto en el que no hubo políticos, o sí los hubo, pero no pudieron ponerse en primer plano porque no los dejaron. Adelante sólo pudieron estar los familiares de las víctimas, nadie más. Y se habló con detalle del círculo de la violencia, de cómo se empieza con el menosprecio sutil, el maltrato, sigue con los golpes, que luego son enmendados con flores y muchos perdones hasta que todo comienza de nuevo. Se proyectó un video, eran fotos espontáneas de montones de personas que se sumaron a #NiUnaMenos. Ver todos esos rostros, tan diversos, pero con el mismo pedido límite, provocó mucha emoción.

Entonces Erica Rivas, Juan Minujín y Maitena se subieron al escenario a leer el documento armado por las organizadoras, un grupo de mujeres que reaccionó hace algo menos de un mes ante el asesinato de Chiara, enterrada en el patio de la casa de su novio. Tenía 16 años y estaba embarazada. Era el colmo después de una seguidilla sin fin. En 2008 mataron una mujer cada 40 horas; en 2014, cada 30. En esos 7 años, los medios publicaron noticias sobre 1.808 femicidios.

¿Cuántas mujeres murieron asesinadas sólo por ser mujeres en 2015? No lo sabemos. Pero sí sabemos que tenemos que decir basta. En estos años, los femicidios dejaron cerca de 1500 niñas y niños huérfanos y algunos de ellos están obligados a convivir con los asesinos. El problema es de todos y de todas. La solución hay que construirla en conjunto. Necesitamos sumar compromisos para cambiar una cultura que tiende a pensar a la mujer como objeto de consumo y descarte y no como una persona autónoma. El femicidio es la forma más extrema de esa violencia y atraviesa todas las clases sociales, credos e ideologías: Pero la palabra “femicidio” es, además, una categoría política, es la palabra que denuncia el modo en que la sociedad vuelve natural algo que no lo es: la violencia machista. Y la violencia machista es un tema de Derechos Humanos. Leía Erica Rivas.

Juan Minujín leyó sobre el despropósito de tener una ley que no se cumple. Sin la reglamentación completa de la Ley, el diseño de políticas integrales y la asignación del presupuesto necesario para su instrumentación, esta herramienta lograda en 2009 resulta insuficiente para revertir el aumento de la violencia. En el país existen líneas telefónicas y oficinas especializadas para orientar y asistir a las víctimas que sufren violencia machista. No alcanzan si no son acompañadas de políticas integrales. No existe en la Argentina un registro oficial de femicidios. Los datos son los que releva la Organización No Gubernamental Casa del encuentro. Es fundamental contar con estadísticas oficiales.

Y el final llegó con la voz de Maitena, que habló de la importancia de las capacitaciones obligatorias al personal del Estado, los agentes de seguridad, los operadores judiciales, los profesionales que trabajan con la temática de violencia en dependencias oficiales del país: Todas las medidas requieren creación de instancias de monitoreo y seguimiento para su puesta en práctica y funcionamiento efectivo. Erradicar la violencia contra las mujeres puede ser difícil pero no es imposible. Ni una menos es un grito colectivo, es meterse donde antes se miraba para otro lado, es revisar las propias prácticas, es empezar a mirarnos de otro modo unos a otras, es un compromiso social para construir un nuevo nunca más. Repetimos. No queremos más mujeres muertas por femicidio. Queremos a cada una de las mujeres vivas. A todas. #NiUnaMenos.

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