El hecho de que ayer se aprobara en la Cámara de Diputados el cambio de huso horario de Quintana Roo al meridiano 75 tras la revisión –sin discusión– de una minuta del Senado que ya llevaba muchos meses en la congeladora, puso fin a una discusión abstrusa, porque ambas partes –la favorable y la adversa– tenían razón, sólo que al final venció la más fuerte.
En efecto: estaban en lo correcto quienes afirmaban que geográficamente Quintana Roo está dentro del margen que en su centro corresponde al meridiano de los 90 grados al oeste del referencial de Greenwich –que actualmente nos rige–, y también es cierto que el horario del centro de México, si tomamos como hito a la capital del país, corresponde al de los 115 grados y está adelantado geográficamente una hora, pero la iniciativa de “adelantarnos” en el tiempo se refería primordialmente a las necesidades de la prácticamente única industria del estado, que es el turismo.
En la antigua Bizancio, luego Constantinopla y actual Estambul, durante la vigencia del Imperio Romano de Oriente fundado por Constantino I el Grande, los miembros de la Iglesia Cristiana se enfrascaban durante décadas y hasta siglos en cuestiones tales como la sexualidad de los ángeles. ¿Eran hombres, mujeres o neutros –bisexuales, diríamos ahora–? De ahí el concepto de “discusión bizantina”, como la que desde hace algunos años se dio en Quintana Roo acerca de los husos horarios, el horario de verano, el horario rebelde de Felipe Carrillo Puerto y temas circunvecinos. Discusiones inútiles, en su mayoría. Desgranemos en lo posible los puntos.
Primero. La máxima y prácticamente única razón para el cambio de huso horario responde a las necesidades de la industria turística. Una hora más de sol en cada jornada permitirá captar mayor gasto por parte de nuestros visitantes recreacionales. Esto, amén de cierta facilidad para las conexiones aéreas con nuestros clientes de la zona económicamente más fuerte de Norteamérica –la Costa Este de Estados Unidos–, nos brindará mayor competitividad frente a los destinos de Las Antillas y Sudamérica, inmersos en el mercado de sol y playa, que es el prominente en nuestra oferta.
Segundo. Es una falacia que existan zonas de Quintana Roo que no dependen del turismo –Jesús Almaguer Salazar dixit–. Aun el municipio de José María Morelos, único de los 10 de Quintana Roo que no tiene costa –a pesar de tener un pueblo que se llama Puerto Arturo y otro denominado Poso Pirata, lo que nos debiera decir algo acerca de nuestra identidad caribeña–. y que no recibe prácticamente ningún visitante recreativo, depende del turismo, pues los recursos para obras y servicios que le proporciona el estado vienen de dicha fuente. No existe un campesino, un ganadero o un comerciante de cualquier punto de la geografía de Quintana Roo que no se beneficie del contundente liderazgo en materia turística. Lo que pasa es que la cotidianeidad nos dificulta percibirlo.
Tercero. Los campesinos siempre se levantarán con el canto del gallo y terminarán sus afanosas jornadas antes del ocaso, no importa si nos regimos por el horario de Miami, de Bizancio o de la Mongolia Exterior. En verdad, ni usan relojes. Su tiempo es y será el de la Madre Naturaleza. Los mayas del horario rebelde de Felipe Carrillo Puerto se pasan por debajo de salva sea la parte los horarios oficiales. Entonces, ¿cuál es el problema?
Cuarto y último. Los opositores al horario de verano y al cambio de huso horario argumentan con razón problemas como el que tiene que ver con el horario de entrada a clases de los niños y adolescentes, que en una importante proporción caminan solos a sus centros escolares, y dadas las condiciones de inseguridad que padecemos preocupa que lo hagan antes de que la luz del día ilumine sus pasos. ¿En verdad es un problema? Esas y otras preocupaciones son solucionables. ¿Por qué si nuestro estado cambia de huso horario no sería factible recorrer una hora después la entrada a las escuelas para los niveles básico, medio y medio superior? Sólo hay que plantearlo, discutirlo y resolverlo. De nuevo se trata de un pseudoproblema. ¡No pasa nada!
La verdad es que queda claro que el activismo en contra de esta iniciativa que pasó llana y limpia por el Congreso de la Unión tuvo siempre más motivaciones políticas que sociales.
Si en verdad se tratara del interés del ciudadano de a pie, todos estaríamos hablando, más que de beneficios económicos para los empresarios de la industria turística –cual es la queja–, de ingresos para el estado, de empleo y de benefactores del pujante turismo para la comunidad.
De cualquier manera, consummatum est.
GRILLOGRAMA
Quod erat demostratum…
Para que no sean peladas
Las palabras que uso al fin
Les diré, en alto latín,
¡Ya déjense de mam…!