Joe Biden, en busca de su candidata para la vicepresidenta de EE.UU.

Faltan poco más de tres meses para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, las más importantes de los últimos tiempos (una hipérbole que parece más adecuada que nunca), y todavía falta por responder la pregunta que lleva rondando por la cabeza de los estadounidenses obsesionados por los secretos de camarilla de la política: ¿qué mujer elegirá Joe Biden como compañera de fórmula electoral? O, lo que es lo mismo: ¿quién será la candidata a la vicepresidencia del Partido Demócrata?
La carrera de primarias terminó antes de tiempo. La gran duda sobre quién sería el demócrata que pelearía la Casa Blanca a Donald Trump acabó súbitamente y los círculos políticos de EU perdieron la emoción que preveían para la primera mitad de 2020. Después vendría la pandemia de coronavirus, sus consecuencias inesperadas, su conmoción constante, el desajuste a la vida normal.
La carrera presidencial quedó cancelada o, por lo menos, en pausa. Pero tras las bambalinas, los equipos de campaña han seguido con su trabajo: Donald Trump moviéndose y sacudiendo con sus discursos y acciones para detener la sangría de unas encuestas absolutamente desfavorables; Joe Biden presentando medidas y propuestas que quedan minimizadas por asuntos más urgentes como la respuesta al Covid.
A falta de que a finales de agosto se celebren las convenciones de los partidos y la nominación oficial de candidatos, todavía queda la gran pregunta por resolver: la dupla presidencial demócrata. Con el tándem Trump-Pence en el bando republicano (sin prácticamente opciones de sorpresa, a pesar de rumores de que el presidente de EU alguna vez pensó en cambiar a su compañero), saber la candidata a vicepresidenta de Biden es la gran incógnita.
La única promesa es que será una mujer y tiene toda la lógica del mundo. No se entiende la política de los demócratas en la actualidad sin el poder de las mujeres: no solamente su figura pública más poderosa es una mujer (Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes y segunda en la línea de sucesión presidencial), sino que algunas de las caras públicas más relevantes también lo son, empezando por las integrantes del denominado Squad, el escuadrón de cuatro mujeres feministas y progresistas (Alexandria Ocasio-Cortez, Ayanna Pressley, Ilhan Omar y Rashida Tlaib).
La visibilidad de las congresistas mujeres entre las políticas demócratas es la continuación natural del poder que han adquirido en los últimos años, especialmente significativo desde el inicio de la era Trump. Desde la millonaria Marcha de las Mujeres de 2017, el movimiento feminista y femenino ha sido fundamental para entender el auge de los demócratas en cuotas de poder en todo el país y se espera que en noviembre su fuerza vuelva a ser determinante para dilucidar el futuro del país. La decisión tiene que estar al caer, tras prometer que iba a hacer su anuncio alrededor del 1 de agosto.
El proceso de selección está siendo extremadamente hermético, del que sólo se conocen pinceladas escasas cuando algunas de las aspirantes al puesto confiesa estar participando del proceso de selección o con las pocas pistas que da el propio Biden.
El candidato demócrata, hasta ahora, sólo ha prometido que será una mujer y que, en la segunda fase de selección, había cuatro afroamericanas. Todo el resto es cosa de la rumorología, las quinielas, los oráculos y las proyecciones.
Según calendarios extraoficiales y nunca confirmados por la campaña, la investigación del historial y perfiles de la docena de candidatas que integraron la primera lista de seleccionadas concluyó esta semana, en la que Biden ha tenido reuniones constantes con su equipo de selección y abogados para analizar puntos fuertes y débiles, trapos sucios y ventajas competitivas de cada una. Todavía faltará la prueba final, una entrevista personal con el candidato.
Pocas se han borrado de la lista: que se sepa, sólo las senadoras Catherine Cortez-Masto y Amy Klobuchar; de hecho, esta última, moderada que entraba en las quinielas iniciales por haber sido exaspirante presidencial y representar la zona del medio-oeste, dio pronto su opinión: “Es el momento de poner a una mujer de color”.
Una frase acorde con la exigencia de grandes sectores de votantes demócratas y en consonancia con el resurgimiento del movimiento Black Lives Matter y las protestas por la violencia policial y el racismo sistémico en el país.
Bajo esa premisa, la gran favorita en todas las apuestas, opciones que crecen cada día que pasa, para ser la acompañante de Biden es la senadora Kamala Harris (nacida en 1964). Harris no es simplemente una de las más habituales en los actos de recaudación de fondos de Biden, es también quizá la que tiene la figura pública más visible, un reconocimiento nacional sin discusión, con experiencia en el Capitolio y que fue aspirante a la presidencia en este mismo ciclo electoral.
Todo parece estar a favor de Harris, la que muchos ven como la rival a batir para el puesto de número dos demócrata. Su amistad con Biden es bien sabida, pero todavía se recuerdan los crudos ataques durante las primarias; y, entre algún sector de la base demócrata, se le critica su papel cuando fue fiscal general de California, un perfil policial que para muchos es elemento descalificante directo.
Otras afroamericanas que suenan fuerte como aspirantes a la vicepresidencia son la alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms (1970), y la exasesora en seguridad nacional de Barack Obama, Susan Rice (1964).
La primera ha ganado protagonismo con su respuesta al coronavirus y la cuestión racial en el país, erigiéndose como una estrella emergente en el partido.
La segunda, una de las últimas entradas en la boleta de posibles, tiene la experiencia como principal ventaja, que quizá también sería muy útil en la Secretaría de Estado.
En la lista de favoritas también están la senadora Tammy Duckworth (1968), estadounidense de origen asiático y veterana de la guerra de Irak que, además, representa el estado de Illinois, corazón demócrata y puerta de entrada a la región industrial que se presenta indispensable para recuperar la Casa Blanca.
La otra que está en boca de todos es la gobernadora de Nuevo México, la latina Michelle Luján Grisham, con experiencia en Washington (fue congresista) y ejecutiva gracias a su actual cargo, y que sería un guiño al electorado hispano, otro que se prevé fundamental para ganar. La que ha perdido fuelle en los últimos tiempos, pero sigue siendo una de las favoritas del sector más progresista, es la senadora Elizabeth Warren (1949), que por otra parte está empujando el viraje progresista de las propuestas de campaña demócratas.
Sólo el círculo más cercano a Biden sabe qué está buscando Biden en su elección. Lo que sí se da por seguro es que el aspirante demócrata se está tomando la decisión en serio, conocedor de cuán exhaustivo tiene que ser el proceso, el cual él superó en 2008 para ser el acompañante de Barack Obama.
Por entonces, el que terminaría siendo el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos necesitaba un acompañante con experiencia política sin discusión, y que le ayudara a arrastrar el voto blanco del cinturón industrial y del noreste del país.
Ahora, Biden tiene la experiencia y, por tanto, lo que tiene que buscar en su acompañante es otros factores: el empuje a las minorías y las mujeres rompiendo el modelo de “hombre blanco”, igual que hizo Walter Mondale en 1984 con la elección de Geraldine Ferraro como su compañera de fórmula. Pero no sólo le sirve eso: tiene que ser alguien que pueda tomar el relevo de forma inmediata. “Lo primero que quiero asegurarme es que sea alguien —y creo que todas lo son— capaz de ser presidenta de Estados Unidos si pasa algo”, reitera en ocasiones Biden.
Casi todas las mujeres que se rumora que están siendo vetadas por la campaña, cuando se les ha preguntado por qué dirían si se les propusiera ser la aspirante a la vicepresidencia, dieron un “sí” rotundo como respuesta, algo que no es nada extraño y no sólo por el hecho de tener un cargo público de ese calibre o integrar una futura administración Biden.
“Estoy seguro de que se le ha ocurrido a la gente que, debido a que Biden básicamente ha dicho que es una figura de transición, quien sea vicepresidente, tendría una ventaja para avanzar [en su carrera política]”, comentaba hace un tiempo David Axelrod, el asesor más importante que tuvo Barack Obama en sus inicios. Traducido: cualquiera que sea seleccionada sería la principal candidata demócrata a la presidencia en 2024.
Sea quien sea, será sólo la tercera mujer en la historia que estará como aspirante a vicepresidenta en uno de los grandes partidos; la elegida tendrá en sus manos otra vez romper el techo de cristal definitivo, el más inalcanzable para cualquier mujer estadounidense: la presidencia de Estados Unidos.
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